Narra Julia
La plática continuó, y siendo sincera me estaba gustando hablar con él. Pero no sabía si quería tener un psicólogo nuevamente a mi disposición. Recuerdo cuando iba a ver a Cristian, quien me dijo que ser una little era completamente normal con el tipo de infancia que tuve, me gustaba hablar con él pero no siempre quería tocar los temas que me dolían. Incluso llegué a un punto en el que odiaba ir a su consulta, pues significaba siempre terminar llorando.
Diego dice que muy probablemente lo que tengo es bulimia, y me explicó la diferencia entre ella y la anorexia, haciéndome sentir tristemente identificada.
–Nena...– me llamó Diego.
–¿Sí?
–Creo que tengo una hipótesis, ¿quieres oírla?– me comentó sonriente, provocando curiosidad en mí. Asentí y continuó –. Creo que ya sé porqué te gusta tanto esa película, pero como no te conozco del todo bien, no estoy seguro, ¿puedes ayudarme?
–Okay– solté confundida, y pronto me comenzó a explicar.
–Tu trastorno me recuerda a la villana, haciéndote a ti la princesa...– dijo –... te aleja de quienes te rodean obligándote a mentirles sobre tu bienestar. Y te robó cuando tú eras demasiado inocente para darte cuenta– continuó, ocasionando que le preste mi total atención –. Tu no te has dado cuenta de que has sido secuestrada, y por si fuera poco... la señora malvada te hace creer que salir es muy peligroso. Ella se aprovecha de tu cabello, lo que significa que mientras más encerrada estés más poder tendrá– para ese punto yo ya me encontraba al borde de las lágrimas –. Ella sabe que si te enteras de que fuiste secuestrada, querrás huir, es por eso que te miente... para que ella nunca muera.
Ahora llorando, bajé la mirada direccionándola a la muñeca en mis manos. Acaricié su cabello nuevamente, y Diego se inclinó ligeramente para poderme ver al hablar.
–¿Te puedo cargar para abrazarte?– me preguntó con dulzura, y yo asentí pues creí que era justo eso lo que necesitaba ahora mismo.
Él se acercó y me tomó por debajo de mis axilas desde su lugar, me cargó y me sentó en sus piernas, recostando mi cabeza en su pecho. Me hizo cariñitos en la cabeza mientras me abrazaba con su otra mano. Mi vestido se había elevado ligeramente, manteniéndose lo suficientemente alto como para dejar mi pañal al descubierto, pero ya no me importaba. Necesitaba ese cariño ahora más que nunca.
–Ya pasó... aquí estoy, nena, tranquila... yo te cuido, ¿okay?– me consoló, y me limité a asentir tratando de tranquilizarme.
Pronto escuché varias pisadas provenientes de las escaleras, y mis daddies no tardaron en hacerse presentes.
–Ay, bebita– soltó papi acercándose para acariciar mi cabeza.
Finalmente me separé de Diego, aún manteniéndome sobre su regazo y me giré para mirarlos a ambos.
–¿Cómo te sientes, monita?– me preguntó daddy mientras yo tallaba mis ojos.
–Estoy bien– solté buscando moquear lo menos posible.
–¿Qué tal se portó mi niña?– le preguntó papi a Diego, y yo busqué la mirada del segundo en un intento de confirmar que no me porté mal. Él me miró de vuelta, regalándome una sonrisa, y dando un par de palmadas en mi pañal, finalmente respondió.
–Muy bien– soltó, haciéndome sonrojar.
–¡Muy bien, princesita!– me alentó daddy, rodeando el sofá para finalmente tomarme de los brazos de Diego y colocarme en su cintura.
Los tres hablaron un rato sobre una tal Sofía, que si mal no recuerdo es la little-pareja de Diego. Y finalmente él se puso de pie y se despidió de papi con un abrazo. De daddy, por otra parte (supongo que para no lastimarme), se despidió dándole dos leves golpecitos en el hombro opuesto al lado en el que yo me encontraba.
–Adiós, nena– me dijo sonriente, y yo le dirigí una señal de despedida con mi mano derecha.
–Bye– solté, para luego verlo cruzar la puerta y a papi cerrándola.
Pronto daddy dirigió su atención a mí, y mientras papi se acercaba de vuelta a nosotros, me comenzó a hablar.
–¿Te agradó Diego, bebita?
Asentí limpiando mi última lágrima.
–¿Te gustaría verlo cada semana o cada dos semanas, corazón?– me preguntó papi integrándose.
Los miré a ambos, pensativa. No sabía aún si quería volver a tener un psicólogo.
–No– solté finalmente, pero aún algo indecisa por mi respuesta.
–¿No, mi amor?– me preguntó mi daddy arqueando las cejas con ligera preocupación.
–¿Por qué no, nena?– agregó papi.
–Es que... sí me agradó, pero no me gusta mucho tocar este tema– respondí con brevedad.
Ambos intercambiaron miradas, para luego dirigirse a mí.
–¿Podrías pensarlo, bebé?– me pidió papi, tomándome por sorpresa. ¿Tan preocupados estaban?
–Está bien– solté ahora sonriéndoles, y daddy besó mi cabeza.
Max pronto apareció, bajando las escaleras y acercándose a nosotros. Traía una pelota en el hocico, y se la entregó a papi en su mano.
–¿Quieres jugar, Max?– le preguntó él recibiendo la pelota, haciéndome reír. Se acercó a la puerta que daba al patio y al abrirla la lanzó, provocando que él corra detrás de ella.
Papi salió al patio con él, y daddy se dirigió a mí para hablar.
–Vamos por algo de tomar, nena, daddy tiene mucha sed desde hace rato– soltó.
–¿Por qué no tomaste agua?– le pregunté con curiosidad mientras nos dirigíamos a la cocina.
–No quería que sintieras que te vigilábamos si me veías bajar las escaleras– respondió risueño.
Le sonreí, eso fue muy lindo de su parte. Al llegar tomó un vaso para luego servirse agua, la bebió y nuevamente se dirigió a mí.
–¿Quieres un biberón con juguito, nena?– me preguntó sonriente.
La verdad, me llamaba la atención la idea, pero me preocupaba la cantidad de azúcar que fuera a tener ese supuesto jugo.
–¿De qué es el jugo que siempre me dan?
–¿El de manzana? Es a base de soya, bebita– me respondió, haciéndome dudar.
Okay. Está bien. La verdad es muy rico y sí quería usar el biberón. Además, la soya es saludable.
Finalmente asentí haciéndolo sonreír, y pronto abrió la puerta de una alacena para sacar uno de los biberones. Lo destapó y lo colocó sobre la encimera para luego servir jugo de manzana del refrigerador. Pronto le colocó la tetilla y para mi sorpresa, en lugar de entregármelo en mis manos, lo acomodó en la suya y me habló nuevamente.
–Abre la boquita, princesa– me indicó, pero no tardé en hacerlo, haciéndolo sonreír de oreja a oreja mientras lo colocaba en mi boca.
Junté mis labios y comencé a succionar con tranquilidad mientras él caminaba en dirección al patio, donde se encontraban papi y Max jugando.
ESTÁS LEYENDO
Julia
Teen FictionEsta historia toca temas sensibles. La escribí porque no encontré una sola historia que toque el tema de los TCAs junto con el TBDL/ABDL. La historia no rotará alrededor de los trastornos alimenticios, solo será una pequeña característica que le dar...