Capítulo 47

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Narra Julia

–Hola, nena– me saludó mi risueño daddy.

–Hola– respondí.

Seguimos conversando como antes de que trajeran la comida, y cuando finalmente terminaron sus respectivos platillos, papi pidió la cuenta. Mientras la traían yo me enfoqué en las actividades que aún tenía pendientes en mi hoja, incluso jugué ahorcados en ella con papi mientras daddy pagaba la cuenta cuando esta llegó. Al terminar nuestro juego, alcé la mirada, encontrándome frente a mí a la mesera del baño viéndome fijamente, al notar que cruzamos miradas, me sonrió, y yo hice lo mismo buscando disimular.

–Ya está– soltó daddy devolviéndole la terminal a aquella chica, quien no dudó en tomarla e irse agradeciéndonos por haber venido.

–Okay...– dijo papi pasando su servilleta de sus piernas a la mesa –¿vamos?– agregó y automáticamente nos pusimos de pie daddy y yo.

Salimos del restaurante y les agradecí por haberme traído.

–Aw, nena, no te preocupes– me respondió daddy tomando mi mano mientras caminábamos hasta la entrada de los autos.

Una vez allí, le pidieron su nombre a papi y después fueron por el auto.

Yo, mientras tanto, no podía parar de pensar en aquella mesera. Me dolía la cabeza y ahora estaba estresada. Tragué saliva con nerviosismo y pude sentir algo en mi boca, que suponiendo se trataba de un pedazo de comida, tragué sin más.

Quería consuelo, atención, cariño. Y no dudé en exigirlo.

Me acerqué a mi papi, quien me miró sonriente, y extendí mis brazos para luego abrazarlo.

–Aww, princesa... ¿quieres que te cargue, bebita?– me preguntó, pero desgraciadamente el auto ya había llegado, así que lo único que pudo hacer fue subirme a un asiento trasero y colocarme el cinturón de seguridad.

Daddy condujo a casa, y yo me distraje en el corto trayecto viendo a la gente caminar por la residencia en la que vivían.

Para mi sorpresa, mi saliva por alguna razón comenzó a tener un sabor metálico. Me preocupé al instante, pero tuve que disimularlo hasta llegar a su casa.

Apenas entramos por la puerta, papi me pidió que hablara con ellos dos un momento. Me paralicé, ¿la mesera les dijo algo?

–¿Estoy en problemas?– les pregunté con la voz más inocente que pude hacer, con tal de evitar la interacción e ir a mi baño a revisar mi boca.

–No, no, peque– me respondió daddy con una sonrisa.

–Solo...– comenzó a hablar papi, para luego dirigirle una mirada a daddy y posteriormente continuar –... nos gustaría hablar contigo sobre... esto del tbdl– agregó, temeroso de mi respuesta, supongo.

Me sentí tan aliviada de escuchar eso.

–Oh, okay...– solté sonriente, contagiándoselos –... solo me gustaría ir por Koda– agregué.

–Okay, mi amor– me respondió daddy dejando un beso en mi frente.

Apenas me dejaron ir, subí las escaleras y entré a mi habitación. Me dirigí directamente al baño, me coloqué frente al espejo y suspiré, justo antes de inclinarme y abrir la boca frente a este.

Mierda, mi lengua.

Perdí un trozo de lengua.

Era pequeño, sí... pero sangraba bastante.

El miedo me invadió y comencé a lagrimear. ¿Esto se cura? ¿La lengua se regenera? ¿Qué mierda hago ahora?

Me llevé las manos a la cabeza en un acto de desespero. Por fortuna, pronto pude tranquilizarme y volver a respirar con normalidad. Enjuagué mi boca, y traté de secar con cuidado mi lengua, la cual afortunadamente dejó de sangrar. Tragué saliva, ya no tenía aquel sabor metálico, respiré hondo, exhalé y finalmente fui por Koda a mi cama.

Bajé las escaleras, y ahora me encontraba notoriamente más calmada, pero aún recorría mi cabeza la imagen de mi lengua sangrando.

–¿Lo encontraste?– me preguntó papi, y asentí mostrándole mi peluche. Supongo que tardé mas de lo que esperaban.

–¿De qué quieren hablar?– les pregunté sonriente.

Daddy se aproximó a mí para tomarme en brazos y finalmente habló.

–¿Te parece bien si hablamos en nuestro cuarto?

–Sí, está bien– respondí sin darle mucha importancia, para luego recostarme sobre su pecho. Él dejó un beso en mi cabeza y nos dirigimos a su habitación.

Una vez en aquel cuarto, me dejaron sentada sobre su cama, y yo aproveché para recostarme entre las almohadas que tenían a su disposición, ocasionándoles accidentalmente una pequeña risita a ambos. Cada uno se colocó a un costado mío, recargando su espalda en la cabecera, por lo que yo era la única recostada. Salí de mi escondite y me coloqué boca arriba, encontrándome con ellos. Me sonrieron y yo no dudé en hacerlo de vuelta.

–Bueno, princesa... queríamos hablarte– me explicó papi intercambiando miradas con daddy –, sobre...– se mantuvo en silencio antes de completar su frase, supongo que fue por eso que lo ayudó daddy.

–Queremos saber, bebé... qué... permitirías... y qué no– soltó.

–Nos gustaría saber qué estarías ya dispuesta a intentar... y para qué cosas necesitarías más tiempo, nena– agregó papi.

Los miré atentamente, y cuando terminaron de hablar les regalé una sonrisa, pues sabía que tal vez les daba vergüenza preguntarme esto. Aprecio mucho que, a pesar de que ya quieran comenzar, me den mi espacio.

–¿Cómo qué?– les pregunté comenzando a jugar con los bracitos de Koda.

Daddy acarició mi cabeza y comenzó a hablar.

–Pues... podemos iniciar con las cosas más suaves primero– sugirió.

–Sí...– soltó papi para luego dirigirse a mí –... ¿qué tal...?– agregó tomándose una corta pausa para pensar –... ¿dejarías que te demos de un biberón, nena?

Sonreí, supongo que eso los calmó, pues sus respiraciones ya no se sentía tan pesadas.

–Sí, papi– respondí –. Esos yo ya los uso– comenté sorprendiéndolos, pero no de una mala manera, o al menos eso me dieron a entender las sonrisas que me regalaron.

–¿Sí?– me preguntó daddy, y asentí.

–Mi tía sabe que soy una little, así que de vez en cuando los uso frente a ella– les expliqué.

–¿En serio? No sabía que tu tía lo sabía– me comentó mi papi.

Les sonreí a ambos para luego volverme a concentrar en Koda.

–Okay... ¿qué tal...?– volvió a hablar daddy para luego tomar su teléfono rápidamente –¿Saben qué? Anotaré las cosas, porque seguro se nos olvidará algo– soltó risueño.

–Sí, amor, anótalo por favor– respondió papi con una sonrisa.

Daddy desbloqueó su teléfono y comenzó a escribir en su respectivo teclado para luego mirarme nuevamente.

–Muy bien– me dijo con una sonrisa –... ¿qué te parece... intentar usar un chupete, linda? Es parecido– sugirió.

Reflexioné unos instantes antes de responder, nunca he usado uno... al menos no conscientemente.

–Puedo intentar... pero... ¿está bien si luego ya no quiero?– les pregunté.

–Claro que está bien, monita– me consoló daddy con una sonrisa tierna.

–De hecho, es una de las reglas el decirnos si te sientes incómoda con algo– comentó papi, haciéndome sonreír.

–Okay, entonces sí– solté sonriente.

Daddy no perdió más tiempo y se dispuso a anotarlo en su teléfono. Una vez finalizó, papi comenzó a hablar.

–Okay... vamos al grano– soltó para luego mirarme de reojo de una manera que me hizo reír. Daddy rió nerviosamente y papi me regaló una sonrisa –. Bebita... ¿qué dices... sobre que... te pongamos pañales papi y yo?

JuliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora