Capítulo 89

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Narra Julia

Sofía se veía tal y como en las fotos que me mostraron mis daddies. Debía medir tal vez 1.60, y su cabello era negro y lacio, tenía la tez clara y unos grandes ojos marrones. Algo que no noté en las fotos, fue el hecho de que sea, digamos... talla media. Y es que no era gorda, simplemente no era delgada. No lo vi como algo malo, mis críticas siempre van dirigidas a mí porque sé que de otra forma puedo lastimar a la gente. Solo que... no lo sé... tengo un trastorno y me imagino que es por eso que la idea de tener el mismo cuerpo que ella me asusta, a pesar de reconocer que no es gorda.

–Hola– respondí a su saludo en voz baja.

No entiendo cómo podía mantenerse en little space en público, me imagino que ya debe llevar mucho tiempo con Diego. Se acercó a mi papi y lo saludó con un abrazo que él no tardó en responder, poniéndose de pie.

–¿Cómo has estado, Sofi?– le preguntó una vez se soltaron.

–Bien, tío Mate,– soltó sonriente –¿y tú?

–Muy bien, ¿sabes por qué?– le respondió con algo de exageración en su voz, haciendo reír a Diego y a daddy –Porque traje a mi princesita conmigo– finalizó para dirigirme una sonrisa, ocasionando que la mirada de cada uno se pose sobre mí, y aunque todos me sonreían, cada uno lo hacía de una manera distinta.

Diego me miraba con ternura, daddy con cariño y Sofía se mostraba genuinamente emocionada. Yo, por otra parte, me limité a encogerme en hombros, ligeramente abrumada por la repentina atención.

–¿Qué les parece si comemos juntos? Para que las niñas se conozcan– sugirió Diego, y aunque yo no me negué, estaba lejos de ser la más emocionada de la mesa en comparación a ellos.

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Ahora me encontraba sentada entre Sofía y papi, pero él estaba muy ocupado conversando risueño con daddy y con Diego sobre cosas de las cuales yo no tenía contexto, por lo que no lograba entender lo que les causaba tanta risa o quiénes eran las personas de las que hablaban. Al menos hasta que mencionaron a Joaquín. Sentí un nudo en la garganta, ¿era el mismo Joaquín que me atendió en el hospital?

Creo que Sofía me notó nerviosa y fue por ello que inició una conversación conmigo.

–¿Cuántos años tienes?– me preguntó sonriente y en voz no muy alta, como tratando de evitar asustarme o abrumarme.

Eso me gustó de ella, me dio una buena primera impresión su gentileza.

–Diecisiete...– solté aún con algo de timidez, pero devolviéndole la sonrisa –bueno, el domingo cumpliré dieciocho.

–¡¿En serio?!– exclamó en voz baja con entusiasmo.


Narra Mateo

–¡¿En serio?!– le preguntó Sofi a mi niña, y pronto la atención de los tres se dirigió discretamente sobre su plática. Mi princesita asintió sonriente –Yo cumplí hace...– continuó desviando la mirada, pensativa, para luego volver a direccionarla sobre mi nena –cuatro meses, veintitrés.

Mi niña mostró una sonrisa de sorpresa y le respondió, haciéndome sonreír. Creo que serán buenas amigas.

–¿Fuiste a la universidad?– le preguntó con emoción, a lo que Sofi asintió con orgullo –¿Qué estudiaste?

–Estudié economía– respondió, y los ojitos de mi nena se abrieron como platos, haciéndonos sonreír a Diego, Sebas y a mí.

–Wow... eso es muy difícil, debes ser muy buena con los números– soltó asombrada.

Sofi se sonrojó ligeramente, bajó la mirada y luego se la volvió a dirigir acompañada de una sonrisa.

–Gracias– soltó.

Mi princesa. Me enorgullece que sea tan amable.

Pronto volvió Antonio a la mesa, pero esta vez mi marido y yo nos limitamos a una pequeña sonrisa, pues no queríamos volver a hacer sentir mal a la nena. Él dejó los platillos de cada uno en sus respectivos sitios y finalizando con un "buen provecho" se marchó, recibiendo algunos "gracias" en respuesta.

Me alegró que no haya habido ningún tipo de confusión cuando Diego avisó a un mesero que él y Sofi se sentarían con nosotros. Cada quien tenía su plato, y yo, debo confesar, creo que fui el de mejor elección, pues mi pizza se veía espectacular.


Narra Julia

Pensaba hace unos segundos que "ensalada" era sinónimo de "no calórico", pero creo que estaba equivocada. No mentiré, se veía y olía delicioso, pero me sorprendió ver una ensalada sin lechuga como ingrediente principal. O como ingrediente en general. Afortunadamente daddy tenía razón, era pequeña. Cinco rodajas de tomate, cinco de queso, algo de albahaca y pimienta y sal.

–Amor, tu pizza se ve deliciosa– soltó daddy llamando mi atención, y pronto mi mirada se posó sobre el platillo de papi.

–No la cortaron– solté risueña en voz baja, recibiendo una sonrisa tierna de su parte.

–La verdadera pizza napolitana no se corta, bebita– me respondió con dulzura, causándome confusión.

¿Es en serio? Entonces ¿cómo la comen?

–¿Cómo se come entonces?– le pregunté con confusión, pero él quebrantó su posición al tomar los cubiertos con sus manos.

Escuché la risa de Sofía y daddy en el fondo, pero papi estaba a punto de hablar así que mantuve mi mirada en su dirección.

–¿Has visto cómo doblan las crepas, monita?– soltó sonriente, provocándome un rostro de confusión que los hizo reír.

–Papi...– lo llamé incrédula, y al momento me percaté de lo que dije frente a Sofía. Me puse algo nerviosa, y creo que él lo notó, pues al instante dejó su cuchillo sobre la mesa y tomó mi mano para hacerle cariños, dedicándome una sonrisa tierna.

–Tu papi tiene razón, nena– soltó Diego llamando mi atención. Y aunque seguía algo nerviosa, me agradó que le restaran importancia –. La pizza se dobla una vez, luego una segunda vez y luego la comienzas a comer– agregó llevándose un tenedor con spaghetti a la boca.


Narra Mateo

La nena frunció el ceño incrédula, y no tardó en tomar su teléfono para buscar "cómo se come la pizza" haciéndome reír primero a mí, y luego haciendo reír al resto con su carita de asombro.

Alzó su cabecita en dirección a daddy, como tratando de preguntarle si estaba consiente de esta información.

–Lo sé, princesa– respondió él risueño –. Yo también me sorprendí cuando lo supe– agregó llevándose su tenedor a la boca.

–Me gustaría saber cómo se come la pizza con etiqueta– soltó Diego, mientras la nena dirigía nuevamente la atención a la página abierta de Google en su teléfono.

–Eso también me causa intriga a mí– confesó mi marido risueño –, pero yo hablé con una italiana hace tiempo y me dijo que bajo ninguna circunstancia se podía utilizar cubiertos– agregó dirigiéndome una mirada burlona mientras partía en rebanadas mi pizza, pues no quería ensuciarme las manos de manera innecesaria. Reí ante las burlas que me dedicaron él y Diego.

Accidentalmente posé mi mirada sobre el teléfono de mi niña, pero agradezco haberlo hecho.

JuliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora