Capítulo 1

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Narra Julia

Desperté con los rayos del sol esta mañana, y estoy tan agradecida por ello. Despertar por causa de una alarma en medio de la madrugada que me recuerda el hecho de que debo ir a la escuela me molesta de una manera indescriptible. Y no me malinterpreten, me gusta la escuela, o al menos perder tiempo con mis amigos en ella, pero el levantarme antes de cumplir mis horas de sueño necesarias, me provoca estar de mal humor el resto del día.

Hoy es el cumpleaños de mi tía Emma, y lo recalco como un hecho importante porque es ella quien me cuida desde que soy pequeña. No me gusta mucho hablar de mis padres; papá era violento y mamá sobrellevaba sus problemas abusando de sustancias, por decirlo de una manera digna. La corte los alejó de mí cuando era pequeña, y mi custodia cayó en manos de mi tía, lo cual me hace muy feliz, pues la considero mi persona favorita en el mundo.

Sonará a queja, pero mi tía me trata igual que a una niña pequeña, y eso lo adoro. Me consiente y da cariño en cada momento que compartimos.

–Princesa, baja a desayunar– escuché decir a mi tía desde el primer piso.

–¡Voy, tía!– respondí y me dirigí rápidamente al baño, oriné, me lavé las manos y finalmente bajé las escaleras.

–Hola, pequeña– me saludó con un ligero roce por parte de su dedo índice en mi nariz, yo sonreí.

–¡Feliz cumple, tía!– exclamé al verla.

–Aw, ven aquí, pequeña– respondió acercándose para abrazarme.

Este tipo de momentos los disfruto mucho, amo estar con ella, y estoy feliz de que haya pasado un año más de vida a mi lado.

–Ven, vamos a desayunar y luego salimos a pasear, ¿qué te parece?

–Okey, ¿qué hay de desayuno?

–Frutita y cereal, ¿te sirvo ambos?

–¡Sí!– respondí ahora emocionada.

–¿Quieres tu biberón con leche o juguito?

Y cuando digo que me trata como una niña pequeña, es porque genuinamente lo hace.

–Jugo, por favor.

Tal vez hace falta aclarar un par de cosas, ni siquiera me he presentado.

Mi nombre es Julia, tengo diecisiete años y me gusta el ageplay. Cristian, el psicólogo que tuve hace años dijo que era algo totalmente normal, y más con una infancia como la que tuve yo, por lo que ni mi tía ni yo nos preocupamos. Y ahora, soy feliz de recibir mimos, que me arropen, me lean cuentos y me da calma usar un biberón.

Después de desayunar salimos a un parque cerca de la casa y comimos un helado, fue ahí, sentadas en una basca cuando decidí darle su regalo a mi tía. Se trataba de un collar, una cadena que me pareció muy bonita cuando la vi en aquella plaza, el día en que salí de compras con mi mejor amigo Daniel.

–Ay, princesa, es hermosa... no tenías que darme nada, corazón– dijo admirándola, sus ojos me hicieron saber al momento, que escogí un buen regalo.

–Sí tenía que, no ha habido un cumpleaños mío en el que tú no me regales algo– argumenté.

–Muchas gracias, linda– respondió y nos fundimos en un cálido abrazo.

Se trataba de un sábado, obviamente aprovechamos toda la mañana paseando y platicando juntas. Fuimos al lago, alimentamos a los patos, y mi tía me compró un globo rosado muy lindo. Adoré esa mañana, pero no duró mucho tiempo, pues ella tenía planeado salir a comer con sus amigas hoy. El plan era el siguiente: como mi tía sabía que yo me aburriría rápidamente con sus amigas, me dio permiso de ir al cine con Dani, e ir a su casa después, así que no lo pasaré mal.

Ya habíamos vuelto a casa para eso de la 1pm, y mi tía se encontraba conmigo en su habitación, entrando y saliendo del baño, probándose distintos vestidos, y esperando mi opinión sobre cada uno.

–No me gusta ese, parece más de fiesta que un vestido para una comida– argumenté sobre el vestido que ahora traía puesto. Era color rojo vino, ajustado y con ligeros brillos en la parte de arriba de la cintura.

–Tienes razón– respondió analizándose frente al espejo, se mantuvo en silencio unos segundos, volviendo a analizarse, como esperando que algo cambiase del vestido–. Sí, tienes razón– agregó volviendo a entrar al baño.

Me recosté sobre su cama, mirando al techo y con los pies sobre las almohadas, mi cabeza se resbaló ligeramente por el borde, pero no me molestó, me permitía ver (aunque al revés) la llegada de mi tía con un nuevo vestido. Este era blanco, con flores pintadas como con acuarela en la tela, era ajustado de la cintura y el pecho pero lo demás estaba suelto. Me enderecé al verlo, era muy bonito, y mi rostro se lo hizo saber al instante a mi tía.

–¿Te gusta? Me lo compré hace poco, no lo he usado– dijo acercándose de nuevo al espejo.

–Te ves muy bonita– le dije.

–¿Eso crees?

–¡Preciosa!

–Gracias, linda– respondió regalándome una sonrisa.

Mi tía dio una vuelta frente al espejo, sonrió de oreja a oreja y se giró para verme.

–Este será entonces

–¡Sí!– exclamé.

Pasaron los minutos, y hablamos mientras se maquillaba el rostro. Cuando parecía estar a punto de terminar ya eran más de las 2pm, y le avisé.

–Ya voy tarde– se dijo a sí misma, lo suficientemente alto como para que yo escuche.

El sonido del timbre de la entrada se pudo escuchar hasta el cuarto, y mientras mi tía se ponía los zapatos me acerqué a la puerta para ver de quién se trataba.

JuliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora