Capítulo 24: La cárcel secreta

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Nagito había terminado su intento de cacería hacía ya más de 24 horas. Actualmente se encontraba de regreso a aquella posada abandonada, donde fue recibido por Fuyuhiko y el pequeño Masaru, quien minutos previos a su llegada se encontraba admirando embobado al enorme lagarto alado. Según el albino, algo había interrumpido su búsqueda de la bruja. Regresando al menos unas 15 horas, momentos después de que la bruja desapareciera sin dejar rastro (aparentemente), Nagito se hallaba caminando frustrado por las calles vacías de la capital real. Mantenía una expresión seria, se encontraba pensativo y se planteaba que ya iba siendo hora de volver con Kokichi y ___, a quienes había dejado con la reina Sayaka sin siquiera despedirse adecuadamente, cegado ante la necesidad de ver fluir por el filo de su espada la sangre de la criatura mágica con forma humana (como él llamaba a la bruja, muy aparte de su término favorito: abominación).

En su camino, increíblemente, se cruzó un sujeto que de lejos se veía en las peores condiciones que se puede hallar un ser humano. Se arrastraba y rogaba por ser llevado lejos. Sus ropas estaban totalmente desgarradas y apenas se sostenían de su cuerpo, sus cabellos despeinados y su rostro apalizado daba a entender que sus momentos previos no fueron los mejores. Inmediatamente el albino corrió a su ayuda, agachándose junto a este, quién se aferró a su brazo con su escasa fuerza y rogó por ayuda una vez más.

-P-Por favor, ¡ayuda! ¡No me importa quién seas, solo ayúdame! ¡T-Te lo suplico! _exclamó el sujeto sin siquiera dar tiempo a Nagito a decir algo primero. Saliendo de su estupefacción ante los ruegos, finalmente el de hebras blanquecinas mentó palabra_

-¿Qué le ha ocurrido? _cuestionó, el sujeto le miró con ojos llorosos y pido observar como sus labios temblaban, como si el terror a contar sus vivencias previas le paralizarse de solo pensarlo_

-Y-Yo... Y-Yo... _musitó con voz temblorosa_ Y-Yo acabo... A-Acabo de salir...

-¿Sí?

-¡Del infierno! ¡E-Eso es! ¡Es un maldito infierno! _espetó, aterrado, sus manos temblaban incesantemente a la par que perdían la poca fuerza de su agarre. El sujeto cayó rendido al suelo entre risas convulsas que a veces eran interrumpidas por gritos de histeria. Se retorcía mientras intentaba levantarse. Nagito no pudo sino pensar en ello como un acto de plena locura. ¿Qué había vivido el pobre hombre para haber quedado en semejante estado_ ¡Son diablos! _espetó, arrodillándose de repente, con sus piernas temblando ante la debilidad y el tener que soportar el peso de su cuerpo estando en tan mal estado_ ¡Son unos malditos diablos! ¡Nos asesinan! ¡Nos torturan! ¡Nos obligan a vender el alma a sus siervos carroñeros! ¡Diablos, ¿me oyes?! ¡Muerte a los diablos! ¡Ruina a las celdas! ¡Vamos a morir todos! ¡Todos!

-Señor, debería calmarse... _musitó Nagito, sabiendo lo inútil que era pedirle calma en semejante fase de locura_

-¡Nos harán pudrirnos en esas jaulas mientras se alimentan de nosotros! ¡No conocen el valor de la vida humana! ¡Diablos! _siguió gritando el sujeto, luego comenzó a reír en un trance de psicosis hasta que, de repente, su cuerpo quedó en shock y cayó inconsciente al frío suelo. Nagito parpadeó varias veces, estupefacto, mientras miraba el cuerpo del desconocido tendido en el suelo. Algo brillaba entre sus ropas. Al mirar más de cerca pudo comprobar que se trataba de una especie de insignia muy pequeña. Al momento de intentar retirarla del cuerpo inconsciente que la poseía, pudo notar que esta estaba atada a una cadena, la cual, para su profundo horror, atravesaba la piel del pobre hombre, justo en el punto donde debía estar su corazón aún latente. Lentamente retiró sus manos de aquel objeto metálico_

Momentos después se escucharon pasos apresurados, Nagito corrió dentro de un callejón cercano y observó atentamente quién se acercaba. Esperaba que fuesen los magos o druidas de la reina, pero sabía que ellos se habían retirado al haber perdido el rastro de la bruja. Dos sujetos con túnicas negras aparecieron y se acercaron al hombre que previamente había caído inconsciente. Uno de ellos confirmó la presencia de la insignia extraña y dio un sentimiento a su compañero, luego, entre ambos cargaron el cuerpo del pobre hombre y comenzaron a transportarlo hacia algún lugar. En silencio, Nagito comenzó a seguir a aquellos dos sujetos de ropajes negros. Los sujetos se detuvieron en medio de una pequeña plaza, rodeada de elegantes macetas con plantas de flores coloridas y adornadas con piedras preciosas. Después de dar todo toques con su talón en el círculo de lozas rojas central, algo similar a una trampilla comenzó a deslizarse, dejando ver escaleras de concreto que parecían llevar a niveles subterráneos. Los sujetos cargaron al hombre y descendieron por las escaleras. La trampilla volvió a cerrarse y Nagito, que había presenciado todo detalladamente, esperó seis largos minutos a la espera de que algo más ocurriera, pero no se escuchaba ni un sonido. Lentamente se acercó al círculo central de la plaza y repitió las mismas acciones que el sujeto de túnica oscura. Las escaleras aparecieron una vez más y no pasó mucho tiempo antes de que descendiera las mismas mientras más escalones descendía, más sonidos extraños escuchaba: llantos, gritos, sonidos de metales chocando, silbidos... El final de las escaleras se vio marcado por el borde resplandeciente de lo que parecía ser una puerta de madera. Con cuidado, tiró del anillo metálico negro que hacía de manilla y abrió la misma. Sintió una profunda preocupación e irá al ver lo que había del otro lado de la barrera de madera: Enormes celdas llenas de personas con rostros demacrados, pálidos y delgados, sus brazos huesudos, ropas destartaladas y cabellos despeinados y maltratados solo empeoraban su aspecto. Sus expresiones no debitaban expresión alguna, solo mantenían su mirada fija en la pared y sus bocas entreabiertas. No eran conscientes siquiera de su presencia.

Más adelante, más allá de las jaulas, había otra puerta de madera. Casi por instinto se desplazó hacia ella y se acercó a esta, pegando su oído sobre las tablas de madera. Podía escuchar voces del otro lado: llantos, gritos, súplicas y risas, pero unos sonidos peculiares fueron lo que llamó su atención por completo. Alaridos y gruñidos, aparentemente de animales. Aún sumido en la sorpresa, se vio forzado a alejarse de la puerta al captar pasos acercarse. Inmediatamente regresó por donde vino, cerrando aquella puerta de madera cuidadosamente y ascendiendo las escaleras con prisa. Deslizó la trampilla nuevamente y al salir la cerró de igual manera. Definitivamente acababa de confirmar que los rumores sobre la capital real eran ciertos, nunca imaginó que existiera un sitio así en un lugar tan obvio. La reina tendría que saber de ello, pero, de mientras, volvería con sus compañeros para verificar su estado ya que les habían dejado solos por mucho tiempo...

Breaking the mold [Prince/PG!Kokichi Ouma x Plebeian!reader] © RoseSanae55Donde viven las historias. Descúbrelo ahora