Capítulo 49: La otra cara de la moneda

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El sol brillaba en su máximo punto en el cielo, provocando un sobrecalentamiento en las tierras que en cierto punto se hacía insoportable. Para un guerrero devoto al filo de su espada no había mejor desafío a la hora de refinar sus habilidades que enfrentar el calor abrasador mientras la brillante hoja emitía silbidos momentáneos ante sus movimientos precisos y justos. Ni un gesto de más ni una deficiencia en ello. Su mirada sería estaba fija en la punta del arma blanca. El jardín de su residencia era el mejor y más pacífico lugar para practicar con su fiel espada, un santuario donde nadie osaba molestarle bajo ninguna circunstancia. Reacomodó su postura y guardó su espada en su funda, pasó su mano por su rostro, apartando mechas rebeldes que arruinaban su peinado extravagante de hebras grisáceas y azabaches alternando constantemente tras su entrenamiento diario, removiendo además las menudas gotas de sudor que se acumulaban en su rostro debido a las altas temperaturas.

Poco después de dar por finalizada su actividad diaria (casi diría que era un hábito religioso), una de las doncellas se acercó con el aviso de una visita. Extrañado, caminó tras la joven hacia la entrada principal de la residencia. Casi juraría que sus ojos le mostraban a un fantasma materializado cuando reconoció a su visitante...

Por otro lado, el príncipe casi perdía la cabeza al haber sido zarandeado a modo de saludo. Su tan buscado maestro estuvo al borde de la histeria luego de saber de las fatídicas noticias que aquejaban a lo que antes fue su reino. Entendía que siempre había sido alguien intenso, pero no esperaba que pudiese llegar a semejante nivel de ansiedad. Poco después el mayor pareció calmarse, respirando profundamente y disculpando sus maneras de saludar a su preciado alumno.

-Mis disculpas, alteza. Es solo que... Bueno, usted comprenderá... _musitó el mayor, fijando poco después su mirada en la acompañante del susodicho_ ¿Quién podría ser la señorita que le acompaña? _le incitó a presentarse_

-Mi nombre es ___ ___. Un placer conocerle, conde Gundham. _se presentó con una breve reverencia, el nombrado asintió a modo de respuesta, asumiendo que su antiguo aprendiz ya había tomado la iniciativa de presentarle antes de alcanzar los terrenos de su hogar_

-Por favor, pasen, sería una total falta de hospitalidad el no recibirles tras una travesía tan complicada, que asumo han tenido.

En pocas palabras, tras ser recibidos por el conde y maestro del pelimorado, la situación fue explicada rápidamente (omitiendo algunos detalles demasiado personales para ser mentados). Ambos adolescentes juraría que los ojos del conde Gundham Tanaka brillaron maliciosamente al escuchar del príncipe que pretendía retomar sus lecciones y se había propuesto dominar la espada por completo en cuestión de semanas. Todo un reto que no iba a rechazar, después de todo, vivió frustrado por años cuando sus enseñanzas se vieron interrumpidas. Desde luego, iba a entregarle con mano dura si tan dispuesto estaba a llevar a cabo semejante desafío. Solo había un problema...

Tanaka miraba a ambos adolescentes constantemente, alternando su mirada entre los dos. Estaba claro que el problema sería grave, pero de fácil solución. ¿Y cuál era el problema? ___ era el problema. Estaba convencido, más allá del cien porciento, de que mientras ella estuviera cerca, Kokichi no se iba a concentrar en lo absoluto. Era demasiado obvio, no en vano había recurrido a escaparse en su compañía cuando pudo hacerlo por su cuenta. La había arrastrado con él, no había que ser un genio para saber que la peli___ lo tenía en la palma de su mano bailando como un feliz enamorado ignorante. Definitivamente NO iba a permitir que sus clases fuesen saboteadas de ese modo. En todo caso, solo había algo que hacer...

-Ibuki... _llamó Tanaka, y en cuestión de instantes una doncella llegó a la gran sala de estar. Esta Ibuki era, posiblemente, la doncella más discordante de la residencia, Lucía unas largas hechas azabaches con mechas moradas y azules en su flequillo, dos cuernos (presumiblemente hechos con sus propios cabellos para dar un toque salvaje a su peinado) de hebras oscuras y grisáceas sobresalían en demasía como parte de su estilo. Su vestido era, por mucho, más corto que el del resto de las doncellas, su pequeño mandil iba desarreglado, su parte frontal ligeramente holgada y ladeada, largas medias de tela negra cubrían sus piernas y sus tacones negros resonaban ruidosamente con cada paso que daba la fémina. Tenía unos bonitos ojos amatista que contrastaban con su piel ligeramente pálida y largas pestañas negras, pero su rostro tenía peculiares perforaciones, donde se ubicaban accesorios pequeños y metálicos. ¿Cómo podía ser una doncella con esas pintas?_

Breaking the mold [Prince/PG!Kokichi Ouma x Plebeian!reader] © RoseSanae55Donde viven las historias. Descúbrelo ahora