Capítulo 17: Toda la vida.

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aitana romero

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aitana romero

Creo que nunca había deseado tanto llegar a La Masia como en ese momento. En cuanto entramos al parking dejé el coche en el primer sitio que pillé, y nos bajamos con prisas. Por muchas ganas que tuviéramos de sentirnos el uno al otro nos limitamos a caminar rápidos y separados, que no nos sorprendiera si nos saltaba un fan de un arbusto pidiéndonos una foto.

Por suerte solo había un par de personas por la zona, ya estaba anocheciendo y era de esperar que no estuviera tan a reventar como de normal.

Pasamos por recepción mientras yo saludaba amablemente a la recepcionista y Gavi pasaba del tema, él solo apresuraba más el paso, y a mi me costaba cada vez más alcanzarlo.

—Por mucho que corras si no llego yo, no creo que puedas hacer mucho —me burlé tratando de adelantarlo.

—Egocéntrica —dijo parándose unos segundos para que me diera tiempo de llegar a su lados.

Me alcé de hombros a mitad de una carcajada y seguimos caminando hasta llegar por fin al ascensor, que afortunadamente para la entrepierna de Pablo no tardó mucho en llegar.

En cuanto Gavi pulsó el piso en el que estaba su habitación de acercó a mi y me besó con furor, como si lo hubiéramos estado deseando por mucho tiempo. Porque realmente así era.

Me agarró de la cintura pegándome a él mientras yo me colgaba de su cuello. Me levantó una pierna poniéndola al rededor de su cintura y bajó su boca a mi cuello, aunque no pudo hacer mucho porque las puerta del ascensor se abrieron.

Me apoyé en la puerta de su habitación y la cerré con mi espalda, mientras que Gavi me acorralaba contra esta. Inevitablemente, mientras nos besábamos, mis manos bajaron hacia el inicio de su camiseta, levanté mis brazos llevándome la prenda con ellos y nos separamos durante unos segundos para que le pudiera pasar de la cabeza.

Pablo me guió hasta la cama, donde me quitó la camiseta y atacó mi cuello como Dios manda. En pocos minutos, nos pareció que la ropa sobraba, así que nos deshicimos de ella y la dejamos tirada de mala manera en el suelo de la habitación.

El sevillano comenzó a repartir besos húmedos desde mi cara hasta mi cuello, luego continuó bajando, pasando por mis pechos, mi ombligo y finalmente llegando a mi centro.

—¿Quieres que siga, Aitana?

Solté un gemido al notar su aliento contra mi zona más sensible. No fui capaz de articular palabra, por lo que asentí con la cabeza mientras me llevaba las manos a la frente, me estaba torturando. Por suerte, él tampoco es que estuviera muy tranquilo, así que no tardó demasiado en posar su lengua en mi intimidad.

Gemí mientras enterraba las manos en su pelo y lo apretaba hacía a mi, incitándole a seguir.

—¿Por qué paras? —hablé cuando vi que separas su cabeza de mi centro.

—Porque quiero que te corras conmigo —y esa frase, con su voz ronca, hizo que mi temperatura corporal aumentara a doscientos grados.

Vi como se pasaba el preservativo por su longitud, y creo que no podría haber cosa que me hubiera calentado más que esa escena. Verlo con el pelo alborotado, las mejillas sonrojadas, los labios hinchados y sus ojos marrones concentrados en adentrar su miembro en mi.

Entonces justo cuando noté cómo se rozaba contra mi, sus ojos y los míos conectaron, formando un caos perfecto de mar y tierra, mis ojos azules con los suyos marrones.

Un par de embestidas y yo ya no podía apenas mantener los ojos abiertos. Me agarraba de sus brazos mientras de vez en cuando pasaba mis manos por su espalda y dejaba unos cuantos arañazos sin darme cuenta.

Cuando terminamos, me tiré sobre su pecho respirando con dificultad, aún con nuestras intimidades unidas. Me dejó un beso casto en los labios y salió de mi interior, haciendo un nudo con el condón y tirándolo a la basura que tenía al lado.

Aproveché en momento para acomodarme. Me alejé un poco de él y puse mis manos encima de la almohada, para luego poner mi cabeza sobre ellas. Me puse de lado y lo miré, a la vez que se giraba y conectaba sus ojos con los míos.

—¿Alguna vez te he dicho lo guapa que eres? —habló mientras recorría cada centímetro de mi cara con sus ojazos.

—Bastantes creo yo, ¿cuánto tiempo lo seguirás haciendo? —me reí.

—Toda la vida.

Un escalofrío recorrió mi espina dorsal al escucharlo decir "toda la vida". Toda la vida era mucho, y no quería que dijese algo que luego no fuera a cumplir, no me estaba prometiendo el mundo entero, pero tenía muy claro cómo era Gavi, o al menos eso creía.

No contesté y me di la vuelta, dándole la espalda y quedándome de frente a la pared.

Cerré los ojos, pero antes de quedarme dormida noté como unos brazos me rodeaban, dejé que lo hiciera, sintiéndome segura entre ellos.

Al día siguiente, me levanté a las ocho y media de la mañana, hoy por suerte tenia mi primera clase a las doce, así que tenía tiempo de sobra para salir pitando de ahí. Porque eso era lo que tenía pensado hacer, salir corriendo.

Gavi era ese tipo de persona de la cual no sabías nunca cual iba a ser su próximo movimiento, y en este caso, solo podía hacer dos cosas; Despertarse y tratarme igual de bien que lo había hecho anteriormente o despertarse y tratarme como si fuera una más de su lista. No quise quedarme a comprobarlo, así que en cuanto localicé mi ropa y me vestí, salí de La Masia como si mi vida entera dependiera de ello.

Decidí no avisarle, ni me despedí ni le dejé un mensaje, no quería quedar como una tonta. Actuaría como si no me importara, aunque por dentro me estaban matando las ganas de volver a atrás y darle los buenos días mientras le llenaba la cara de besos, aunque ya sabía que eso no iba poder ser.

𝐕𝐄𝐍𝐄𝐍𝐎; pablo gavi.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora