aitana romero
Hoy ya nos tocaba irnos de Sevilla, Gavi tenía entrenamiento esa misma tarde e iba a ser una paliza para él, pero había decidido hacer el esfuerzo por quedarse un día más con su familia. A mi me daba bastante pena irme, pero por otro lado tenía muchas ganas de volver a Barcelona y de ver a los chicos.
Cuando aterrizamos en el Prat había cientos de personas fuera del aeropuerto esperando por una foto de Gavi, pero decidió no pararse con nadie y pedir disculpas. Si lo hacía iba a llegar tarde.
Nos subimos a mi coche y me dirigí a La Masía.
—¿Me esperas o te apetece subir? —me preguntó cuando llegamos.
—No estará Pablo Gavi invitándome a subir a su habitación, ¿no? —ironicé como si fuera una fan.
—Solo si la señorita quiere —se burló.
—Claro que quiero, pero si voy contigo probablemente tardes más.
—No me importaría llegar tarde entonces.
Le saqué la lengua con burla y él imitaba mi gesto mientras se alejaba y se adentraba en el edificio. Puse de nuevo el coche en marcha y lo esperé aparcada en la acera de enfrente, tenía que llevarlo aún al entrenamiento.
Alcé la vista un momento de mi móvil y vi como un camarógrafo y una periodista se acercaban a mi coche con rapidez. Miré a mi alrededor y me di cuenta de que no había nadie más cerca, por lo que si empezaba a preguntarme algo le podría contestar con tranquilidad y sin mil cámaras apuntándome.
Así fue, se acercó a mi y me saludó.
—Aitana, ¿qué tal has pasado estás Navidades en Sevilla? —me preguntó mientras yo bajaba la ventanilla del coche.
—Bastante bien, la verdad. Nunca había ido pero sin duda Sevilla se ha ganado mi corazón —sonreí.
—Es precioso, sí —coincidió conmigo—. Ya que hablamos de ganar corazones, se han estado especulando muchas cosas sobre tu supuesta relación con Pablo Gavi y tu persona, ¿algo que decir al respecto? ¿Algo que confirmar?
—Lo único que tengo que confirmar es la buena relación que tenemos, pero de amigos, nada más que de eso.
Mentí. Claro que mentí. No tenía ni la cara ni las ganas como para estar lidiando con todas las palabras que me llegarían si confirmara mi relación con Gavi. Aparte, todavía era demasiado pronto.
La periodista entendió mi postura y procedió a hacerme preguntas normales sobre mis próximas campañas o eventos sobre influencers. Contesté a las que pude hasta que vi a Gavi salir de La Masia con la equipación de entrenamiento.
Mi novio frunció un poco el ceño al verme con la periodista y empezó a andar un poco más rápido hasta entrar en el coche. Trataron de preguntarle algo a él también, pero pidió disculpas y me dijo que acelerara.
—¿Te estaban molestando?
—Que va. Me ha preguntado sobre nosotros pero le he dicho que solo somos amigos y ha decidió dejarme tranquila. Ha sido muy maja.
Lo miré durante un segundo y pude distinguir un collar igual al mío en su cuello, pero esta vez de un estilo más masculino. Sonreí al notarlo y lo miré a los ojos en un semáforo.
—¿Ese collar no es igual al mío? —dije más asegurando que preguntando.
Sonrió al darse cuenta.
—Sí, no te lo había dicho, pero iban a juego —sus ojos almendrados brillaron.
Me acarició la pierna mientras volvía a acelerar y llegábamos al Joan Gamper. Nos bajamos del coche y decidí quedarme en el entrenamiento cuando me enteré de que Sira también estaba viendo a Ferran. Por muy cansada que estuviera del viaje aún así me apetecía ver a mi amiga.
—Te veo luego, ¿vale? Te quiero.
Me agarró de la cintura para pegarme a su cuerpo y unió nuestros labios en lo que se suponía que era un beso corto, que terminó de serlo en cuanto hundió su lengua en mi boca.
—Venga, Gavi, que llegas tarde —puse las manos en su pecho, sin separarme demasiado de él. No tenía ganas de que se fuera, pero tenía que hacerlo.
—Me da igual. Ahora mismo te metería el baño y no saldríamos hasta mañana —contestó él.
Un escalofrío me recorrió de pies a cabeza.
—Gavi.
—Romero —me imitó en un tono más seguro.
Le dio igual y me volvió a besar con las mismas ganas. Hasta que un acento canario nos interrumpió.
—Bueno tío, tampoco me ahogues a la chica —dijo burlón pasando por nuestro lado con Ansu.
—Puto Pedri —dije yo en voz alta mientras me separaba de mi chico.
—Ey, ey, sin faltar —dijo el moreno de su lado.
—Es broma, Pepi. Te quiero —me acerqué al mencionado.
Le rodeé con mis brazos y luego hice lo mismo con Ansu. Los había echado de menos en estos pocos días que había estado sin ellos.
—Te quiero. Que te sea leve —dije más tarde dándole un último pico a mi novio.
Nuestros amigos se miraron con una expresión de asco y yo les di una colleja a cada uno, para luego dirigirme hacia donde estaba mi amiga. Me encontré también con Martina, que no sabía que estaba, pero así mejor.
En cuanto me vieron, no tardaron en abalanzarse sobre mi y pedirme detalles sobre lo que había pasado en Sevilla.