Capítulo 70: Estaré bien.

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aitana romero

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aitana romero

Que hubiera tenido una discusión con Gavi no significaba que le fuera a arruinar la noche, así que cuando salí del baño me limité a quedarme con mis amigas con la mirada perdida, sin hacer mucho caso a lo que me decían. Me preguntaron un par de veces lo que me pasaba, pero ahora no tenía ganas de estar explicando nada así que lo único que hice fue negar con la cabeza para quitarle importancia.

No veía la hora de irnos de ahí, así que cuando lo hicimos volví a respirar con normalidad. Necesitaba salir de aquel sitio, me estaba agobiando.

Por suerte el hotel no estaba muy lejos de la sede y llegamos en un par de minutos que en realidad se me hicieron eternos. Gavi no me había quitado la mirada de encima ni siquiera después de lo que me dijo en el baño, así que me di cuenta de que se había ido con Pedri a una terraza cuando dejé de notar su punzante mirada.

Fui a la habitación sola y me di una ducha caliente para despejarme un poco. Al salir me desmaquillé y me puse el pijama. Me acosté en la cama dispuesta a intentar dormir, pero empecé a dar vueltas y vueltas y no podía conciliar el sueño, así que me levanté y me fui a la habitación de mi mejor amiga.

—¿Aitana? —dijo extrañada— ¿Ha pasado algo?

Yo solo le di un abrazo mientras ella cerraba la puerta del cuarto. No tardé demasiado en empezar a sollozar contra su cuello, porque aunque lo evité no pude reprimir las lágrimas.

—Cuando te tranquilices cuéntame lo que te ha pasado —dijo acariciándome el pelo.

Y así fue. Cuando por fin pude articular una frase entera sin soltar una lágrima le conté la discusión que habíamos tenido Gavi y yo en el baño.

Para cuando terminé de hacerlo ella hizo el amago de hablar, pero entonces se abrió la puerta de la habitación y se vio a un Pedri con cara de cansado. Alzó las cejas en cuanto me vio.

—¿Quieres que vayamos a dar una vuelta por el hotel y hablamos? —me preguntó mi mejor amiga.

—Da igual. Descansa que el vuelo mañana es temprano —dije negando con la cabeza, no quería molestar más—. Buenas noches, te quiero.

Caminé hasta llegar a la puerta y encontrarme de frente con Pedri, mis ojos se volvieron a humedecer un poco en cuanto me miró, así que no tardó en rodearme con los brazos.

—Háblalo con él, ¿vale? Tampoco está bien —me confesó al oído.

Asentí con la cabeza y hablé con un poco de dificultad.

—Te quiero, Pepi, buenas noches —dije.

—Te quiero más tonta, descansa.

Salí de la habitación y fui hasta la mía, abrí la puerta y vi que Gavi ya estaba metido en la cama. Sin mucha más dilación lo imité y me acurruqué debajo de las sábanas.

Quise girarme y abrazarlo, porque así era como me había acostumbrado a dormir con él todas las noches, pero mi orgullo me era superior y no me permitía hacerlo.

Al día siguiente teníamos el vuelo bastante temprano para la hora a la que nos habíamos dormido, así que me levanté con pereza y me puse el primer chándal que encontré en la maleta. En principio se suponía que nos íbamos a quedar otro día más, pero habían hecho un cambio de planes y teníamos que estar hoy de vuelta en Barcelona.

Gavi y yo no nos dirigimos la mínima palabra ni siquiera cuando llegamos a la ciudad catalana. Nos montamos todos juntos en un mismo uber y el conductor fue dejando a cada uno en sus casas. Solo quedábamos Gavi, Sira, Ferran y yo cuando el sevillano habló por primera vez en el día, indicándole al hombre frente al volante que lo dejara en La Masia.

No me sorprendió que no viniera a mi casa, así que traté de no darle demasiada importancia.

No tardamos en llegar a su destino. Le dio un abrazo a cada uno menos a mi, por un segundo pensé que se iría sin decirme nada, pero entonces me cogió del mentón y me acercó hasta sus labios. No me negué porque ni podía ni quería, así que mientras que yo me limitaba a sentir su boca con suavidad él lo hizo con una pizca de rabia, pero con cuidado de no hacerme daño.

Salió del Uber sin decir nada más. Intercambié una mirada con Sira, las dos flipando un poco. Ferran estaba a su rollo jugando a un juego en el móvil así que no se había enterado de la mitad.

—¿Quieres que pasemos el día juntas? —preguntó.

—Me gustaría, pero tengo muchos trabajos que hacer —hice un puchero, lo que más me apetecía era su compañía.

—¿Segura? —repitió, sabía que lo hacía por miedo a que siguiera pensando en lo de Gavi.

—Quédate tranquila, estaré bien.

—Cualquier cosa me llamas —advirtió.

Le di un abrazo a Ferran y luego otro a mi amiga, que dejó un beso en mi frente antes de que saliera del coche. Se despidieron de mi con la mano cuando aún estaba llegando a mi apartamento.

En cuanto entré lo primero que hice fue dejar la maleta en el salón, tirada de cualquier manera. Ya luego me preocuparía de colocarlo todo, ahora lo único que me apetecía era darme un baño.

Lo hice para tratar de despejar un poco la mente, pero cuando salí estaba igual que al entrar, así que me puse a hacer trabajos para dejar de pensar tengo en eso. Sin darme cuenta, ya eran las cuatro de la tarde y yo ni siquiera había almorzado.

Me hice una pasta rápida pero tampoco comí demasiado, no tenía ni hambre ni ganas.

La tarde fue más de lo mismo, adelanté bastantes cosas y deshice la maleta del viaje. Me sorprendí cuando mi móvil sonó a las ocho de la noche con una llamada de Gavi.

—Aitana —me llamó.

—¿Qué? —contesté seca.

—Ven a La Masia.

—¿Por qué?

—Porque quiero verte —contestó.

—¿Ahora quieres verme? —reí irónica.

—Aitana, por favor.

—Que no quiero, Gavi.

—Deja de llamarme Gavi.

—¿No te llaman todos así? —espeté, la parte irónica se había apoderado de mi.

—Pues por eso mismo quiero que tú no lo hagas, no eres alguien cualquiera.

—Ayer me trataste como si lo fuera.

—Porque estaba cabreado.

—¿Y cada vez que te cabrees voy a tener que soportarte decir mierdas por la boca?

—No, y es por eso que quiero que vengas.

Rodé un poco los ojos y suspiré antes de pensármelo bien. No tenía nada que perder, y tampoco es que me apeteciera demasiado estar enfadada con Gavi.

—En cinco minutos estoy.

Fui tal cual como estaba; Unos pantalones de chándal negro y un top del mismo color. Me dejé incluso el moño mal hecho que llevaba. Total, a esas horas me daba igual quién me viera, tampoco iba a arreglarme para ir a La Masia.

No tardé nada en llegar, así que cuando lo hice subí directamente a la habitación de Gavi. Él solía venir bastante a mi casa, de hecho, pasaba más tiempo allí que aquí, pero aún así me sabía el camino de memoria.

Me paralicé internamente cuando vi a Carmen salir de su habitación. ¿Qué cojones?

𝐕𝐄𝐍𝐄𝐍𝐎; pablo gavi.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora