aitana romero
Sonreí con dulzura. Sabía lo mucho que le costaba expresar sus sentimientos, así que cada vez que lo hacía por muy mínimo que fuera el gesto, siempre lo valoraba como si fuera oro.
Miré a mi alrededor, fijándome en que las luces ya se habían encendido. Dirigí mi mirada al sevillano.
—Te quiero, Pablo —dije sonriente.
Gavi sonrió feliz y miró mis labios, yo hice lo mismo y agarre su capucha con las dos manos desde cada extremo para taparnos a ambos. Unimos nuestros labios y me pegué a él, con mucho cuidado de no aplastar la violeta que aún estaban en sus manos. Dejé mi mente en blanco, dejé de pensar en la mínima tontería o la mínima posibilidad de que nos pillasen. Quería disfrutar el momento de verdad, así que lo besé bien, lo besé bonito.
Habíamos tenido suerte de que la gente iba a su rollo, además de que como había dicho antes, Gavi llevaba la capucha y yo la bufanda, así que no nos habían reconocido a ninguno de los dos.
Para nuestra mala suerte, por mucho que quisiéramos pasear de la mano por toda la avenida, tampoco podíamos hacer eso. Una cosa era ocultarse entre el pelotón de gente que había concentrada y tapados y otra muy distinta era pasearse por ahí como si nada.
Empezamos a caminar cerca el uno del otro, yo con la flor en la mano y la vista de Gavi puesta en mi. Llegamos a Plaça Major caminando, pero cuando empezar a reconocer a Gavi decidimos que era hora de irnos.
Volvimos caminando al igual que habíamos hecho antes, y cuanto dejamos atrás las calles más céntricas, Gavi me cogió de la mano y me pegó a él.
—¿Lo tenías planeado? —le pregunté sonriente.
—Lo de que te murieras de frío y tuviera que ir a por algo calentito no, pero la flor sí —rió.
—Qué tonto eres —dije dándole un beso y sonriendo entre el.
—¿Y sabes que soy también?
—Sorpréndeme —rodé los ojos.
—El mejor —y me volvió a besar después de sonreír con superioridad—. ¿Y sabes qué eres tú?
Yo alcé las cejas indicándole que hablara, sonreí de lado esperando su respuesta.
—La chica más guapa.
Me reí y con una mano aplasté sus mofletes atrayéndolo hacia a mi para fundirnos en un beso. Seguimos caminando juntos y no tardamos en llegar a mi casa.
Habíamos decido ducharnos juntos, ya sabéis, para ahorrar agua. Gavi ya había salido mientras yo que yo aún seguía dentro terminando de ponerme la crema hidratante.
Veía por el espejo cómo se sacudía el pelo con una toalla, y llevaba una igual enrollada a la cintura, lo que le dejaba poco a mi imaginación.
Mi móvil vibro en el lavamanos, pero como seguía dentro no podía ver quién era.
—Gavi, mira a ver quién me ha escrito —le dije.
Vi por el espejo cómo se acercaba a mi móvil y le daba un toque a la pantalla para que se encendiera, le dije el código de desbloqueo y miró. Noté cómo apretó la mandíbula, así que fruncí el ceño confundida.
—Garnacho —dijo con la misma expresión.
—¿Qué dice? —insistí.
Él suspiró y se acercó de nuevo a mi móvil, yo salí de la ducha y empecé a secarme.
—Que si te apetece dar un paseo mañana —leyó soltando una risita irónica—. Tranquila, ya le digo yo que no.
Me terminé de vestir y me acerqué a él alejando sus manos de mi móvil.
—No quiero que empieces —dije mientras él se sentaba en el retrete llevándome consigo y sentándome encima de él sobre una pierna.
—Pues por eso mismo le iba a decir que no —me acarició la cintura alternando la vista entre mis labios y mis ojos.
—No sabía que no podía tener amigos —traté de hablar calmada.
—Garnacho no quiere ser solo tú amigo —rebatió él.
—¿No se supone que te tiene que preocupar lo que quiera yo?
—Pues claro que sí, pero es que en quien no confío es en él.
—Pablo, si confías en mi no tienes de qué preocuparte —contesté acariciándole la cara.
—¿Y si se te lanza?
—No lo hará porque solo somos amigos, y casi ni eso. Solo nos llevamos bien.
—¿Pero y si lo hace?
—Entonces lo evitaré —sonreí como pude.
Pablo me abrazó unos segundos y luego nos fuimos a la cama a dormir, no nos habíamos dado cuenta de que ya era bastante tarde.
Era curioso que nos comportáramos como si fuéramos pareja, cuando en realidad creo que ninguno de los dos tenía las cosas claras.
A la mañana siguiente, me desperté por el olor de café entrando en mis fosas nasales. Abrí los ojos y miré que en la mesilla de noche había un café del que aún salía vapor y una nota a su lado.
Estabas tan mona durmiendo que no he querido de esperarte y me he ido a entrenar. Vuelvo luego, te quiero.
Sonreí llevándome la notita al pecho y luego decidí guardarla en la funda transparente de mi móvil. Antes solía llevar ahí la tarjeta del metro o los tickets cuando me compraba ropa, pero ahora me había acostumbrado a llevarlo a la cartera, aunque sin duda esa notita se iba a quedar ahí y no me importaba. El móvil era algo que nunca perdía, así que de una manera u otra a partir de ahora llevaría a Gavi conmigo.
El café aún estaba caliente, lo que significaba que hacía poco que se había ido. Hoy tenía que hacer un par de cosas, así que bebí el café rápido y me vestí para salir a la calle.
Tenía que hacer un par de recados, por lo que aunque me apetecía ir caminando tenía que coger el coche para ir dejando las cosas ahí.
Primero pasé por unas cuantas tiendas de ropa para comprar ropa de invierno, no me había traído demasiada de Valencia, y eso era raro en mi. Luego me fui a hacer las uñas, algo muy sencillo. Cuando terminé compré algunas cosas que me hacían falta en el supermercado y por último pasé por la biblioteca para dejar unos libros que me habían servido para estudiar uno de los exámenes de la universidad.Llegué a casa y me quité algunas capas de ropa, quedándome solo con los vaqueros y el top. Empecé a recoger la habitación hasta que la puerta de mi casa sonó.
—Hola, rubia —dijo cogiéndome de la cintura y besándome.
Me gustaba tanto esto.
Le sonreí como respuesta y me quedé en el sitio cuando vi que detrás de él estaban Ansu, Pedri, Ferran, Sira, Martina y Balde. Me alegraba un montón de verlos, pero no me los esperaba ahí.
—Lo siento, me han obligado a dejarles que vinieran —dijo alzándose de hombros el sevillano y entrando.
Sonreí y los saludé a todos mientras entraban.