aitana romero
Habían transcurrido varias semanas desde mi llegada a Barcelona, en pocos días empezaba la universidad, así que estaba aprovechando con mi amiga los últimos días de vacaciones.
Ya habían sido un par los encuentros que había tenido con los chicos del Barça, ya que Martina y Pedri se acercaban a lo más parecido que había a ser pareja, así que me tocaba comérmelos a todas horas, aunque la mayor parte del tiempo me distraía con los demás.
También había conocido a Sira, que me había caído genial desde que la vi por primera vez. Su novio, Ferran, más de lo mismo. Había hecho buenas migas con todos, sin duda, no me arrepiento de haber ido a aquella fiesta con Martina.
Hoy el FC Barcelona tenía partido, así que Pedri había decidió invitarnos a mi amiga y a mi. Yo nunca había pisado un estadio y a duras penas sabía lo que era un gol, pero siendo sincera me apetecía ir y apoyar a los chicos.
Mi mejor amiga se puso unos vaqueros largos y la camisa del equipo con el dorsal de Pedri, sin una pizca de timidez. No eran pareja pero se notaba el compromiso entre ellos, se gustaban muchísimo. Yo, opté por unos vaqueros iguales y un corsé negro y de cuero, acompañado de un bolso y de un par de accesorios más de color oro.
Puesto que vivía a menos de quince minutos del Camp Nou, llegamos enseguida, la entrada estaba a rebosar, pero por suerte, llegó Sira a rescatarnos de aquella avalancha de aficionados que esperaban entrar.
—Casi no nos morimos ahí fuera —suspiré cuando estuvimos dentro por fin.
—Menos mal que vuestra amiga la guapa os ha ido a rescatar —dijo Sira guiñándonos un ojo—. ¡Aitana! —frunció el ceño.
—¿Qué? —dije extrañada.
—¿No tienes nada del Barça? —me preguntó.
—Que va, no me va el fútbol —contesté restándole importancia.
—¿Entonces por qué has venido, boba? Ahora te parecerán mamuts corriendo detrás del balón y no disfrutarás del partido.
—Acabas de decir exactamente mi definición de fútbol —reímos—. He venido porque me apetecía apoyar a los chicos, y veros a vosotras.
—Y ver a Gavi —soltó Martina por su bocaza.
A veces quería estrangularla.
—Al final a la que le va a gustar va a ser a ti. Te he repetido cuarenta veces que me cae mal —rodé los ojos.
—Me van más los canarios, los sevillanos son bastante sin más —se burló.
—¿Es sevillano? —pregunté curiosa, eso no lo sabía.
—¿Ves cómo te interesa? —espetó entre risas Martina.
—¡Por Dios que solo estoy preguntando! Pesada. Intercambié cuatro palabras con él en la fiesta y ya estás montándote historias.