aitana romero
Nos encontramos con los demás en la entrada del hotel y fuimos a desayunar a un sitio bastante típico de aquí, no es que hicieran comida especialmente de la isla pero sí que era el más frecuentado según Pedri. Fer y él nos estaba haciendo de guía porque nosotros no teníamos ni idea, y tampoco nos habíamos puesto a buscar.
Cuando terminamos de desayunar fuimos a una de las playas más bonitas que había visto. Tenía el agua cristalina como si estuviéramos en las Maldivas y había un montón de pequeños charcos a su alrededor. Era precioso.
—Métete, no seas miedica —se burló mi novio.
—No es que sea miedica, es que no quiero morirme de una hipotermia —excusé.
—¿Sabes qué es lo mejor para entrar en calor rápido? —se acercó un poco más a mi.
—A ver, sorpréndeme —supuse que sería alguna de sus guarrerías, así que rodé los ojos como si me molestara cuando en verdad me encantaba.
Por eso me tomó por sorpresa cuando me agarró de la cintura y me alzó un poco en el aire, entrando más a la profundidad. En cuanto le vi las intenciones empecé a moverme para que me soltara.
—¡Gavi, n...
Y no pude terminar la frase porque ya nos había hundido a ambos bajo el agua. Me llevé las manos a la cara al salir y me rasqué los ojos buscando un poco de claridad, en cuanto pude lo miré mal.
—Deja de mirarme así que me vas a matar.
—Es justo lo que quiero.
—¿Y dejarte sin novio? Buf, no eh —burló.
—Me buscaré otro que no me esté picando todo el día —entrecerré los ojos.
—Sabes que te encanta.
—Cállate, Gavira.
—Muy bien, no lo niegues —siguió.
—Eres muy pesado.
—Y muy guapo también —añadió él, yo rodé los ojos—. Pero más guapa eres tú.
Me reí y dejé que me abrazara.
Durante el resto del día estuvimos en la playa. Jugamos en la arena como niños pequeños, hundimos a Ansu bajo la arena e hicimos formas sobre él, nos metimos en el agua mil veces, nos hicimos aguadillas hasta que ya no pudimos más... Éramos unos niños pequeños y nos daba igual.