Capítulo 49: Mejor no quieras saberlo.

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aitana romero

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aitana romero

Hoy se acababa el año. Por fin era 31 de diciembre. Apenas quedaban un par de horas para que este año llegara a su fin.

Tenía ganas de que lo hiciera, pero a la vez no. Mi año había estado lleno de subidas y bajadas en todos los sentidos posibles. Había tenidos momentos fantásticos y algunos que quizá no lo habían sido tanto, pero a pesar de ello los había afrontado con las mismas ganas y el mismo coraje de siempre. Me admiraba a mi misma por ello.

Yo siempre había sido una persona a la que le había costado confiar en sí misma y en sus capacidades. Siempre me habían hecho daño, y no solo en el sentido de una relación amorosa, sino también mis antiguas amistades. Por lo que me habían hecho ser desconfiada con cualquier persona que conozco de primeras.

En cambio, con Gavi no fue así del todo. Obviamente al principio no me daba ninguna buena espina, desconfiaba de él igual que de cualquier otro tío, pero en cuanto lo fui conociendo un poco más me di cuenta de que quizá él no era como todos los chicos. Claramente empecé a no estar tan segura de ello cuando me enteré de la mala fama que tenía de ser un mujeriego, aunque para ser sincera cuando nos conocimos un poco más me empezó a quedar más claro de que había cambiado un poco.

Ya no lo veía en cada fiesta yéndose siempre con una tía diferente, sino que se quedaba conmigo picándome como se acostumbró a hacer desde que me conoció. Al principio me molestaba, pero creo que fue así como me terminé enganchando a él. Porque eso era a lo que se parecía Gavi, a una droga de la que estaba más que segura de que era adicta.

Empezamos acostándonos, solo eso, nada más allá de los sentimientos que pudiéramos tener cuando estábamos en la cama. Sin embargo, al poco tiempo los dos nos dimos cuenta de que sí que podíamos ir más allá de un simple polvo.

Y repito, los dos nos dimos cuenta, pero también éramos los dos los que teníamos miedo de sentir tanto por el otro, por lo que decidimos ocultarlo. Supongo que fue hasta que Gavi me preguntó por fin si quería ser su novia. Ahi los dos teníamos más que claros nuestros sentimientos, pero aquel miedo siempre seguía existiendo.

—¿En qué piensas tanto? —dijo Gavi incorporándose un poco a mi lado.

Acabábamos de volver del último partido del año, el cual habían ganado con mucho orgullo.

—En todo este año —sinceré.

—Y en lo fantástico que ha sido tenerme en él, ¿no?

—Más quisieras tú, Pablito.

—Vaya, pensé que follarte todos los días desde que te conozco iba a servir de algo en mi aportación para tu maravilla de año —se encogió de hombros, haciéndose un poco el ofendido.

—Eres un cerdo.

Me puse de lado y lo miré a los ojos mientras reprimía una risa. Fingía que me molestaban esos comentarios, pero lo único que hacían era ponerme a mil por segundo.

—A ti te encanta que sea así —me retó.

Rodé los ojos y soltaba un suspiro.

—Como vuelvas a hacer eso...

—¿Qué? —insistí.

Sonrió pícaro al verme con ganas de seguirle el juego. Aunque si queríamos hacer algo teníamos que darnos prisa, se nos había alargado la siesta y dentro de poco tendríamos que empezar a prepararnos.

—Mejor no quieras saberlo —sentenció.

Me puse encima de él en un movimiento rápido y apoyé mis manos en su abdomen mientras imitaba aquel gesto que tan loco le volvía. Me restregué un poco con él al hacerlo.

—Joder, Romero —gimió.

Sonreí al escuchar mi apellido en su boca y me dirigí a esta con decisión, dispuesta a besarle. Fundí nuestros labios y hundí nuestras lenguas, disfrutando el uno del otro mientras sus manos viajaban a mi trasero y reposaban en este. Manoseándolo a su gusto.

Gemí cuando me apretó contra él.

Empecé a besarle el cuello cuando sonó una alarma en mi móvil. Quise dejarla pasar, pero borré eso de mi mente en cuanto recordé que se nos empezaba a hacer tarde.

—Aitana, apaga esa mierda —contestó Gavi tratando de desabrocharme el sujetador—. Esta puta mierda no se quita —murmuró sin mucho éxito.

Reprimí una risa al ver su cara de concentración al no poder quitarme el sujetador. Pero decidí que no era el momento e intenté levantarme de su erección para zanjar el momento.

—¿Qué haces? —preguntó apretándome de nuevo contra él.

Sentí su miembro contra mi intimidad y quise notarlo dentro de mi, pero la alarma siguió sonando y me hizo volver a la realidad.

—Si queremos llegar a tiempo tenemos que empezar a prepararnos ya —me levanté de él por fin.

—Aitana, de verdad, no me hagas esto —me miró suplicante, indicándome su erección bastante notable en sus pantalones.

—Prometo compensártelo más tarde —me reí inclinándome para besarlo.

Me dio una palmada en el culo cuando empecé a caminar para prepararme.

—Más te vale, Romero. No sabes como me está doliendo ahora mismo —murmuró—. Te odio.

Dijo, pero no se le pasó desprevenido arrebatarme un beso húmedo de los labios. Sonreí cuando le vi entrar al baño a darse una ducha fría, la necesitaba.

Cogí la plancha de pelo y me hice unas ondas en los mechones rubios del mío, nunca solía hacerme cosas así, siempre lo llevaba liso, así que me gustaba hacerlo en ocasiones especiales.

Me puse un vestido negro de brillos que me llegaba por la mitad de los muslos, con la espalda totalmente descubierta. Me coloqué bien el collar que llevaba en conjunto con mi novio y me maquillé más de lo normal para estar un poco más presentable. No todos los días se empezaba un nuevo año.

Gavi salió del baño con el pelo húmedo de la ducha y una toalla enrollada en su cintura, la cual se había bajado un poco mientras andaba y se sacudía el pelo a la vez. Me dejaba poco a la imaginación.

Me miró en cuanto se dio cuenta de que estaba ahí y escaneó mi cuerpo de arriba a abajo mientras pasaba la lengua por sus labios. Su mirada paró, como no, en mi culo.

—Joder, Aitana —dijo mientras se volvía a poner cachondo.

Me volví a reír mientras él entraba de nuevo al baño. Volví a escuchar el agua de la ducha correr y no tardó demasiado en volver a salir. Esta vez se acercó a mi un poco más tranquilo.

—No te haces una idea de lo mucho que me pone verte con ese vestido tan corto —dijo pasando por mi lado para ponerse la ropa interior.

—Creo que sí que lo sé —me burlé.

—Lo sabrás esta noche cuando te quedes sin voz de tanto rogar que no pare.

Me quedé helada. Bueno, helada no, caliente era un término que en ese instante se ajustaba mejor a cómo de cachonda me había puesto Gavi en ese momento.

Aparenté normalidad rodando los ojos un poco y seguí retocándome mientras mi novio terminaba de preparase. No tardó demasiado, así que llegamos bien de tiempo a casa de Sira y Ferran, que era donde íbamos a pasar la noche.

𝐕𝐄𝐍𝐄𝐍𝐎; pablo gavi.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora