Capítulo 51: No era mi intención, Romero.

7.4K 326 5
                                    

aitana romero

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

aitana romero

Gavi y yo llegamos a casa derrotados, estos días habían sido un no parar desde que volvimos de Sevilla. Él no había podido parar con los entrenamientos ni yo con la vuelta a clases, ya no me quedaba demasiado tiempo para estudiar.

Me tiré sobre la cama en cuanto entramos a la habitación. Gavi dejaba mi bolso en la silla junto con mis tacones en un lado, se había ofrecido a llevarlos porque yo estaba que no podía con mi vida.

Noté como se acercó a mi y yo lo miré desde mi posición, sin moverme ni un centímetro. Extendí un poco el brazo hasta juntar nuestras manos.

—Si supieras lo preciosa que estás en este momento —comentó.

Arqueé un poco la espalda estirando los huesos mientras una sonrisa aparecía en mi rostro. Apenas podía dejar los ojos abiertos, pero no podía dejar de mirarlo.

Se inclinó un poco para besarme en los labios. Lo que comenzó con un beso tierno y con cariño terminó en nuestras lenguas juntándose y comiéndose como nunca. Y de pronto sentí su mano en mi cuello, sosteniéndome de ahí hasta que hizo un camino por todo mi cuerpo llegando a mi intimidad. Con dos de sus dedos sentí cómo hizo magia en mi centro por encima de la ropa interior. Mi vestido ya se había subido lo suficiente como para darle un buen acceso. Pero, de la nada, dejé de notarlo.

Abrí los ojos que antes había cerrado por el placer y lo miré con el ceño fruncido.

—¿Por qué paras?

—Porque tú me has dejado con las ganas antes —contestó reprimiendo una sonrisa burlona.

—Serás...

—Seré ¿qué? —me retó acercándose a mis labios.

Volví a atacarlos dándome bastante igual lo que me había dicho. No iba a permitir que me dejara ahora con las ganas. Me separé durante un segundo para quitarme el vestido por completo.

—Hecha por el mismísimo Miguel Ángel —murmuró mirándome.

Sonreí un poco y volví a unir nuestros labios, como él no hacía más que besarme decidí agarrar su mano y dirigirla a mi intimidad. Él entendió lo que le pedía y comenzó a mover sus dedos, pero poco después, se separó de nuevo.

—Que no pares, joder —gemí.

Cogí una vez más su mano, pero como no la movía puse mis dedos sobre los suyos y le indiqué. Prácticamente era yo la que me estaba tocando pero con sus dedos.

Gavi no se separó aún, se acomodó a mi lado en la cama después de quitarse la camisa en un rápido movimiento y nos paso la manta un poco por encima.

—Gavira, hoy vas a dormir en La Masía. Te lo digo muy claro —me quejé cuando quitó su mano de mi zona.

No lo vi dispuesto a seguir tocándome, solo reprimió una sonrisa burlona que yo misma me iba a encargar de borrar. Me mordí el labio inferior mientras bajaba mi mano por todo mi cuerpo hasta llegar a mi clitoris, el cual empecé a masajear como Gavi siempre hacía. Aunque ni de lejos podía darme a mi misma el placer que me daba él.

Abrió un poco los ojos y se lamió sus labios cuando se dio cuenta de lo que estaba haciendo. Sabía que verme tocándome le había puesto a mil, y esa era justa mi intención.

Aumenté el ritmo de mis dedos cuando lo miré, en sus ojos veía el deseo. Sin embargo, su orgullo era más grande. Llevé una mano a mi pecho y lo masajeé a la vez que no dejaba de mover mi otra mano.

Sola se toca bajo las sábana'
Ello' no saben que a ella me la pude saborear
Bebé, se te nota que estás bellaca ya
Ella es de las que hace las cosa' y las sabe callar

Noté la cama moverse cuando estaba a punto de correrme. Abrí los ojos y vi como Gavi se movía hasta llegar a estar entre mis piernas. Sonreí al ver que ya no había aguantado más.

No tardó en deshacerse de mi tanga de encaje y en llevar su lengua a mi intimidad, elevándome al cielo en un par de segundos.

Terminé en un par de minutos. Gemí sonoramente mientras me agarraba de su pelo y me corría en su boca.

—¿No decías que ibas a hacerme gritar? —reí besando su cuello.

—¿Te creías que me había olvidado?

—Lo parecía.

—Estaba muriéndome de ganas de saborearte, eso es todo.

—Pues estás tardando.

—Gírate —ordenó.

Otra cosa no, pero cuando Gavi se ponía mandón estando en la cama me podía desmayar ahí mismo. Era algo que me volvía tan loca que parecía mentira.

Le obedecí mordiéndome el labio inferior y gemí cuando noté su mano impactando con mi trasero.

Se agarró a mis caderas y poco a poco fue introduciendo su miembro en mi interior, dejó que me acostumbrara moviendo su pelvis de delante hacia detrás. Hasta que cuando ya consideró que estaba preparada me dio una estocada que hizo que me pusieran los ojos en blanco.

Hice la sábanas un puño en mis manos mientras me movía a su compás, justo como él me indicaba.

—Pablo, no pares —gemí cuando noté el calor ya en mi vientre.

—No era mi intención, Romero.

Un par de movimientos más y ya habíamos caídos rendidos sobre la cama. Respirando con dificultad y envueltos en sudor.

Nos fuimos a dar una ducha y no nos separamos en ningún momento. Todo el rato abrazados y dándonos besos.

Miré el reloj cuando salimos y vi que marcaba las tres de la mañana, ya era muy tarde y estábamos muy cansados, así que no tardamos en dormirnos.

𝐕𝐄𝐍𝐄𝐍𝐎; pablo gavi.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora