maratón 2/3aitana romero
Hoy llegaba por fin el esperado día. Tenía, después de muchas semanas, el último examen. Estaba nerviosa pero a la vez confiada, sabía que había estudiado muchísimo y que me lo sabía, pero siempre llevaba encima ese miedo que tenemos todos a la hora de hacer un examen.
Me había estudiado todos los epígrafes habidos y por haber, me sabía hasta los puntos y las comas de cada párrafo del libro, así que estaba segura de que iba a aprobar.
Quería ir cómoda y sin mucha complicación, así que me puse unos vaqueros básicos que me quedaban un poco grandes de cintura y luego un suéter de punto azul ceñido al cuerpo. Cogí un bolso y llevé en la mano una sudadera por si me daba algo de frío.
El camino de mi apartamento a la facultad no era largo, por lo que tardé como mucho diez minutos en llegar. Estaba subiendo las escaleras hacia la entrada cuando mi móvil vibró, encendiéndose la pantalla y dejándome ver un mensaje del sevillano.
"Suerte, rubia. Vas a sacar un diez no, un mil. Recuerda todo lo que te has esforzado y te saldrá. Te quiero un montón".
Sonreí atontada hacia la pantalla y le contesté con un sticker de bebé, me gustaría haberle puesto algo más, pero iba un poco justa de tiempo y no podía. Entré a la clase y ya estaba casi todo el mundo preparado, aceleré el paso hasta llegar a mi sitio y cogí un boli azul.
Jugué con el bolígrafo nerviosa en el pupitre mientras empezaban a entregar la hoja del examen. Mientras ponía mi nombre, recordé las palabras de Gavi, "recuerda todo lo que te has esforzado y te saldrá". Suspiré y le hice caso.
Pasaron dos horas hasta que por fin salí de aquella clase más que contenta, habían puesto todo lo que pensaba que iba a entrar, así que no había tenido ningún problema a la hora de contestar. Lo había desarrollado todo genial, incluso en las mismas preguntas en las que no me lo exigían.
Salí de la facultad siendo ya de noche, así que me puse la sudadera porque aunque no tuviera frío sabía que si estuviera mi madre conmigo me obligaría a hacerlo. Bajé los escalones y me encaminé hacia el coche para irme a casa, tampoco tenía ganas de mucho más, por muy contenta que estuviera.
—Hola, guapa —escuché que decía alguien apoyado en mi coche.
Había reconocido perfectamente esa voz y ese acento, pero como estaba todo muy oscuro no veía, enfoqué mejor la vista y pude ver por fin de quién se trataba.
—Hola, guapo —contesté yo de la misma forma acercándome a Gavi.
—¿Qué tal te ha ido?
Me acerqué a él y me puse de puntillas para besarlo antes de contestarle.
—¡Genial! Lo he puesto todo, creo que ni mi nombre me lo sé tan bien como ese examen —gesticulé emocionada.
—Me alegro un montón —me besó en la cabeza y me frotó la nariz con ternura.