aitana romero
Cogí el bolso negro que tenía detrás de la puerta, y cuando terminé de meter las cosas salí de casa con un poco de prisa. Como siempre, llegando tarde. Últimamente me estaba pasando un montón.
Sabía que a las seis de la tarde el centro de Barcelona estaría a reventar, y como tampoco me apetecía demasiado conducir decidí ir caminando. Literalmente vivía a dos calles de la Sagrada Familia y el resto del centro, pero muchas veces sacaba el coche y lo dejaba en algún parking. Si no fuera por eso ni lo usaría.
Vi la cabellera morena de mi mejor amiga a lo lejos y decidí acercarme silenciosa. Le tapé los ojos por detrás cuando llegué a la terraza en la que estaba sentada esperándome.
—¿Quién soy? —bromeé.
—Mmh... ¿La chica que llevo sin ver más de un mes?
—Puede ser.
Sonreí un poco y me senté enfrente de ella. La había echado de menos. No nos habíamos visto casi nada, pero nos la pasábamos hablando por teléfono todos los días.
Pedí un Nestea y nos pusimos manos a la obra para contarnos lo que había pasado los últimos días, aunque más bien ella me actualizaba a mi. Yo no tenía nada que contar, mi vida se basaba en ir de mi casa a la universidad y de la universidad a grabaciones, sesiones de fotos o eventos a los cuales iba a la mayoría por obligación. De vez en cuando llegaba a ser una buena forma de distraerme, pero a veces no me apetecía arreglarme y fingir tener una sonrisa resplandeciente para las cámaras. Y menos aún cuando los periodistas centraban todas sus preguntas en Gavi.
—¿Ya está anocheciendo? —pregunté frunciendo el ceño. El tiempo cuando estaba con ella se me pasaba volando.
—¿Sí? ¿Qué dices, tía? —hizo una mueca al darse cuenta—. Oye, en un ratito me tengo que ir, voy a ver el partido de los chicos.
Lo dijo con tanta normalidad que me sorprendió el nivel de nerviosismo que apareció en mi cuerpo.
Los chicos.
Frunció un poco los labios cuando se dio cuenta.
—¿Has hablado con alguno? —preguntó, decidiendo empezar el tema.
—No, y tampoco creo que lo haga.
—¿Pero por qué? Ellos no tienen la culpa de nada.
—Ya lo sé, Martina, pero por eso mismo lo hago. Creo que mantenerme alejada de cualquier cosa que me recuerde a él es lo mejor. Además, son una piña, van a todos sitios juntos.
—Esa no es la cuestión, Aitana, es que también son tus amigos.
—No lo sé. No estoy preparada.
—¿Preparada para qué?
Si no me entendía ni yo, Martina iba a hacerlo menos aún.
—Déjalo, da igual.