Capítulo 41: Prefiero empezar por el postre.

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aitana romero

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aitana romero

Cogí la maleta y empecé a meter un par de prendas mientras Gavi entraba en la habitación. Había mirado el tiempo antes e iba a estar cambiando constantemente, así que metí ropa de invierno pero también cosas calurosas por si acaso. Tenía la maleta a reventar pero mejor prevenir que curar.

—¿Esto lo vas a llevar? —me preguntó Gavi subiendo y bajando las cejas.

Miré lo que sostenía en sus manos y solté una carcajada al ver que era un conjunto de lencería negro.

—Que fé tienes, Pablito —le dije arrebatándoselo de las manos.

—Oye —hizo un puchero—, ¿por qué no?

—Pura porque te recuerdo que nos vamos a quedar en casa de tus padres, no vamos a estar solos.

—¿Y qué? Todo el mundo folla. A mi hermana todavía no me ha tocado escucharla aún, y espero que siga así, pero créeme que a mis padres sí. No creo que se asusten.

—Gavi —le regañé aguantándome la risa.

Me besó el cuello por detrás un par de veces con cariño y luego se alejó para hacer también su maleta. Dentro de nada tendríamos que estar ya en el aeropuerto, de hecho, se suponía que debíamos estar de camino.

Por suerte, no tardamos demasiado en terminar las maletas, así que nos montamos en el coche y nos dirigimos hacia el Prat. Una vez estuvimos allí tratamos de pararnos un poco con los fans que pedían fotos, pero no tardaron en llegar los periodistas y empezar a acosarnos con las preguntas. Les extrañaba vernos juntos en un aeropuerto, supongo que era comprensible.

Después de hacer el check-in pasamos por seguridad, nos dirigimos a la puerta de embarque y al ver que aún quedaban unos minutos decidimos sentarnos en una de las cafeterías que había enfrente.

—Ahora mismo estoy sintiendo trescientas cámaras sobre mi —dijo Gavi mirándome fijamente, estaba tan quieto que parecía que si se movía explotaría una bomba.

—¿Tú crees? —dije irónica al notarlo también.

Tratábamos de actuar normal, no estábamos haciendo nada malo, pero era difícil hacerlo cuando sabíamos que cualquier cosa, por mínima que fuera, sería cuestionada por los demás.

Por suerte, pronto empezamos a escuchar como llamaban a los pasajeros de nuestro vuelo, así que nos pusimos en cola.

El vuelo duraba una hora y cuarenta minutos, más o menos, así que no me enteré de nada porque caí rendida sobre el hombro de Gavi. El día anterior habíamos estado en casa de Pedri todos juntos y nos habían dado las mil, así que no había podido descansar demasiado.

En cuanto aterrizamos, noté cómo Gavi me sacudía un poco para despertarme. Seguro que debían de haber mil cámaras apuntándonos.

—Rubia, hemos llegado —susurró cerca de mi oído.

𝐕𝐄𝐍𝐄𝐍𝐎; pablo gavi.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora