Capítulo 18: ¿No lo sabes?

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aitana romero

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aitana romero

Después de salir de La Masia me dirigí hacia mi casa, necesitaba llegar ya y darme una buena ducha para despejar la mente, era justo lo que necesitaba después de haber pasado la noche con Gavi. Había dormido más que bien, eso era seguro; Las manos del sevillano rodeándome la cintura y yo escuchando como su corazón bombeaba con rapidez. Pero por supuesto, me había comido la cabeza antes de que pudiera conciliar el sueño.

Salí de la ducha con una bata puesta y me tiré en la cama con los ojos cerrados, dispuesta a relajarme sin pensar en nada durante unos minutos, pero fui interrumpida con el sonido de mi móvil vibrando contra mi mesilla de noche. Distinguí el nombre de Martina y me acerqué para contestarle.

—Aitana joder, menos mal que das alguna señal de vida —dijo nada más contestar.

—¿Qué?

—Ayer te estuve llamando, como diez veces, y no lo cogiste.

—Perdona, no me había dado cuenta. ¿Todo bien?

Joder, pues claro que no me había dado cuenta, si estaba con Pablo. Mi móvil se había quedado durante toda la noche en mi bolso.

—Sí sí. ¿Y dónde estuviste ayer? Tan ocupada que estabas —dijo, y me pude imaginar su cara enarcando una ceja.

—Nada, solo que no estuve pendiente al móvil.

No se lo quería decir más que nada porque sabía cómo de pesada se iba a poner si se enteraba de que no había cogido el móvil por culpa del número 30 del barça.

—Aitana, no me mientas.

Suspiré mientras me llevaba la mano a la frente.

—Estaba con Gavi.

Escuché un grito por su parte y en mi cara apareció una sonrisa inevitable.

—¡Aitana Romero! ¡Estabas con Gavi! —exclamó emocionada.

—Que sí, pesada.

—De pesada nada. Has estado con Gavi y no me lo has contado —reclamó.

—Ayer no cogí el móvil y acabo de llegar a mi casa.

—¿Que acabas de llegar a dónde? Tía, como me digas que has dormido con él, a mi me da algo.

—¿Entonces no te lo digo?

—¡Te odio tanto! ¡Estas cosas me las tienes que contar! De verdad, tener una mejor amiga para esto... —suspiró dramáticamente.

—Hombre, si quieres te cuento hasta los detalles.

—Empieza.

—Eres una cerda, lo decía de coña —dije haciendo una mueca de asco, aunque sabía que no me veía.

—Has sido tú la que lo has ofrecido —se excusó—. ¿Y qué tal esta mañana?

—No lo sé.

—¿No lo sabes?

—No, me he ido sin despedirme, antes de que se despertara —contesté.

Juraría que podía escuchar su mano chocando contra su frente, probablemente pensando en lo tonta que había sido, la conocía muy bien.

—Definitivamente, te falta un agua. ¡Qué digo! Un agua no, un ciclón —suspiró—. ¿Cómo te vas a ir sin despedirte de él después de haber follado y después de haber dormido juntos?

—Tía, estoy muy confundida.

—Lo sé, pero no te costaba nada despertarlo para decirle que te ibas. O dejarle un mensaje al menos. Ponte un segundo en su lugar y dime cómo te sientes —me dijo.

Tenía razón. Si hubiera sido al revés y hubiera sido Gavi quien se fuera sin explicaciones, probablemente me comería la cabeza durante mucho tiempo pensando en que solo me había utilizado.

—Soy tonta.

—Bueno, Aiti; lo hecho, hecho está. Lo único que puedes hacer ahora es hablar con él y explicarle por qué lo hiciste —recomendó mi amiga.

—¿Estás loca o qué? Por supuesto que no hablaré con él. Si no somos nada tampoco tengo por qué ir dándole explicaciones.

—Que no seáis nada no tiene nada que ver. Se trata de ser persona y de ser empática —contestó ella—. Mira, si no quieres no te puedo obligar, tú haz lo que mejor creas.

Me quedé callada porque sabía que tenía razón, pero no quería admitirlo porque de solo pensarlo, me temblaban las piernas.

—Te estuve llamando para avisarte de que hoy los chicos iban a ir a una discoteca, nos han invitado —cambió de tema.

Por un lado el cuerpo me pedía no ir, quería quedarme en casa acurrucada en la cama sin hacer nada, pero mi mente me decía que me preparara y que me olvidara de todo durante una noche.

—Ven a mi casa luego y nos preparamos juntas —terminé diciendo.

Colgué y empecé a contestar algunos mensajes de anoche de mis amigos y otros más de instagram. Mañana por la tarde tenía una sesión de fotos y me había olvidado por completo.

Después de haber estado un rato contestando correos, ya tenía el pelo seco, así que me hice una trenza un poco mal hecha y me puse un chándal azul oscuro. Cogí mi bolso de clase y salí pitando para no llegar tarde, había estado toda la mañana vagueando y no me había dado ni cuenta.

En el primer cambio de clase me dirigí a una máquina expendedora y me cogí una bebida energética, sin duda lo necesitaba. Me senté en una mesa y saqué el móvil para entrar a instagram. Mi corazón se paró al ver que Gavi había subido una historia, entré sin importarme mucho y vi que era una foto de el entrenamiento de hoy. Salía junto con Frenkie, el rubio sonriendo a la cámara y subiendo el pulgar y Gavi también con una sonrisa, aunque sabía perfectamente que no era la verdadera.

Con el tiempo había aprendido a diferenciarla.

Cerré la aplicación y cogí mis cosas para empezar a caminar hasta Escritura periodística, que era mi siguiente asignatura. Me senté en mi sitio y miré a la profesora con pereza, no estaba escuchando ni la mitad de lo que me estaba diciendo, en mi cabeza solo había un sevillano que últimamente no podía salir de mi.

En cuanto me di cuenta terminé la última clase y me fui directamente a casa, aunque pasé primero a comprar algo comida, no me apetecía nada estar cocinando, además de que ya eran casi las cinco de la tarde.

Durante la tarde trabajé en algunas campañas y terminé algunos trabajos de la universidad, a veces se me complicaba un poco llevar la vida de estudiante y la de redes sociales a la vez, pero también solía ser una buena forma de distraerme de todo. Y vaya si me distraía, porque en cuanto escuché que alguien picaba la puerta supe que era Martina.

𝐕𝐄𝐍𝐄𝐍𝐎; pablo gavi.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora