pablo gavi
Si había algo que me rompía el alma en dos, sin duda era discutir con Aitana, y más aún en este momento por el motivo por el que lo habíamos hecho.
Entendía que no tuviera ganas de aguantar los comentarios que se harían si nuestra relación saliera a la luz, pero yo creo que peores que los que ya hacían no podían ser.
¿Qué más le daba lo que dijera la gente mientras estuviera conmigo?
Eso era lo que no entendía.
Me decía que tenía miedo de que arruinaran nuestra relación, pero eso solo puede pasar si ella se lo permite, si se sigue ocultando de esa manera. Ella más que nadie sabe cómo va esto de las redes, la gente no se quedará tranquila por mucho que lo intentemos.
Yo solo quería poder presumirla delante de todos, quererla igual que lo hago cuando nadie mira o darle la mano mientras caminamos por la calle. Pero a ella le importaba más la opinión de gente que ni conocía antes que a la mía propia.
Cuando discutimos lo primero que hice fue largarme de su casa, no podía seguir allí porque sabía que la cosa sólo iba a ir a peor. Éramos dos personas que cuando discutían no sabían controlar lo que salía de nuestra boca, así que era mejor que me largara y que se dejara el tema ahí hasta que nos calmáramos.
Luego llamé a Pedri, que me dijo lo que ya sabía; Que antes de hacer cualquier tontería hablara con ella para solucionar las cosas si de verdad quería hacerlo. Por supuesto que quería. Aitana era mi vida entera.
Aún estaba hablando con mi amigo cuando me llegó una llamada de Carmen. Pedri no tardó demasiado en colgarme así que cuando lo hizo le devolví la llamada a mi amiga.
—¡Ey! Llegué esta mañana a Barcelona, ¿estás ocupado? —soltó con su voz chillona al descolgar.
Carmen no es que fuera una amiga mía muy íntima, pero la conocía desde que era pequeño y me había criado con ella hasta que me mudé a Barcelona, ya que ella se quedó en Sevilla. La conocí porque iba a la guardería con mi hermana y poco tiempo después empezaron a ir juntas a mi casa a jugar. Siempre estaba pendiente de mi cada vez que iba pero yo solía estar jugando con la pelota o huyendo de ella, de pequeño incluso me daba miedo.
Pero le tenía cariño.
—¿Por? —contesté bastante desanimado.
Hace poco había llegado a La Masía así que lo primero que había hecho era darme una ducha. La necesitaba para despejarme aunque lo había hecho bastante poco la verdad.
Aún tenía los ojos y las mejillas un poco rojas de haber estado llorando, pero supuse que no tardaría en estar normal de nuevo. Me mojé un poco la cara esperando su respuesta.
—Para vernos, que me aburro —se rió media obvia.
—Como quieras, ¿dónde nos vemos?
Le contesté desinteresado. No es que me apeteciera demasiado, pero si había venido a Barcelona era para visitarme, no por nada más. Ella no tenía nada que hacer aquí, así que tampoco quise dejarla mal.
Quedamos en vernos en un bar para tomar algo en diez minutos. Me vestí con lo primero que pillé y en cuanto me di cuenta ya estaba montado en el Uber para ir hacia dónde habíamos quedado. Ella ya estaba allí cuando yo llegué.
La saludé con dos besos y ella se enganchó a mi para darme un abrazo que acepté un poco a regañadientes.
Ahora mismo el único abrazo que quería era el de mi novia.
Nos sentamos en una de las mesas de dentro y pedimos cada uno un refresco. Ella empezó a hablar y hablar, yo hice como que la escuchaba mientras que en mi mente solamente pasaba una cosa, una cosa que sin duda tenía nombre y apellido y unos ojos que deseaba estar mirando en ese instante.
—¿Te parece bien? —escuché que decía.
¿Que si me parecía bien el qué?
Iba a asentir con la cabeza de cualquier manera aunque no hubiera escuchado nada, pero quizá me estaba proponiendo algo raro y yo sin enterarme.
Maldije en mi interior por haber estado ignorándola todo el tiempo sin poderme sacar de la cabeza a la rubia.
—Perdona, no te he escuchado, ¿que si me parece bien el qué?
—Que nos saquemos una foto, no tenemos ninguna juntos más las que hace la prensa —se rió, aunque a mi no me hacía ni pizca de gracia cuando lo hacían.
Asentí con la cabeza con bastante desinterés y nos pusimos de pie para sacar mejor la foto, igualmente ya tenía pensado irme así que salimos fuera.
Nos enfocó con la cámara y yo le rodeé los hombros con el brazo para no parecer tan tonto en la foto, ella hizo lo mismo con mi cintura y sonrió hacia la cámara. Yo lo intenté pero no podía, así que ni siquiera me forcé demasiado.
Unos minutos después me despedí de ella y volví a La Masía para intentar dormir un poco, que era justo lo que necesitaba para olvidarme de todo en ese momento.
Me costó bastante pero cuando por fin logré hacerlo lo primero que hice fue soñar con Aitana. Tenía que ser un broma.
A la mañana siguiente tenía pocas ganas de levantarme, pero como tenía entrenamiento no me quedaba de otra. Cogí el móvil antes de salir de la cama y vi que tenía un par de llamadas perdidas de mi novia, me había llamado cuando estaba con Carmen y no me había dado ni cuenta.
Abrí su contacto dispuesto a devolverle la llamada cuando me lo pensé dos veces y decidí que no. Debía de estar haciendo exámenes en la universidad y no lo iba a coger, además de que me apetecía más hablar las cosas en persona y que me diera buenas explicaciones de todo ese miedo que tenía.
Durante el entrenamiento intenté dar lo mejor, como siempre, pero no pensé que me costaría tanto. Salí de allí con bastante desgana y me fui solo de nuevo a La Masía. Los chicos se iban a almorzar juntos pero a mi solo me apetecía estar con una persona y de hecho, no podía.
Almorcé en el buffet y cuando termine volví a subir a mi habitación. Terminé de lavarme los dientes cuando una llamada de Pedri interrumpió mi disposición a echarme una siesta.
—Hermano, esta noche vamos a salir los chicos y yo, vente que te vendrá bien —me dijo el canario.
—Pedri no me apetece nada, de verdad —dije sin ganas.
—Pues me importa muy poco, porque a las diez te paso a recoger.
Y sin decir mucho más me colgó. Parecía que no me quedaba de otra.
Quise llamar a Aitana, pero por la hora supuse que seguiría en la universidad. Suspiré tratando de pensar en lo que haría, aunque me era imposible porque en ese momento no podía pensar con claridad. Me estaba empezando a doler la cabeza ya de tanto intentarlo.