aitana romero
Por suerte o por desgracia, los días pasaron rápido. Me encantaba este lugar, me encantaba el motivo por el que estaba aquí y me encantaba la gente de la que estaba rodeada.
Hace pocos días había empezado a trabajar ya con Lorena y el resto del equipo, tenía mil ganas de hacer por fin la primera entrevista, o mejor dicho, mil ganas de que empezara por fin el mundial.
Pero creo que lo que más ilusión me hacía era estar rodeada de la gente a la que más quería mientras lograba gran parte de mis sueños.
Y bueno, una cosa lleva a la otra, y hablando de gente y hablando de querer... A cada sitio que iba, estaba Gavi en el. No lo culpaba, porque sí, había mil sitios diferentes en Qatar y muchísima gente distinta, pero en realidad era culpa mía que me acoplaba a todos los planes de la selección española. Mis amigas también lo hacían, así que en parte podría echarle la culpa a ellas.
No habíamos hablado demasiado, para ser sinceros, pero prefería dejar las cosas así para no confundirme más aún.
Me alejé un poco de los demás cuando vi la hora y cogí el móvil para llamar a mi novio, del cual no sabía nada desde hace unos días.
—Hola —escuché que me decía.
—Hola.
¿Un "hola" era lo único que era capaz de decirme después de no haber hablado durante días? Parecía que la historia de Gavi se repetía de nuevo, pero con Garnacho y puede que un poco menos heavy. Esta vez ya tenía aprendida la lección.
—¿Qué tal? ¿Estás en el hotel? —le pregunté.
—Estoy saliendo de entrenar, ¿y tú?
—Con los de la selección tomando algo en el hotel. ¿Vosotros qué tal?
Obviamente iba con mi país en el mundial, pero si no podía ser tenía más que claro que iba a ir con Argentina.
—Aitana, no creo que debamos de forzar las cosas...
—¿Qué?
—Pues eso, que no hace falta que forcemos las cosas.
—¿Forzar el qué, Alejandro? Si te estoy llamando porque me apetece hablar contigo.
—No creo que te apetezca hablar conmigo estando rodeada de todos tus amigos, y lo entiendo.
—Pero a ver, Alejandro, ¿qué película te estás montando? Te he llamado porque me apetecía escucharte, hablar contigo y saber de ti, porque llevábamos días sin hablar.
—Por eso mismo te lo digo. Si llevábamos días sin hablar no entiendo por qué lo hacemos ahora.
—¿Me estás diciendo que no quieres hablar más o cómo es la cosa?
—No he querido decir eso.
—Pues explícate que eso lo sabes hacer muy bien.
—¿Podemos hablar esta noche?
Joder. Mira que hay días, mira que hay horas, y tenía que elegir la única en la que no podía. Pero no me pensaba sentir culpable por ello, no iba a estar esperando toda la vida hasta que a él le diera la gana de hablar. Ahora le tocaría adaptarse a mi como yo muchas veces me adapté a él.
—No puedo, pero mañana si quieres sí.
—¿Qué vas a hacer esta noche?
—Ansu Fati ha alquilado una casa y va a montar una fiesta para los de la selección, amigos cercanos y eso.
—Con amigos cercanos te refieres a sus parejas, ¿no?
—Pues los que tienen; sí.
—¿Y tú irás como la pareja de Gavi? —ironizó.
—De verdad, Alejandro, no estoy para aguantar más celos de nadie.
Y no dejé que siguiera hablando porque le colgué. Ya lo había vivido una vez, y aunque me muriera por arreglar las cosas con él, había aprendido a priorizarme.
Cuando volví con los demás, Gavi se me quedó mirando, como si estuviera buscando entre mis facciones lo que me pasaba. Yo dirigí mi mirada hacia Martina, que se acercó a mi y me habló.
—Yo creo que voy a ir subiendo ya a la habitación para empezar a prepararme, ¿vienes?
—Sí, ¿avisamos a Sira para que venga?
Asintió con la cabeza y fui hacia Sira para separarla de Ferran y decirle que cogiera sus cosas para empezar a prepararnos. Nos despedimos de todos hasta dentro de un rato y llegamos arriba.
La primera en ducharse fui yo, porque era la que más solía tardar. Así luego ellas se quedaban más tranquilas. La segunda fue Martina y por último Sira, que mientras la primera se duchaba me ayudaba a secarme un poco el pelo para poder planchármelo más tarde.
Me maquillé sin mucha ciencia, añadiendo como mucho un poco de negro en la línea de agua de mis ojos, para poder resaltar así el color azul que había en ellos. Pocas veces me hacía cosas así, pero cuando lo hacía me sentía inalcanzable.
Mientras me terminaba de echar el rímel, Sira me planchaba el pelo y Martina le hacía ondas a ella. Éramos todo un show, pero gracias a eso conseguimos terminar más temprano de lo que esperábamos.
Se nos había hecho igual de tarde que siempre, pero por lo menos íbamos monísimas. Yo me había puesto un vestido negro ceñido a mi cuerpo, junto con unas botas largas negras que llegaban casi hasta mis rodillas.
Llamamos a un uber y le dimos la dirección de la casa, los chicos ya estaban ahí desde hace rato, planeándolo todo y empezando a beber seguramente. Ya eran las once de la noche pasadas y a ellos les gustaba empezar temprano.
A los veinte minutos llegamos por fin y se podía escuchar a lo lejos la música proveniente de ahí. Caminamos un poco porque el uber no podía entrar a la zona donde estaba la casa, así que cinco minutos después estuvo Balde abriéndonos la puerta. Lo saludamos todas con entusiasmo y lo primero que hicimos fue ir a por un cubata para intentar cogerles el ritmo.
La verdad es que había perdido un poco la práctica en esto. No eran lo mismo las fiestas de Londres con las de Barcelona, así que cuando me di cuenta dejé de salir con aquella frecuencia. Además de que con las prácticas y la universidad no daba para mucho más que simplemente tratar de sobrevivir.
Nos tomamos el primero y cuando pedimos el segundo nos acercamos a la pista para empezar a bailar a nuestro rollo. Con un poco de suerte, algunos de los jugadores se animaron y se unieron a nosotros. Y por lo menos no tuvimos que rogarles tanto como a los del barça.
Hablando de barça, Gavi, como de normal, estaba sentado en un sofá mirando en percal y aguantándose la risa. Debía de ser gracioso ver a un par de borrachos moverse como gusanos en un círculo. Reprimí una sonrisa cuando hicimos contacto visual y seguí a mi rollo con mis amigas.
Pasaron dos horas hasta que escuchamos que la música empezaba a disminuir, todos dirigimos la vista a la mesa en la que se había subido Ansu.
Hace rato habíamos dejado de bailar y nos habíamos sentado en los sofás, pero aún así nos lo estábamos pasando genial.
—Creo que es hora de animar un poco esta fiesta, ¿no creéis? —escuchamos decir a Ansu mientras llegaba con varias botellas en sus manos.
¿Qué podía salir mal?
Bueno, de hecho muchas cosas, pero ya teníamos 23 años y la vida se reía de nosotros en nuestra cara de lo rápido que iba, así que quizá Ansu tuviera razón.