Capítulo 39: Te he comprado una cosa.

8.2K 380 23
                                    

aitana romero

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

aitana romero

—Deja el móvil ya, que sigas viendo esas cosas solo te pondrá peor —dijo Gavi arrebatándome el aparato de la mano.

No puse resistencia y dejé que me quitara el teléfono, tenía razón. Desde que habían salido nuestras fotos con la marca lo único que había hecho la gente era hablar de ellas. Era normal, era lo que nos esperábamos desde el principio, pero de ahí a que la gente empezara a inventar cosas sobre mi había un rato largo.

Se dedicaban a enviarme mensajes de todo tipo por instagram y a comentarme en cada publicación aunque fuera antigua. Me preguntaban sobre Gavi y sobre nuestra supuesta relación pero también me llamaban de todo. No entendía el por qué, si yo no había hecho nada, pero supongo que así era la fama.

—¿Quieres que hagamos algo hoy? Y así te distraes —preguntó Gavi.

Ahora estábamos en La Masia. Esta mañana había salido a hacer un par de cosas que tenía pendiente, y aprovechando que me quedaba de camino decidí venir a verle.

—¿No tienes entrenamiento? —fruncí el ceño al mirar la hora.

—Sí, pero puedo no ir si quieres. No me importa, si total, estoy sancionado —rodó los ojos.

Es verdad, no me acordaba. Gavi se había peleado con un jugador del Osasuna en el último partido, y como no era la primera vez que le avisaban de que se controlara le tuvieron que poner una sanción, por lo que no jugaría el próximo partido. El cual, por suerte, no era demasiado relevante.

—No te la juegues más —dije dandole unas palmaditas en la espalda.

—Por ti lo haría —me abrazó por la cintura.

—Venga, que no me vas a engatusar —contesté dejando un beso casto en sus labios.

—Está bien, pero luego hacemos algo —me advirtió con el dedo.

—Que sí, pesado. Sira y Ferran nos han invitado a su casa hoy —recordé.

—Pues vamos con los demás, aunque me apetece más estar contigo a solas.

—Ya tendremos tiempo para eso, Gavira. Ahora vete a entrenar, quiero que sigas conservando tus órganos.

—Sobre todo el reproductor masculino, ¿no?

—Idiota —me reí.

Me despedí de él y salí de La Masia para ir a casa de Sira. Ferran también tenía entreno, así que estuvimos durante toda la mañana contándonos todo lo que había estado pasando en nuestras vidas. Al rato llegó Martina, a quien le había quedado una asignatura y se había tenido que quedar estudiando.

Se unió a nuestra sesión de chismorreo a la vez que cocinábamos unas pizzas para almorzar con los chicos. Que por cierto, no tardaron nada en aparecer en la puerta.

Fui a abrirles y los fui saludando a medida que iban pasando por el umbral de la puerta. Fruncí un poco el ceño extrañada, al ver que no estaba Gavi. Me asomé un poco hacia fuera pero tampoco lo vi. Entonces cerré y me dirigí a los demás.

—¿Y Gavi? —pregunté en general.

—¿Eh? —habló Ansu mirándome con los ojos muy abiertos.

Qué raro era.

—Gavi, que dónde está —le repetí al moreno.

—Ah, Gavi, sí. Ha tenía que dicho que hacer algo —balbuceó.

—¿Ha tenía que dicho? —se burló Martina en carcajadas.

—Deja de reírte de mi, niña, que me he trabado —le contestó este.

—Nada, que tenía que hacer no sé qué cosa —dijo Pedri, más tranquilo.

Me encogí de hombros intentando quitarle importancia, aunque Ansu no ayudaba demasiado. De hecho, pude ver cómo Balde le dejaba una colleja. ¿Acaso me estaban ocultando algo?

Intenté borrar esos pensamientos de mi mente y fui a comer con los demás. O a intentarlo, porque la verdad es que se me había cerrado el estómago.

Aún así, no pare de reírme con ellos, así que se me había pasado rápido el tiempo. Le había dejado un par de mensajes a Gavi, pero no había contestado a ninguno, así que decidí dejar el móvil a un lado y volver a centrarme en mis amigos.

Horas después, el timbre de la casa sonó, y aunque a mí me apetecía muy poco levantarme a abrir, los chicos insistieron en que fuera yo, según ellos porque "era la nueva", pero sabía perfectamente que era un excusa para no abrir ellos porque yo de nueva ya tenía poco. Eran futbolista pero también eran vagos como ellos solos.

Me levanté del sofá y abrí la puerta con mala gana, aunque todo el malhumor se me fue en cuanto vi que el sevillano estaba detrás de la puerta de madera. Alcé las cejas y reprimí una sonrisa cuando me abrazó.

—Hola rubia —me dijo como siempre.

—Hola —contesté.

Me giré hacia los chicos para volver a sentarme en mi lugar, esta vez con Gavi. Pero todos estaban muy raros, parecían expectantes mirando a Gavi, como si esperaran a que hiciera algo. Fruncí el ceño pero ellos enseguida volvieron a la normalidad.

Sira y Ferran se habían mudado hace poco, así que cuando cayó la noche decidieron invitarnos a quedarnos a dormir, habíamos estado toda la tarde juntos y no nos habíamos dado cuenta ni de la hora que era. Todos aceptaron, incluyéndonos a Gavi y a mi.

Cuando por fin me tocó el turno, me fui a duchar. Gavi iba a venir conmigo, pero al final me dijo que tenía que hablar no sé qué cosa con Pedri. Me extrañé un poco pero no le di mucha más importancia, así que me metí en la ducha. No tardé demasiado para que los demás también pudieran hacerlo.

El siguiente fue el sevillano. Yo me dirigí a la habitación que iba a compartir con él y me puse el pijama rosa que me había dejado Sira. Me asomé a la ventana que tenía la habitación, no vivían en un lugar tan céntrico comparado con mi apartamento, pero sí que se podía ver desde esa ventana la Barcelona iluminada en medio de la noche.

Noté entonces unos brazos por detrás rodeando mi cuerpo, supe enseguida que era Gavi al notar unas gotas de agua caerme encima, procedentes de su pelo aún húmedo de la ducha.

Repartió un par de besos por mi cuello, para luego girarme y ponernos frente a frente.

—Te he comprado una cosa —murmuró rebuscando en un bolsillo.

Qué mono estaba. Parecía un niño pequeño.

—Ay, Gavi, ¿qué habrás hecho? —reprimí una risita mirándolo.

Sacó una caja de terciopelo negro y la extendió delante de mi. Abrí mucho los ojos y fruncí el ceño con sorpresa. Cuando por fin pude salir de mi trance busqué sus ojos, y vi que me miraba con una sonrisa.

Abrió la caja y dejó ver una pulsera Pandora preciosa. Tenía varios charms, como una cámara, una pelota de fútbol, una letra P y un corazón. Me reí al verlo mientras algunas lágrimas amenazaban con salir de mis ojos.

𝐕𝐄𝐍𝐄𝐍𝐎; pablo gavi.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora