Capítulo 93: Esa no es mi casa.

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aitana romero

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aitana romero

Pongo un pie en tierras londinenses. Mi corazón bombea con rapidez, sabiendo que parte de el se quedó en Barcelona junto con la que alguna vez pensé que era mi vida perfecta

Irónico que sea igual que mi llegada a Barcelona hace unos meses, ¿no? Cuántas cosas han cambiado desde entonces...

Acababa de llegar al apartamento que habíamos alquilado Martina y yo, que al final, había decidido venirse conmigo. Insistí en el que se lo pensara varias veces, pero no dudó en hablarlo con Pedri y su familia.

Su familia siempre había sido muy liberal con ella. De pequeña recuerdo que mientras que a me ponían una hora límite para estar en el parque de al lado de casa, a ella la dejaban hasta que quisiera volver. O cuando no tenía que hacer las tareas para que le dejaran salir. Eso en parte se debía a que Martina siempre había sido muy responsable y no tenían que decirle las cosas dos veces, ella solita se encargaba.

En cambio el canario no se lo tomó tan bien. No se enfadó con ella porque al fin y al cabo estaba haciendo lo que quería, pero no le hacía nada de gracia tener que separarse el uno del otro. La verdad es que yo pensaba que Pedri se enfadaría conmigo, que creería que había sido mi culpa por arrastrarla conmigo, pero según me contó mi amiga intentó evitar mi nombre a toda costa.

No le culpaba, yo también lo hacía.

Le conté por encima a mi madre lo que había pasado, y ya luego les dije a los dos que me iba a mudar. Les dije que me apetecía ver mundo, aprender nuevas culturas y sobre todo el idioma que me beneficiaria mucho a la hora de estudiar mi carrera. Una mentira como una casa porque realmente estaba en Londres porque en Barcelona estaban pasando demasiadas cosas y no tenía espacio para huir de todas ellas, y menos aún valor para enfrentarlas.

A ellos siempre le habían encantado eso de viajar, conocer mundo y conocer gente, así que se lo tomaron más que bien.

Yo no tenía pensado quedarme aquí toda la vida. No sabía por cuánto tiempo, pero lo menos que iba a hacer era pensarlo. Iba a dejar que las cosas fluyeran.

Estaba cansada de esperar algo que nunca iba a llegar.

El apartamento que teníamos Martina y yo era bastante amplio, incluso demasiado para lo poco que íbamos a pisarlo. O eso decía ella, que tenía pensado sacarme de casa día sí y día también. Ella aún no lo había visto en persona, se había quedado en su pueblo para despedirse de su familia mientras que yo ya cogía el avión hacia aquí, quería alejarme de todo cuanto antes.

Para cuando terminé de deshacer las maletas, me entró una llamada de Alejandro.

—Hola.

—Hola —sonreí como si me pudiera ver.

—Supuse que habrías llegado hace ya un rato, pero no quería escribirte por si acaso.

—Sí, llegue hace unas horas. Acabo de terminar de deshacer las maletas.

𝐕𝐄𝐍𝐄𝐍𝐎; pablo gavi.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora