aitana romero
—No me puedo creer que hayas hecho eso —susurré en cuanto las miradas dejaron de estar centradas entre nosotros.
—Pues créetelo, porque ya está hecho —sonrió.
Negué con la cabeza y traté de reprimir una sonrisa, aunque fue un intento fallido porque la felicidad que tenía en ese momento me superaba a mi misma y a cualquier otra cosa.
Admito que me había asustado un poco cuando oí que me nombraba, pero gracias a todos los Dioses a los que le recé en ese momento no dijo nada sobre nuestra relación.
Habíamos hablado sobre eso ya hace casi una semana, pero yo aún no estaba cien por cien convencida de que la gente supiera de nuestra relación, pero tampoco quería esconderme.
Un tiempo después se terminó la entrega de premios y fuimos todos a una sala que había al lado, donde había una barra libre de todo y comida por todas partes. Había empezado a sonar un poco de música pero no estaba demasiado alta, además de que entre las voces de todo el mundo hablando entre sí tampoco dejaba demasiada oportunidad de escucharla.
Los chicos y yo no nos separamos en ningún momento, estuvimos todo el rato juntos mientras que algunos futbolistas, presentadores y más famosos pasaban por donde estábamos nosotros para felicitar a Gavi y saludar a los demás.
Mientras hablaba con las chicas noté una mirada punzante sobre mi, así que levanté la vista y recorrí toda la fiesta con la mirada, buscando a aquellos ojos que no dejaban de intimidarme. Bebí de mi vaso cuando los encontré. Ni siquiera disimuló cuando vio que me había dado cuenta, sino que en su cara apareció una mueca de superioridad.
—Voy al baño, ahora vuelvo —les anuncié a mis amigas.
—Te acompañamos —aseguró Martina.
—No, no. Quedaros aquí solo voy a echarme un poco de agua, hace calor aquí dentro —mentí.
Ellas fruncieron un poco el ceño, pero eso no impidió que siguiera con lo mío.
Me bebí el último trago de mi vaso y lo dejé en la barra mientras que el moreno seguía mirándome. Cuando llegue a si frente lo miré con una mueca.
—¿Quieres una firma o algo? —preguntó al ver que no decía nada, sino que simplemente lo miraba, justo como había hecho él antes.
—Justo te iba a preguntar lo mismo a ti —ironicé con una sonrisa falsa.
—Bueno, si me firmas no me importaría, la verdad —se acercó un poco más a mi.
—Pues ponte a la cola, chaval —contesté.
—Si la cola es detrás de ti hago lo que quieras —arrogó.
—Pero ¿tú quién te crees?
—Disculpa si no me he presentado: Jude Bellingham, encantado.