Capítulo 78: Éramos pocos y parió la abuela.

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aitana romero

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aitana romero

Al día siguiente me desperté bastante tarde, ya que habíamos llegado al hotel sobre la una y yo por lo menos no me había dormido hasta las dos y pico.

Abrí los ojos como pude intentando ocultar la claridad del sol en mis ojos, y moví mi mano para notar a Gavi en la cama, pero no lo encontré así que me incorporé para ir al baño.

Tampoco estaba ahí, pero no le di mucha importancia y me metí a la ducha para que me ayudara a despertarme un poco. Por suerte solo me dolía un poco la cabeza así que con una pastilla ya estaría como nueva.

Peiné el pelo húmedo y dejé que se secara al aire mientras me ponía unos pantalones de tela fina blancos y un top a conjunto. No tenía ni idea de lo que íbamos a hacer hoy así que me había puesto lo primero que había pillado.

Fue entonces cuando me di cuenta del hambre que tenía, de la nada había empezado a oler a comida y mis tripas no tardaron en rugir. Fruncí un poco el ceño y salí de la habitación para ver de dónde provenía ese olor.

Me encontré con Gavi dejando una bandeja con desayuno en la cama. Se dio cuenta de que estaba ahí de pie y me miró con una sonrisa y ojos bonitos, como siempre. Le devolví la sonrisa y avancé hasta enrollar mis brazos en su cuello.

—¿Te has levantado romántico? —solté una risita.

—Contigo siempre estoy romántico —hizo una mueca. Yo hice otra un poco rara y él rió—. Me ha quedado muy cursi, ¿no?

—Un poquitín solo.

Nos reímos y me acerqué a él para dejarle un beso en los labios.

—¿Qué? —le pregunté sonriendo mientras notaba su mirada constante sobre mi.

—Nada. Que te quiero, tonta.

—Yo también te quiero —contesté dejándole un último beso mientras nos reíamos.

Nos sentamos en la cama y empezamos a comer mientras nos reíamos de cualquier tontería y hablábamos de lo primero que se nos ocurría.

—Tienes un poco de chocolate en... —hablé buscando la palabra y murándole—, lo que viene siendo toda la cara —me burlé.

—Deja de reírte y quítamelo —farfulló.

Reprimí una risita y llevé mi dedo pulgar a su nariz, en la cual había restos de chocolate de la tortita que se había comido antes. Era como un niño pequeño, pero tampoco me podía quejar, porque al fin y al cabo me gustaba y además era igual que yo.

Éramos tal para cual.

Cuando retiré el chocolate de su nariz, y al darme cuenta de que no teníamos servilletas y me daba mucha pereza ir al baño a por papel, me llevé el dedo a la boca y chupé el dulce.

𝐕𝐄𝐍𝐄𝐍𝐎; pablo gavi.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora