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aitana romero
—¿Por qué lo haces tan difícil, Gavi?—le pregunté mientras me ponía a un lado y lo dejaba pasar.
—¿El qué?
—Dejar el pasado atrás. Lo único que haces es insistirme en arreglar la cosas y complicarme más aún.
—Si no quieres que siga insistiendo entonces no lo haré, pero lo único que intento con eso es hacerte saber que estoy arrepentido y que siempre te he querido de verdad. Y sobre todo, que estoy intentando arreglar lo que hice. ¿No dicen que un error solo es si se comete dos veces?
—Es un error y punto, sin más. No hace falta tanta filosofía.
—Bueno, pero todos los cometemos, ¿no?
—Sí, algunos más que otros —levanté las cejas.
—Y casi todos tienen solución.
—La mayoría.
—¿Entonces?
No dije nada y lo invité a que se sentara en la cama. Aproveché que la ventana de la habitación era bastante grande y que tenía una parte para sentarse, así que me puse ahí para poder estar lo más alejada posible de él.
Nos sumimos en un silencio que no sabría si identificarlo como incómodo o no. Con Gavi nunca lo eran, pero ahora solo se escuchaban nuestras respiraciones entrecortadas y probablemente los miles de pensamientos que rondaban por mi cabeza.
—¿Sabes qué lo que más me dolió? —le dije.
Me miró rápidamente, esperando mi respuesta con atención y una pizca de miedo. Lo entendía, si fuera él yo también lo tendría.
—Que te importó una mierda cómo me pude haber sentido yo.
—No fue así, eras lo único en lo que pensaba.
—Joder, seguro que a Carmen no le haría mucha gracia escuchar eso —ironicé.
—Para mi Carmen es un cero a la izquierda.
—Ya tenemos algo en común. Vamos avanzando.
—Lo único que me gustaría tener contigo en común es una vida.
—Déjate de tonterías, Gavi. No sé ni por qué te he dejado entrar.
—Porque estás mal, me necesitas y yo te he dicho que te iba a cuidar.
—No veo que lo hagas.
—¿Cómo pretendes que lo intente si lo único que haces es seguir echándome en cara lo mismo de siempre?
—Si lo hago será porque me duele.
—No hace falta que lo admitas porque ya lo sé, pero que lo hagas ya es un avance.
