aitana romero
El 14 de febrero nunca había sido una fecha demasiado relevante para mi. Las pocas relaciones que había tenido a lo largo de mi vida no habían durado tanto como para pasar el día de los enamorados con pareja, así que nunca experimenté realmente lo que se sentía.
Hoy sabía que Gavi tenía partido, así que imaginé que tampoco podríamos celebrarlo demasiado. Pero me bastaba con estar con él. Seguramente veríamos una peli y comeríamos palomitas, eso ya era suficiente para mi.
—Te pondrás mi camiseta hoy, ¿no? —me preguntó entrando a la habitación, yo aún estaba subiéndome los pantalones.
—Claro, tú entra como si nada —reí.
—Nada que no haya visto ya, y nada que no me guste —se acercó a mi para deja un beso casto en mi boca.
Sonreí un poco y me abroché el vaquero.
—Seguramente me la ponga, sí, ¿por?
—No, nada, por saber. Como últimamente solo te pones la de Lewy —rodó sarcástico los ojos, fingiendo que estaba molesto.
—Eres igual a un niño pequeño —murmuré burlándome.
—¿Igual de mono?
—Igual de mimado.
—Perdona, pero aquí la única mimada eres tú. Niña pija.
—Soy una mimada porque tú me mimas —le devolví entonces.
—Y bien orgulloso que me siento.
Se acostó en la cama mientras terminaba de ponerme su camiseta. Me eché un poco de perfume y me hice una coleta alta. Ya estaba lista para irnos.
—Menos mal, cuatro horas para peinarte —suspiró.
Lo miré con los ojos entrecerrados y no le contesté, porque sabía que si lo hacía la conversación iba a acabar en todo menos en algo verbal. No sé cómo lo hacíamos, pero cada vez que nos picábamos de broma siempre terminábamos en la cama. Era un don.
Puesto la cercanía de mi apartamento al Camp Nou, no tardamos demasiado en llegar. Aparqué el coche en el parking y dejé un beso rápido en sus labios para desearle suerte. Nos bajamos del coche y nos dimos un último abrazo mientras las cámaras empezaban a enfocarnos.
Él se fue por su camino y yo por el mío, en busca de mis amigas que me aseguraban que estaban fuera del estadio. Me dirigí hacia allí y no tardé demasiado en ver a Sira con la camisa de Ferran y a Martina con la de Pedri. Ninguna de las tres nos solíamos poner la camisa, siempre veníamos vestidas bastante normales, pero de vez en cuando nos apetecía.
Y pensar que hace unos meses no se me pasaba ni siquiera por la cabeza pisar un estadio de fútbol.
Llegamos a nuestros asientos, y el paso del tiempo desde que llegamos se nos pasó súper rápido. En cuanto nos dimos cuenta la pelota ya estaba rodando sobre el césped.
El Girona había empezado con buen pie, estaban jugando bien pero la posesión del balón seguía siendo a favor del barça. Los azulgranas tuvieron un par de ocasiones de gol, pero Gazzaniga fue el responsable de que no ocurriera.
Gavi fue uno de los muchos jugadores que tuvieron la oportunidad, después de un par de pases perfectos que le habían hecho Balde y Pedri. Pero no había podido ser.
En el minuto 33, fue Lewandowski quien puso el marcador a 1-0. Las chicas y yo lo celebramos como nadie y nos alegramos bastante.
Fue ya en la segunda parte cuando el Girona logró encajar un gol en la portería de Ter Stegen. Nos desanimamos un poco pero no dejamos de apoyar al equipo en cualquier momento. Confiábamos en ellos con los ojos cerrados.
Necesitábamos aquella victoria para seguir avanzando, nos podíamos conformar con un empate, pero no había nada mejor que ganar en casa.
Entonces fue cuando en el minuto 88, a pocos minutos de dar por terminado el partido, Gavi se acercó a la portería con rapidez. Parecía que estaba jugando él solo, todas las miradas estaban sobre él. Se esperaba que fuera Gavi quien marcara el gol, pero entonces le pasó la pelota al canario al darse cuenta de que los jugadores del Girona no iban a dejar que fuera el sevillano quien consiguiera el gol.
Pedri tenía la ocasión perfecta para marcar, pero decidió que no y volvió a pasársela a Gavi. Entonces fue ahí cuando mi novio hizo un gol. Las chicas y yo nos emocionamos muchísimo, habíamos logrado la victoria, y además, había sido Gavi.
—Eh, tía —me dijo Martina, llamando mi atención y señalando a Gavi en el campo.
Pude ver cómo hacía un dos con una mano y un cuatro en la otra. Veinticuatro. Sabía a lo que se refería; veinticuatro de diciembre. El mismo día en el que me había pedido ser su novia. Quise hacer un puchero y bajar a darle mil besos, pero todas las cámaras se enfocaron en mi y tuve que mantener el semblante sonriente y emocionado, no podía demostrar lo enamorada que estaba de él.
El partido no tardó demasiado en acabar, así que nos dirigimos a los vestuarios para felicitar a los chicos.
En cuanto vi a mi novio ya cambiado me abalancé sobre él y dejé un beso cálido en sus labios, agradeciéndole de alguna manera lo que había hecho.
—¿Te ha gustado? —preguntó con una sonrisa.
—Pues claro que me ha gustado.
—Pues me alegro, porque nos ha costado el partido entero —rodó los ojos Balde.
—¿Cómo? ¿Lo teníais planeado? —confundió Sira llegando a mi lado.
Yo coincidí con su pregunta.
—Sí, Gavi había insistido en querer hacerte algo bonito por San Valentín, así que qué mejor que dedicarte un gol —contestó Ansu.
—Por eso no marcaste tú y se la pasaste a Gavi otra vez —murmuró Martina dirigiéndose a Pedri.
—Así es, por eso casi no nos cuesta el partido entero. Perdí la oportunidad de gol solo por dársela al niñato, menos mal que es bueno y que ha podido encajarlo —se burló el canario.
Entonces miré a mi novio con una sonrisa.
No tardamos demasiado en irnos del Camp Nou, a mi no me hubiera importado quedarme un poco más. Pero al parecer, Gavi me tenía algo preparado.
Obviamente me emocioné al segundo, como ya había dicho antes, nunca había vivido la experiencia de un buen San Valentín, así que el hecho de hacerlo con Gavi era algo que me hacía especial ilusión.
Pasamos por mi casa para arreglarnos un poco más. Íbamos a ir a cenar, según me había dicho, pero estaba claro que juego iríamos a hacer algo más.
Me puse una falda larga blanca, con una abertura a lo largo de la pierna izquierda que le daba un toque perfecto. En la parte de arriba me puse un top del mismo color con mangas empezadas ya en los brazos, transparentes y con puntitos. Cogí un bolso blanco y ya estuve preparada para lo que se venía. O eso creía, Gavi nunca dejaba de sorprenderme.
Bajé al salón donde estaba mi novio y vi que llevaba puesto un pantalón de vestir y una camisa de botones blancas. Habíamos pasado antes por La Masía para que fuera a buscar su ropa, pero no me había dejado verla hasta ahora.
Alcé las cejas al ver lo guapo que estaba. Como para comérselo.