Capítulo 9

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GIA

Tengo a Alessandro respirándome en la boca y estoy mojadísima, es la primera vez que deseo tanto algo. Quiero que me bese, no, necesito que me bese.

Paso mi lengua por mi labio inferior y gruñe, nuestros ojos no se separan ni un segundo. Levanto mi mano derecha, que sé que sabe que no llevo nada en ella, y le agarro la nuca , y eso es todo lo que necesitaba para que se lanzara encima de mí como un animal hambriento.

Sus labios están ardiendo, su sabor explota en mi boca, solo puedo saborearlo y olerlo, el resto de la habitación está apagada en mi mente.

Me pego más a su pecho y baja su mano a mi culo, agarra una nalga bien fuerte y gimo en su boca. Me levanta y hace que le rodee las piernas por la cintura y nos lleva a un sofá. Seguimos gimiendo y besándonos sin parar hasta que me da la vuelta y se pone encima de mí. Noto el bulto en sus pantalones haciendo fricción en mi coño y empiezo a hiperventilar, me abre las piernas y baja sobre mi cuerpo. Lo tengo oliendo mi coño, respira fuerte mientras me sube el vestido, se para un segundo e inclina un poco la cabeza como solo él hace cuando va a intimidar a alguien. Desabrocha la pequeña pistola y la deja en la mesa, me mira un segundo y vuelve a su trabajo.

Noto sus dos manos en las tiras laterales de mis bragas blancas de encaje y empieza a bajármelas. Me besa las piernas mientras me las va quitando hasta llegar a mi pie, mira mi tobillera de diamantes y pasa sus labios encima, nada había sido tan sexy para mis ojos hasta esta escena. Me retira las bragas y vuelve su atención hacia mi coño, que bien contento que está con ello. Parece un tigre yendo a por su próxima comida. Baja su boca y empieza a chupar, dejo de resistirme y empiezo a gemir, con cada lametón, me recuerdo a mí misma que no debería tener a la cabeza del Don entre mis piernas y a la vez eso me pone aún más. Introduce su lengua en mí y su pulgar acaricia mi clítoris.

— Ahhh, Aless, no pares.— Necesito que siga, por favor.  Levanta la mirada retándome y saco la navaja, no va a jugar conmigo. Me mira divertido y vuelve a la acción, cuando sé que me voy a derramar, empiezo apretarme y a tensarme en sus dedos, y de repente nada, NADA.

Abro los ojos y lo veo despeinado y mirándome con cara de psicópata. ¿QUÉ MIERDA?

— Dame una sonrisa y te dejaré venirte.— ¿Está bromeando? Empiezo a levantarme furiosa y me inmoviliza con su mano en mi abdomen. Caigo en el sofá otra vez, y su boca está de nuevo allí. Gimo y gimo, hasta volver a tensarme y veo sus intenciones, acerco la navaja a su cuello y él vuelve a parar.

— Aless, déjate de tonterías. Si no va a acabar, déjame ir.— Me quejo con voz cortante. Introduce un dedo en mí de nuevo y me gimo , mi respiración se desborda y no deja de retorcer ese maldito dedo, me está torturando mientras me mira a los ojos. 

— Sonríeme Gianna, no te estoy pidiendo nada que no puedas darme.— Escuchar su voz profunda y oscura, envuelta alrededor de mi nombre, me calienta como nunca. No aguanto. Me rindo y curvo mis labios enseñando los dientes, con una sonrisa perezosa. Eso es todo lo que necesita. Me escupe fuerte en el clítoris, me azota con la palma de la mano el coño y vuelve a pasa su lengua caliente encima, y no deja de meter y sacar ese dedo. Se me nubla la vista y me vengo en su cara. 

Cuando empiezo a bajar de mi orgasmo, respiro fuerte y sé que la he cagado. La he cagado de verdad. Acabo de dejar que el Don me coma el coño mientras Matteo está intentando pedir mi mano.

Aless se levanta en silencio y se va. Sí. Se va. Y mis bragas también, el hijo de puta se las ha llevado.

ALESS

Estoy saliendo empalmado del despacho y subo directo a mi habitación, me importa una mierda esta celebración. Necesito una ducha y una paja pensando en el coño caliente de Gianna. Y así lo hago, me apoyo en la pared de la ducha mientras me cae el agua encima y me acuerdo de sus gemidos, su sonrisa, esos colmillos y ese diamante, me tienen loco. Su sabor sigue corriendo por mi lengua y eso hace que me corra tan fuerte que tengo que sostenerme con el brazo para no caerme.

Srta.Mc MillanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora