Capítulo 43

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ALESS

Gianna está pálida y no deja mis ojos. Le paso mi camisa para que se la ponga, aprovecho que está impactada para verla en mi ropa, ¿qué? Ya dije que la quería de vuelta en mis brazos y si tengo que aprovechar sus momentos vulnerables lo haré sin duda.

Se pone mi camisa e intento controlar mi respiración y expresión. Gia es sexy a más no poder y si es en mi ropa, ya ni te digo.

— ¿Luca sabe esto?

— No, te recuerdo que son sus padres también. No iba a joderle la cabeza con eso.— Confieso avergonzado.— ¿No me crees?

— No sé qué pensar...— Admite desviando su mirada de mis ojos.

— Tengo las cámaras de ese día, hasta tú podrías diferenciar cómo ellos se estaba resistiendo.

— Está bien.— Se levanta y recoge sus cosas.

— ¿Dónde vas?— Cuestiono.

— Te recuerdo que tenemos 3 hijos y no se alimentan solos.

— ¿Y a mi me vas a alimentar con ellos?— Digo juguetón, debo ser el Aless que ella conoció, con una versión un poco más mejorada, menos imbécil.

— ¿Echas de menos mi comida?— Pregunta la zorra.

— Más que a nada.—  Me sonríe con sus malditos colmillos.

Gianna se va y yo me voy a dar una ducha, mientras reflexiono el cómo acabo follando a mi mujer por culpa de su novio. Quiero que venga a mis brazos sin excusas absurdas, quiero que me desee como siempre.

Bajo y me la encuentro con unos pantalones diminutos y una camiseta que deja ver su barriga, me fijo en sus estrías, que ya había visto, pero no tuve tiempo para analizarlas, estaba demasiado enfadado y necesitado de ella.

Me acerco y le acaricio las marcas, ella levanta sus preciosos ojos a mí y frunce el ceño.

— Intenté quitarlas, pero solo se solucionan con láser.

— Apenas se ven Gianna, entrenabas mucho y entrenas todavía, es normal que sean tan leves y además un recordatorio bonito de lo que fuiste y eres.

— Lo dices porque no sabes lo mal que lo pasé con el cambio de mi cuerpo.

Me agacho a su cara y la acerco con mi mano.

— Te seguiría follando con 150 años, con el coño caído y medio calva, nada va a cambiar lo mucho que me pones cachondo.

— Dios, cállate.—  Suelta riendo y empujándome, y jódeme si no echaba de menos su risa relajada.

— ¿Tienes fotos de tu embarazo y de mis hijos?— Suspira y asiente.

— Entonces... ¿Me los enseñarás?— Tanteo el terreno.

— ¿Quieres verlas?— Pregunta mientras mezcla la pasta a la carbonara.

— Claro que quiero, quiero ver cómo estabas con mis semillas.— Se vuelve a reír y escucho un terremoto por las escaleras. Los niños bajan corriendo.

— Papá, me muero de hambre.— Me dice Adriano, exagerando.

— ¿Te mueres?— Le pregunto divertido, mientras lo levanto del suelo.

— Sí.— Me mira travieso. Lo pongo encima de mis hombros y Massimo me mira con ojitos; lo cojo en mi brazo izquierdo y Ares me desafía con la mirada, es muy orgulloso.

— Ven con tu padre.—  Asiente y se acerca y lo levanto en mi brazo derecho.

— Voy al comedor a abandonar a estas ratas y vengo a poner la mesa.— Me voy y los tiro al sofá mientras se ríen.

Comemos todos juntos y Gianna dice que ahora vuelve. 5 minutos después viene con una memoria USB y lo enchufa en la televisión. Me emociono internamente y sé que lo que voy a ver me va a doler hasta la médula.

— Vamos a enseñarle a papá nuestras fotos y vídeos.

Al principio sale una Gianna delgada, pálida, con el pelo largo y una sudadera que apenas le disimula la gran barriga.

— Estuve muy enferma el primero trimestre, vomitaba por todas las esquinas.— Me cuenta con una sonrisa en la cara y a mí solo me escuece el corazón por no haber vivido eso con ella.

Srta.Mc MillanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora