Capítulo 25

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GIA

Aless y yo estamos en el baño y es la primera vez que no peleamos, estamos tranquilos y hablando civilizados.

— Entra a la bañera, ahora vengo.— Veo como sale y yo me meto en el agua caliente y un par de minutos más tarde Aless aparece con una copa. Levanto mi ceja, porque para mí no ha traído.

— ¿Para mí no hay o qué?— Me sonríe travieso y se mete en la bañera conmigo, está enfrente de mí y nuestras piernas se tocan.

— Me ha empezado a gustar compartir mi copa contigo.— Siento como se calienten mis mejillas pensando en cómo me había dado de beber antes. Agacho la cabeza y juego con el agua, poco después siento como Aless acaricia mi pie y lo miro y él ya está sonriendo.

— Pensaré que tienes fetiche con mis pies.

— Es la primera vez que me gustan los pies de una mujer, no me voy a perder esta experiencia.

— Por Dios...— Pongo los ojos en blanco y lo escucho reír.

— Deberías pintarte las uñas de rojo, tienes unos dedos muy bonitos.

— Para Aless, deja de decir esas cosas.

— ¿Te pones tímida?

— Nadie me había tocado los pies antes y menos analizarlos.

— Mmm, interesante. Muy interesante. Dime, Gianna, ¿Por qué seguiste virgen? Tenías libertades para hacer muchas cosas en Rusia.— Pienso lo mismo que él, pero siempre había algo más importante que el sexo, si no era la familia, eran las misiones o el trabajo.

— Para empezar, creo que deshonrar a mi padre no era mi objetivo principal, después, con los chicos que estuve en la academia, siempre terminaban cagándola, menos uno. Así que preferí dejar en paz el tema sexual.— Me masajea el otro pie y me mira a los ojos.

— ¿Qué tuvo de especial ese "uno"?—  Toma un trago de su copa y la vuelve a dejar.

— Tuvimos una dura rivalidad por quién era el mejor francotirador, nadie más podía entrar en esa competición. Nadie llegaba a nuestros tiros, había días que él me cogía y otros en los yo lo cogía a él, el roce hizo el cariño y poco a poco empezamos a entrenar a solas juntos.— Aless aprieta más fuerte mi pie y tiene la mandíbula marcada.

— Sigue, quiero saber qué hizo para que no te lo follaras.— Escupe y paso de sus tonterías.

— Antes tendrás que darme tu palabra para responder mis preguntas también, una tú y una yo.— Me mira y asiente.

—Dame tu palabra Alessandro.— Me sonríe de lado y quiero derretirme.

— Te gusta mi voz, lo sé. Vale, hecho, una tú y una yo. Ahora acaba la historia.

— Bueno, tuvimos un par de citas, él solo tenía ojos para mí y mira que las chicas son muy guapas, pero él insistía en que éramos almas gemelas, por ser los mejores francotiradores. Habíamos roto todos los récords de todos los francotiradores más reconocidos en el mundo.— Aless se tensa y suelta mi pie en el agua.

— ¿Dices, qué vosotros dos rompisteis los récords de todos los francotiradores actuales?

— Así es, ni nuestro maestro nos llegaba, los superamos a todos.

— ¿Y qué pasó con él?— Pregunta muy curioso.

— Un día, recibió una llamada de su familia y se fue con urgencia. Me prometió que volveríamos a vernos, pero yo le dije que no, que no iba a funcionar, que no tenía permiso para estar con alguien de fuera de mi familia.

— ¿Él no sabía qué formabas parte de La Cosa Nostra?

— Nunca lo supe, quizá lo descubrió como yo lo hice con su secreto. Formaba parte de la mafia albanesa.—  Aless, me mira a los ojos y me dice lo que ya sabía.

— Eso era un amor imposible ¿Hace cuánto que no sabes nada de él?— La palabra "amor" sale fuerte de su garganta.

— Hace quizá unos 4 años, no lo busqué, pero cuando no volvió, supe por algunos superiores, que quizá había muerto.

— ¿Lo querías?— Pregunta serio.

— No, simplemente fue un buen compañero y su rivalidad hizo que mi especialidad mejorara.

— Interesante...— Dice tomando otro trago.

— Ahora te toca a ti responder.— Me pasa la copa y cuando voy a cogerla me la arrebata, mientras me agarra de la garganta y me acerca a él.

— Vas a beber de mi mano, ya te he dicho que me gusta compartirla contigo.— Asiento un poco sorprendida.

— Abre la boca y saca la lengua como antes.— Hago lo que me pide y me echa el alcohol, esta vez lo que se derrama lo recoge con su lengua, la pasa por mi barbilla y mandíbula y luego chupa mi labio inferior. Jadeo un poco y lo empujo.

— No me distraigas, vas a contestar a mis preguntas.— Me sonríe y vuelvo a mi sitio.

— ¿Por qué me escogiste a mí?

— Simplemente, eras un buen partido; entrenada, inteligente, guapa y sexy.

— Quizá debiste escoger a una princesa de la mafia, que hayan entrenado para ser una esposa trofeo.

Srta.Mc MillanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora