Capítulo 32

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GIA

Cuando estaba en el coche, me llegó un mensaje de emergencia de casa. El jefe de seguridad de mis hijos me dijo: "Estamos rodeados, todas las salidas bloqueadas, probablemente te estén siguiendo a ti también. Estoy al 95% de que son los italianos. Danos una orden y ejecutaremos lo que desee."

Le contesté lo más sabia que pude y le dije: "No muevas ni un dedo, quedaros en la habitación de los niños, si alguien que no sea Benelli ni yo abre esa puerta, dispara a matar. Estoy de camino."

Avisé a Benelli y fuimos a casa como si nada, preparé rifles en las ventanas y me cambié de ropa.

Cuando lo vi intentar pasar con Luca y Darío, mi corazón empezó acelerar, tenía más barba que antes, estaba más mayor pero más guapo...

Supe que debía hacer lo correcto, cuando Mauser me pidió tiempo para llegar a nosotros, estábamos solas. Y mi entretenimiento eran los niños, Aless sabía que tenía a alguien aquí escondido y no iba a irse hasta verlo, pues toma. Mientras tanto, Mauser y Gatling están llegando con refuerzos a noquear a sus soldados de afuera.

Conozco a Aless y veo remordimiento y juraría que también miedo en sus ojos, no ha hablado en todo el rato que los niños han estado con nosotros.

Hoy va a ser el día de las verdades, así que vamos a por ello.

— Alessandro, eres consciente de que no vas a matarme y de que no me voy contigo, ¿verdad?—Sus ojos se clavan en los míos y solo siento odio hacia la persona que algún día significó algo para mí.

— Son míos y no me lo dijiste.— Encima tiene los huevos de echarme algo en cara.

Benelli se levanta e intenta llevarse a los otros cabrones.

— Luca y Darío, vamos a por un par de copas o quizá a pegaros un par de tiros, lo que me apetezca más.— Obviamente lo hace para darme espacio con Aless a solas y se lo agradezco.

Cuando estamos a solas, Aless no me quita la mirada de encima.

— ¿Por dónde quieres que empiece?— Le dejo vía libre.

— Dime que no son del tío con el que te has comido la boca esta noche y dime que son míos, empieza por ahí.— ¿Celoso? ¿En serio? Qué patético.

— Son tuyos, no hace falta una prueba de paternidad, solo con mirar sus ojos y su carácter sabes que son tuyos.— Suspira fuerte, no sé si estuviera nervioso o le quitase un peso de encima. 

Se queda callado hasta que yo vuelvo a hablar.

— ¿Sigues pensando que soy la asesina de tu padre?— Aparta la mirada de mí y se toca el anillo.

— No lo sé.— Vaya, antes era un "sí" rotundo y ahora un "no sé".

— ¿Así que piensas que podría embarazarme de ti mientas planeo la muerte del abuelo de mis hijos? ¿Así funciona tu retorcida mente?— No tiene los huevos de responderme. — Bueno, pues ahora te contaré la verdad de todo, espero que estés preparado.

Él asiente como un niño pequeño que le están echando bronca.

— El día que murió tu padre, me levanté vomitando y cuando fui a desayunar volví a echarlo todo. Vi la fecha que era y sabía que mi período se había atrasado, así que me fui directa a una farmacia, compré 4 pruebas de embarazo y me las hice en un baño de una cafetería porque no me aguantaba las ganas de poder tener un bebé contigo.— Sus ojos se suavizan y vuelvo al ataque.— Me acuerdo de que estaba nerviosa y tiré las pruebas, prometiéndome que iba a ir primero a un médico antes de darte la noticia.— Agacha su cabeza y las pone entre sus manos.

— ¿Por qué cuando te retuve y peleaste con 8 hombres, no me lo dijiste?— Pregunta con voz suave.

— Porque creí que me amabas y que teníamos confianza.— Levanta la cabeza para mirarme y la vuelve agachar, y sigo hablando. —Cuando llegué a casa, no había guardias fuera y eso me hizo pensar que podríamos estar bajo ataque, así que fui a mi despacho y me armé.—  Vuelve a levantar la cabeza hacia mí y se echa para atrás para apoyar su espalda en el sofá y cierra los ojos.— ¿Sigues sin creerme?

Srta.Mc MillanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora