EXTRA

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EPÍLOGO

DOS MESES DESPUÉS

GIA

Aless no me deja levantarme de la cama, pero hoy se cumplen los dos meses de cuidado que me ha estado dando. Dios, no quiero estar más tiempo metida en la cama.

Tiro la sabana al suelo y me voy directa a la ducha. Aless ha cogido la rutina de entrenar a los niños por la mañana y luego dejarlos con sus profesores, mientras trabaja en su despacho o en el escritorio de nuestra habitación.

Me doy una ducha y me pongo la mejor lencería que tengo en el armario. Me seco el pelo y me pongo las mejores joyas en mi cuello. Hoy follo porque follo, llevo dos meses cachonda y no hay manera de que Aless ceda y me folle, dice que es peligroso para el embarazo y lo único peligroso aquí, soy yo en celo.

Cojo mi teléfono y llamo a mi nuevo amigo. Luca De Marchetti.

— Hola.

— Hola Gia, ¿qué pasa?

— ¿Estás cerca de casa?

— Sí, iba a pasarme ahora por la mansión, debo darle unos documentos a mi hermano.

— Mmm.— Murmuro.

— No voy a traerte más chocolate, Aless me lo ha prohibido como Don, dice que la próxima vez que me pille pasándote mercancía me va a pegar un tiro. Ya no podemos esconder chocolates en las mochilas de los niños.— Nos reímos a la vez y esta vez le pido algo distinto.

—Quiero que te lleves a tus pequeños sobrinos.

— Oh, Dios. Qué asco Gianna, sé lo que vais a hacer, no me lo pidas así. Al menos miénteme y dime que mis sobrinos extrañan a su tío o algo así.— Vuelvo a reírme.

— Está bien, me los llevo. Adiós, no hagas nada que yo no haría.— Me cuelga y sigo riéndome.

Mi relación con Luca ha mejorado tantísimo que hasta somos amigos, a veces Aless se pone celoso, pero nos da igual, nos reímos de él y listo.

Después de 20 minutos, me pongo mi bata de seda y me ato mis tacones.

Veremos quién va a ganar esta vez Alessandro.

Cojo mi móvil y lo llamo.

— Aless, me encuentro mal, ¿puedes subir, por favor?— No necesito una respuesta, ya que escucho la puerta de su despacho abrirse.

Aless abre la puerta y sus ojos se dilatan al verme.

— Gianna...— Murmura.

— Ven.— Le pido, sentada en la cama.

— No podemos hacerlo, se me ponen las bolas azules cada vez que me provocas.

— Te puedo quitar ese dolor, ven a mí, desquítate conmigo.— Le digo mientras me desato la bata.

— Tienes que cuidar a esa bebé.

— Alessandro De Marchetti, ya han pasado dos meses desde que no me tocas y no me aguanto más, como vuelvas a mencionar a nuestra hija mientras me estoy desnudando para que mi marido me folle, juro por Dios que te vas a arrepentir.

No me doy cuenta de los pasos que ha dado Aless y ya me tiene arrinconada contra la cama y su mano firme en mi garganta.

— No jures por ningún Dios, ni siquiera él puede salvarte de lo que te voy a hacer.— Mi vientre siente las cosquillas que solo él provoca en mí y siento mi humedad resbaladiza por mi coño.

Aless ataca mis labios y yo jadeo sonando como una puta desesperada. Nuestros labios chocan una y otra vez con la humedad de nuestra saliva y nuestras lenguas se enredan como si quisieran convertirse en una sola. Aless me empuja más contra la cama y se levanta.

Srta.Mc MillanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora