Capítulo 24

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GIA

Aless desata los botones traseros de mi corsé, uno por uno, lentamente y pasando sus dedos por mi piel expuesta. Con cada botón desabrochado, mi corazón se acelera más rápido. Sus ojos van de sus manos al espejo para verme, no hago más que mirar su altura, su pelo y sintiendo sus dedos por mi columna. Cuando llega al último, me baja la tela del brazo derecho, y siento la electricidad entre nosotros, le sigue el brazo izquierdo y deja caer el vestido al suelo. Me observa, en ropa interior blanca, un encaje de primera y todavía en tacones. No me atrevo a moverme ni un centímetro. Veo cómo se quita la corbata sin dejar mis ojos en el espejo y siento muchos nervios. Cuando termina con su corbata, me quita las horquillas de mi pelo y suelta toda mi melena, la acaricia de arriba abajo, mientras que el silencio hace que nuestras respiraciones sean toda la atención de esta casa. Deja las horquillas en el tocador y me quita el collar pasando sus dedos por toda mi clavícula, pasa a mis pendientes y también al brazalete, los deja todos en el tocador.

Se mueve a por la copa y se va a sentar encima de la cama, con las piernas abiertas, la camisa desabrochada y tomando largos tragos de su copa.

— Gianna, sabes que vamos a consumar nuestro matrimonio hoy, ¿verdad?— Siento un cosquilleo en mi estómago y asiento. Sigo enfrente del espejo y con el vestido a mis pies.

— Entonces, aparta ese vestido de tus pies, déjame verte entera y en tacones.— Obedezco sin salirme de su orden.

—Ahora.— Se calla unos segundos y me clava la mirada mientras se lleva la copa a sus labios. El ambiente parece una burbuja, entra la luz de la luna por los ventanales y solo hay una débil luz que proviene del baño, el resto está oscuro, pero veo claramente sus ojos brillantes.— Ponte a cuatro.— Eso me enciende tanto, que no tardo en ponerme de rodillas y luego lentamente bajo mis manos al suelo. No aparto mis ojos de él, está en una posición tan poderosa, que parece un rey esperando por mí.

— Ven a mí, Gianna.— Su voz se agrava y siento calor entre mis muslos.

Gateo hacia él lentamente, hasta que estoy justo a sus pies, vuelve a tomar un trago y veo cómo sus labios están mojados y me muerdo los míos. Sus ojos van directamente allí y me sonríe de lado.

Alarga su mano y me acaricia la mejilla, la mandíbula y pasa su pulgar por mi labio inferior, y lo introduce. Lo chupo y le acaricio con la lengua, y escucho cómo suspira y cierro los ojos un segundo.

— Abre la boca.— Su petición hace que se me haga agua la boca.

— No chupes, solo saca un poco la lengua.— Hago lo que me ordena, y él coge la copa y derrama alcohol en mi boca, se escapa algo de mis labios, pero él lo introduce de nuevo con su pulgar. Le brillan los ojos y las pupilas las tiene dilatadas.

— Si supieras cuantas veces he pensado en esta noche, huirías tan lejos...— Le acabo de chupar el dedo y se aparta.

— Levántate y pon ese culo en la cama.— Mientras hago lo que me dice, se desabrocha del todo la camisa y la deja a un lado. Hace lo mismo con los pantalones y los zapatos. Está solo en un bóxer negro Armani, mientras deja el cinturón en la cama y se quita el reloj, sin prisa.

Se acerca a mí y coge mi pie y empieza a desatarme los tacones, luego le sigue el otro pie, mientras me acaricia las plantas de los pies. Pasa a mis tobillos y los sube a su hombro mientras me besa toda la pierna.

—Huelo desde aquí tu excitación, debes estar muy mojada, Gianna.— No contesto y sigue besando mis piernas hasta llegar a mis muslos y se pone en medio. Alarga sus brazos y me quita las tiras del sujetador y me besa el hombro izquierdo, mientras sus manos lo desabrochan por detrás.

ALESS

Cuando salí de la mansión con Gianna tenía planeado en mi mente cada cosa que quiero hacerle, pero verla gatear hacia mí y chupar mis dedos a cuatro patas, es de otro mundo.

Ahora, estoy tocando sus pechos, es la primera vez, antes no tenía tiempo para ellos, pero esta noche todo de ella es mío. Sus pezones están duros y pruebo uno en mi boca, lo chupo fuerte y ella gime, tiene unos pechos preciosos, grandes y unos pezones pequeños y morenos. Aplasto mis caderas en su entrada, mientras satisfago el otro pecho y ella no deja de gemir. Sus gemidos son dulces y a la vez sexis. Cierra un poco los ojos y le abofeteo la cara, la quiero puesta en mí.

— Ojos en mí, Gianna, esta noche tu mente solo pensará en mí.— Asiente gimiendo un "mmm".

Srta.Mc MillanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora