Capítulo 41

10.1K 679 12
                                    

GIA

Hemos cogido el jet privado de Aless, estamos los niños, Benelli, Luca, Darío, Colt, Gatling, Aless y yo, el resto se irán mañana a sus destinos. Los niños están durmiendo en la habitación del avión, mientras que nosotros estamos hablando y planeando lo que se hará en los próximos días.

— Gianna, ¿podemos hablar un momento?— Aless pidiendo permiso para hablar, es igual a una alarma de incendios.

— Sí.— Lo sigo hasta la pequeña cocina y empieza a hablar.

— Quiero presentar a los niños, mañana.— Directo y sin titubeos.

— ¿Tan rápido?

— Sí, si me das el visto bueno, mañana los presento, está todo organizado. Cuanto antes los presente, antes les jurarán lealtad y los protegerán.— Aless fue presentado con 10 días de vida, me lo contó, me dijo que todos le juraron lealtad antes de que él tuviera uso de razón. Presentar a los herederos con 4 años, es ir muy tarde.

— Está bien...— Me quedo pensativa.

— ¿Qué te preocupa?— Me pregunta mientras me levanta la barbilla para que le mire directamente a los ojos.

— Cómo se lo tomará la familia, mi padre, los capos...

— Fue mi culpa, no debes inquietarte por eso, déjame encargarme.— Me acaricia la mejilla y se agacha a mis labios. Mi respiración empieza a agitarse, su olor me envuelve y siento que mi corazón va a salirse de mi pecho.

— El sábado tendremos una cita. Los niños se quedarán con Luca y las chicas.— ¿QUÉ?

Roza sus labios encima de los míos y me empiezan a sudar las manos.

— ¿Qué cita?

— Vamos a tener una cita y tú solo debes saberlo, lo otro, déjalo en mis manos.— Se separa de mí y se va de nuevo con el resto. Estoy confundida, muy confundida. Hace dos días después de echar un polvo pensé que le dejé claro que no íbamos a volver y de hecho supe que él se había rendido con nosotros, tiene novia y me va a dar el divorcio.

Vuelvo a mi lugar y lo escucho hablar.

— Mañana presento a mis hijos a la familia, será en mi casa.

— ¿No se hará dónde siempre?— Pregunta Darío.

— No, mis hijos estarán en peligro una vez pisen Las Vegas, no se hará en otro lado que no sea mi casa. Ya está todo listo.

— Nosotras ayudaremos en la seguridad.— Dice Colt.

— Sí, necesito tu despacho para controlar las cámaras.— Comenta Benelli.

— No me lo quemes, como el de Gianna y estaremos en paz.— Dice Aless sin dejar de mirarme.

El piloto avisa que en 15 aterrizamos, y yo voy a despertar a los niños. Aless me sigue y abro la puerta del dormitorio, siguen babeando uno al lado de otro, acaricio sus cabezas y Aless empieza a despertar a Adriano, él que peor despertar tiene.

— Vamos, arriba, habéis llegado a casa.— Adriano abre un ojo y lo vuelve a cerrar ignorando a su padre, Massimo abre los ojos felices y Ares ya está bajando de la cama.

— Adriano, tienes un minuto.— Solo así se despierta, con una orden.

Escucho como cuenta los segundos con los ojos cerrados y Aless se ríe.

— Le gusta vacilarte como quiere.— Lo fulmino con la mirada y al segundo 59 Adriano abre los ojos y se levanta.

Bajamos y ya hay 15 coches esperándonos, todos iguales. Entramos en un Jeep que reconozco perfectamente y Aless me mira.

— Es el tuyo.— Me confirma y siento cosquillas en el estómago.

Subimos a los niños y Aless se pone al volante y yo de copiloto. Los coches nos siguen con Luca, Benelli, Gatling, Darío y Colt.

Llegamos a la mansión y todos los recuerdos me invaden, esta un día fue mi casa...

— Waw mami, esta casa es muy grande.— Dice Ares.

— Sí, es tuya.— Comenta orgulloso Aless.

— ¿Y mía también?— Cuestiona el celoso de Massimo.

— De los tres.— Los tranquiliza su padre.

— ¿Tiene un gimnasio como el de mami?— Pregunta Adriano.

— Sí y más grande.— Presume Aless.

El resto de los chicos se han ido a casa de Luca que está en la misma urbanización. Subimos con los niños y Aless abre una habitación en el mismo pasillo que "nuestra" habitación, a un par de puertas en concreto. Abrimos la puerta y los niños jadean con los ojos brillando, es una habitación enorme, redecorada, con todo nuevo. Hay tres camas de tamaño Queen en el aire. Debajo de estas, hay 3 escritorios para cada uno. Todo decorado al gusto de ellos, con sus colores favoritos, la habitación tiene varias cámaras, videojuegos, televisores, un armario enorme empotrado en la pared. Lo abro y está lleno de ropa y zapatos, todo con etiqueta y calidad.

— ¿Esto es para nosotros, papi?— Pregunta Massimo sin mirar a Aless.

— Todo es para vosotros, si no os gusta algo lo podemos cambiar.— Si los sigue mimando así, mis hijos no podrán dejar de mirar por encima del hombro.

— No, está genial, los trillizos se ganan las cosas y agradecen lo que se les da, ¿verdad?

Los niños asienten y Aless se acerca a mí.

— Sabes que los voy a mimar con todo y me da igual tu intento de humildad, ellos no la necesitan, nacieron en una cuna de oro y vivirán en oro y se enterraran en un ataúd de oro.— Bufo y lo ignoro.

Los niños empiezan a jugar y cotillear todo, hasta el baño y sus geles. Los dejamos entretenidos con sus guardaespaldas y vamos a "nuestra habitación".

— No vamos a dormir juntos, ya lo sabes.— Digo firme y Aless me da una sonrisa forzada.

— Lo sé, quédate en la nuestra, todas tus cosas siguen aquí. Yo me mudo a la de al lado, ¿o tienes problema con que seamos vecinos?— Me desafía.

— No, está bien.— Abro la puerta y la realidad me pega en la cara. Todo está igual; mis colonias, mi maquillaje, mis pijamas, las fotos, los recuerdos...

Noto el calor corporal de Aless en mi espalda, lo hace a propósito; dejarme esta habitación, dejar todo intacto, el coche y mis cosas.

Se agacha y me habla al oído.

— Espero que descanses muy bien en nuestra habitación, si necesitas algo ya sabes dónde estoy.— Siento calor por todo mi cuerpo y escucho como se va.

Me saca de mi burbuja, mi móvil que está sonando, miro la pantalla y es Joe.

— Hola preciosa, ¿qué tal con tu ex esposo?— Pregunta juguetón.

— Hola, hemos dejado Italia, estamos en Las Vegas, por mis hijos.— Digo directa.

— Qué suerte la mía, el domingo estaré por allí. ¿Cenamos?

— Sí, estaría genial.— Es mi oportunidad de confesarle lo que hice.

— Bien. Ahora, quiero contarte algo, hace unos días que mis inversiones no funcionan bien, así que me reuní con la junta y se ve que hay unos italianos muy interesados en cada objetivo que tengo. ¿No sabrás nada de esto, verdad?— Alessandro, eso es lo que sé, está jodiendo.

— No, pero lo puedo mirar para ti y el domingo te digo qué tal.

— Gracias, preciosa, nos vemos. Dales unos besos a tus hijos de mi parte.

Cuelgo y salgo furiosa.

Voy directa a su habitación, sin molestarme en picar, abro la puerta y Aless está tumbado boca arriba en la cama, escribiendo en su móvil.

Srta.Mc MillanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora