Capítulo 4

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—Dios eres tan lenta —se quejó Cler.

—Yo camino como alguien normal, tu caminas como un gigante —respondí enfadada.

Ayer por la noche el tío Carson anunció que se irían después del baile para negocios que la corona haría, eso era mañana, así que a Cler se le ocurrió pasar más tiempo Juntos, según él me extrañaría; pasaron dos semanas desde que Cler estaba en casa,  me gustaba el llegar a casa y tener alguien con el cual conversar, además de la abuela y los regaños de mi hermana claro está.

—¿Trajiste bikini? —preguntó.

La incomodidad me llenó por completo, pero mantuve mi expresión neutral.

—Sí.

—Valla, Keyla que ánimos.

Puse los ojos en blanco al escuchar a mi primo quejarse, siempre había dicho que era una combinación de mi padre con el suyo, aunque agradecía que él hubiera creado su propia personalidad la cual no se parecía a su padre.

Por suerte no dijo nada más hasta que llegamos. Le tomó dos días en convencerme y al ir seguía arrepintiéndome.

Mi primo era muy entusiasta, me recordaba mucho a Mike, pero hoy no era un día en el que me sintiera de lo mejor así que no quería seguir su ritmo, al final sabía que haría lo que fuera por mi primo y terminaría aceptando.

—Oye si vas a estar con esa cara mejor regresemos a casa —dijo algo apenado.

Me sentí mal por su repentido abrumo así que solo me limité a responder cambiando de expresión

—No pienso regresar ya caminamos, mejor comamos —declaré con una sonrisa en la cara.

Los dos tendimos una manta al suelo y sacamos las cosas que cocinamos ayer por la noche con la abuela. Las dos horas siguientes fueron ver a Cler impresionado por algunos chicos y comer, la segunda  era mi favorita, así que por ese momento digamos que mi humor mejoró, mientras comíamos Cler me contó que le apetecía salirse de su casa, pero no de forma temporal si no permanente, yo lo animé y le dije que lo dejaría dormir en mi cama si es que lo quería.

—Hola —contesté la llamada entrante.

—Hola princesita.

Sonreí al escuchar a Mike del otro lado de la línea, mientras Cler caminaba por la orilla del mar.

—¿Qué es lo que escucho? —preguntó extrañado.

—Sí, es lo que piensas.

—Estas en el mar —vociferó alarmado.

—Así es hermanito, Cler me trajo.

—Pues habrá que mandarle un regalo a Cler por sacarte de casa por lo menos un rato.

—Me gusta estar en casa.

—Ajá, y escuchar los gritos de Meredith.

—Bueno esa parte no.

Mi hermano rió.

—A ti te encanta el mar, no era justo que esperaras por mi para acudir a él.

—Es nuestro lugar, no es lo mismo sin ti.

Todas las veces que visitaba el mar era con Mike, él me enseñó a nadar y esas cosas cuando papá se fue, la verdad era que ver el mar era extrañarlo y por eso desde que se fue no quise ir.

RUMBO A LA SALVACIÓN DE UNA MONARQUÍA.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora