Capítulo 17

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 Pasé una semana sin saber del príncipe ni el rey, para ser sincera lo agradecí a montones, mi hermano aún no se recuperaba por completo, la abuela había escrito una carta en la que me contaba que Cler había regresado el mismo día que me marché, al saberlo sentí un descanso en el pecho, sabía que estaba en buenas manos.

—¿En qué piensas? —preguntó mi hermano.

—En que tal vez quieras que me quede, sería lindo, puedo ser tu ama de llaves me consigo un cuarto por ahí con lo que me des de salario me sostengo y viviré una vida prohibida con algunos de los generales que hay en el campamento —le conté emocionada.

Mi hermano reprimió la sonrisa que amenazaba sus labios para pasar a una expresión muy seria.

—Keyla sabes que esos generales de los que hablas son mis compañeros ¿cierto?

—Por eso digo que sería algo prohibido.

—Te hace falta novio —declaró con cara de asco.

—No gracias puedo venirme solita.

—Keyla —se exaltó.

—¿Qué? —hice un puchero de inocencia.

Mi hermano fue la figura paterna que tuve desde que mi padre murió, sin embargo, la confianza que había entre los dos no cambiaba.

—Me preocupas —me informó luego de un rato.

—Yo ¿por qué?

—No solo tú, también la abuela, y Meredith.

—¿Por qué?

—Empecemos por partes ¿Cómo esta eso que mantiene algo con el rey?

—Yo también lo veía imposible y no por ella si no por él, parece ser un robot en cuerpo de humano, no demuestra sentimientos.

—Lo estas juzgando antes de conocerlo —me advirtió.

—No permite que nadie lo conozca ¿Cómo quieres que lo haga? —espeté indignada.

Mike puso la expresión que siempre ponía en casa cuando me cachaba haciendo algo.

—¿Por eso te cae tan mal? Porque no te deja conocerlo.

—¡No! —me exalté.

—Eres increíblemente curiosa Keyla, conozco la impotencia que te causa el que no puedas conocer algo.

—No deseo conocer al rey —me enojé.

—Bien —aceptó con una sonrisa en la cara.

—Más que bien hermano —le hice saber cruzando los brazos.

—Perfecto.

—Perfectísimo.

—Y ¿qué pasa con Meredith?

—No lo sé, no nos cuenta nada, apenas y la vemos en casa entre sus estudios y sus visitas al palacio.

—¿Qué hay de Jacob?

—Ya te conté lo que estaba haciendo antes que viniera aquí —hablé tragándome el nudo que se me formaba en la garganta.

—Me refiero a lo que opina Jacob sobre sus visitas.

—No lo he platicado con él.

RUMBO A LA SALVACIÓN DE UNA MONARQUÍA.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora