Capítulo 53

157 20 0
                                    


         El día avanzo con Hades medio disfrazado y conmigo colgada de su brazo intentando encontrara a alguien que si nos brindara información.

—Vamos allá —pedí.

—Atira llevamos una hora caminando.

—Sí, como lo hacen todos los turistas.

—Habló enserio, comenzara a sospechar.

—¿Qué precio tiene? —pregunté sobre un reboso ignorando la protesta del rey.

—Trecientos frizen muchacha —respondió el señor.

— Ay, es casi igual al de mi abuela —respondí.

—Tenemos en los colores que usted desee.

—El de mi abuela era rosa, y justo lo compro en este pueblo.

—Cartes es un pueblo textil, seguro su reboso es hermoso —explicó el anciano con una sonrisa triste.

—Lo es como casi todo lo que está aquí.

—Frizroyen tiene reliquias muy bien escondidas.

—Claro...aunque lo recordaba más pintoresco —pum solté mi táctica.

—Con la crisis económica por la que pasamos hay que administrar mejor el dinero.

—¿Crisis económica? —preguntó el rey.

—Si joven, desde que el rey Frederick murió la corona nos olvidó.

—¿Pero ¿cómo es posible? —pregunté falsamente indignada.

—Nos subieron los impuestos y dejaron de subministrar apoyos.

—Escuché que las cosas serán tomadas de una forma diferente cuando el nuevo rey este en trono —informé.

—Pero ¿no era él quien tomaba ya las decisiones?

—Según tengo entendido el duque era quien lo hacía —respondía Hades.

—Pues ojalá y el cielo los escuche porque tal vez el nuevo rey traiga la salvación de la monarquía.

—Delo por hecho —hablé con seguridad.

—¿Cómo estas tan segura muchacha?

—Confió en el rey.

—Ojalá no nos defraude.

—No lo hará, denos el reboso por favor —interino Hades nuevamente.

El señor nos envolvió el reboso y nos agradeció por la generosa propina que le dio Hades, aunque sospechaba que lo hizo con la ilusión de enmendar algo que él no había roto. Al llegar al coche nadie dijo ninguna palabra, lo dejé vagar entre sus pensamientos sabía que estaría pensando en una estrategia para solucionar los problemas con Cartes.

—¿Qué querías jugar? —preguntó de pronto.

—Ah no, olvídalo.

—Atira.

—No era muy importante.

—Todo lo que tenga que ver contigo lo es, así que habla.

—Bien, tú me haces una pregunta y yo te hago otra.

Lo pensó por unos segundos antes de negar.

RUMBO A LA SALVACIÓN DE UNA MONARQUÍA.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora