Capítulo 24

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No dejaba de pensar en mi abuela, mi hermano, en Meredith y mi madre, los extrañaba a montones y aunque mi primo se encontrara conmigo el hecho de que Itkan lo estuviera acortejando me dejaba sola gran parte de el día.

Ese día por la noche se me ocurrió que podía pedirle al rey una llamada con mi hermano, sin embargo, no me sentía con derecho de pedirle algo, pues aún no encontrábamos alguna pista sobre la resiente caja encontrada, no dormí nuevamente pensando una estrategia, por eso a la mañana siguiente mis ojeras me hacían ver como si hubiera consumido drogas. Me levante muy temprano, me alisté más de lo necesario y practiqué unas cuantas veces en el espejo para que no se notara mi nerviosismo.

—Buenos días su majestad —saludé inhalando su aroma varonil al entrar a su oficina.

—¿Hay algo sobre el motín? —preguntó demostrando de nuevo su indiferencia.

—Yo también amanecí en perfecto estado —ironicé.

—¿La hay o no?

—La verdad es que no...pero venia por otro asunto.

El rey levantó la vista a mí con una expresión que no supe descifrar, provocando que mi cuerpo se tensara de pies a cabeza.

—¿Qué? —preguntó recorriéndome de pies a cabeza.

—Bueno, yo venía a pedirle un favor.

—La señorita Atira ¿pidiéndole un favor al rey que aborrece? —se mofó.

—No sea severo yo no lo aborrezco, solo digamos que no es muy, muy, de mi agrado —intenté explicar el repentino odio que me causaba ver su indiferencia

—¿Qué es lo que quiere Atira? —preguntó pasando la mano por su cabello bien acomodado.

La mención de mi nombre en sus labios presionó mi pecho contra el deseo de verlo diciéndolo de otra forma, con otros aires, y con otras intenciones.

—Necesito que me comunique con mi hermano —informé espabilando

—Hay un correo para eso.

—Sí, lo sé, pero yo hablaba de una llamada telefónica.

—No hay manera, las reglas son muy estrictas y nadie del campamento puede tener comunicación de ese tipo.

—Pero mi hermano no es nadie, mi hermano es un Roger.

—No use su apellido como puerta a la gloria —advirtió si despegar la vista de mis ojos.

—Lo haré si puedo, y puedo hacerlo ¿no es así su majestad?

Algo pasaba por su cabeza, lo pude ver en el brillo de sus ojos, sin embargo, el rey de pocas palabras solo se limitó a asentir y mirarme con tal intensidad que me hizo estremecer. Una duda me asaltaba en ese momento ¿cómo sería el rey de pequeño? Es decir, ¿sería igual de serio que ahora? Definitivamente no podía imaginarme a un bebé serio de tal manera. Lo vi tomar el teléfono que tenía en su oficina ordenar algo y luego de cinco minutos esperando bajo su aura me tendió el teléfono.

—No tarde —pidió.

—¿Usted...estará aquí?

—¿Piensa sacarme de mi oficina? —preguntó con sarcasmo.

—Si es tan amable.

Contrario a lo que pensé que sería su reacción los labios del rey formaron una pequeña sonrisa ladina. Mi corazón comenzó a galopar demasiado rápido al ver de nuevo los labios que unos días anteriores había tenido cerca. En medio de mi aturdimiento lo vi levantarse y salir de lo que era su oficina.

RUMBO A LA SALVACIÓN DE UNA MONARQUÍA.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora