Capítulo 12

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Pasó más de una semana para que volviera a tener noticias de Jacob y precisamente no fue como a mí me gustaría haberme enterado; pues Meredith me dijo que en sus visitas al palacio se había enterado de sus múltiples reuniones con jóvenes de la nobleza, entre ellas muchas pretendientes. Mentiría si dijera que no tenía celos, la verdad era lo que más sentía en ese momento.

—Pero entonces... ¿no han hablado? —preguntó la abuela sacando las galletas del horno.

—No —espeté.

—Bueno, no te preocupes tal vez la carta que llego del palacio tenga una explicación —dijo tan tranquila.

—¿Qué carta? —pregunté.

—Una que llego antes que llegaras de trabajar.

—¿En dónde está?

—En mi habitación, si me das un momento iré a buscarla.

Asentí con la cabeza, viendo las galletas que acababan de salir.

—Abuela, tal vez podrías ver mi futuro y así me avisas que pasa con Jacob.

Mi abuela me observó como si entendiera más cosas de las que yo alcanzaba a comprender.

—Yo no soy vidente Atira.

—¿No? —pregunté realmente sorprendida.

—No, solo se leer la actitud de las personas.

—Bueno ahora estoy más confundida que nada.

—La forma en que eres y piensas dicta tu futuro; no esperes un buen futuro si te la pasas desándale lo malo al prójimo.

—Hay personas que pasan haciendo cosas malas y les va muy bien Nana.

—Eso es lo que ellos aparentan; a veces estamos tan jodidos por dentro que lo único que nos queda es aparentar que nuestra vida es maravillosa.

—Ese es el mayor castigo del que obra y piensa mal ¿no? Quedarse vacío por dentro.

—Y por fuera —confirmó.

—¿Qué hay de las cartas?

—Solo son un utensilio del universo, si le preguntas algo él te dará la respuesta, solo es cuestión de saberlo interpretar, en mi caso utilizo las cartas.

—Estás dándole vueltas al tema —la acusé.

—Cuando naciste, pedí al universo que me enseñara algunas cosas de tu futuro —admitió—. Después de eso prometí que jamás lo volvería a hacer.

—¿Tan malo es? —pregunté algo aterrada.

—O tan bueno. —dijo. Luego de encaminarse fuera de la cocina.

Mi abuela me entrego la carta, del palacio, y pidió que la leyera frente a ella.

Para: Atira

De: Itkan.

Mi querida y amada no amiga, sé que te molestaste por la no muy agradable presentación con mi hermano, aun así, espero y aceptes la petición que te hago para que te presentes hoy mismo al palacio; en realidad mi hermano dijo que era tu deber acudir al llamado de tu rey, pero aun así quiero hacerlo como petición, me despido de ti no sin antes recordarte que esperamos contar con tu extrema discreción.

Miré a mi abuela quien ahora ya sabía lo que decía la carta.

—Yo no diré nada.

—¿Crees que tenga que ir?

RUMBO A LA SALVACIÓN DE UNA MONARQUÍA.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora