Hades
Cuando era pequeño mi padre siempre fue mi superhéroe favorito, tenía la capacidad de arreglarlo todo de la mejor manera, si había disputas entre Odneltter siempre trataba que las dos partes se llevaran lo mejor, siempre deseé ser como él, sin embargo, me condenaba a mí mismo al saber que una niña de veinte años había arruinado mis planes para encontrar el oro que le faltaba al Frizroyen.
—¿Cuánto tiempo? —pregunté luego que el jefe de investigaciones especiales terminara de dar su información.
—El barrio de Fernel es uno de los más peligrosos del país, para entrar ahí hay que conocer el lugar.
—Te pregunté cuanto tiempo.
—Por lo menos cinco minutos —respondió con mirada dura.
—La señorita Atira, tuvo solo un minuto de lucides para escapar de nosotros ¿Cómo es posible que tú con tu experiencia, con tus años de servicio, con el puesto que tienes no puedas encontrarla en tres días? —grité.
—Es alguien muy inteligente, conoce el reino... y me parece que a nosotros también —se justificó como el inepto que era.
Los pasos de Atira eran claros, y su meta también, lo dejó en claro al vociferar delante mío que se había equivocado de reino, lo que la insolente de Atira no sabía era que la guerra no era provocada por la búsqueda de su familia, la guerra la provocaba la reina Gina Odnells, ella y su maldita forma de pensar que debía gobernar todo el continente.
—Es lista, sí, pero dudo mucho que lo sea más que un maldito investigador de la elite —mentí.
—Su majestad si usted me lo permite creo que será mejor concentrarnos en el ataque de los Cristeros, y no en la repentina huida de la prometida de su hermano.
Casi sonrió por lo absurdo que me pereció la situación, estaba seguro que, si Atira hubiera escuchado eso, el pobre hombre ya habría huido ante su arrogancia al corregirlo y decirle que ella no era una simple prometida.
—Tengo que mantener a mi familia contenta, y mi hermano no parará hasta que la encuentre —aclaré con poca paciencia.
—Bien haré lo que pueda, y si me permite podría investigar sobre los rebeldes.
—No, busca a mi cuñada y ahora retírate —ordené bruscamente.
Papá siempre decía que el enemigo se encontraba en donde menos lo esperábamos y estaba siempre de acuerdo con él, sabía que dentro de la nobleza que había en Frizroyen había rebeldes, pero yo sabía por qué se revelaban, era solo cuestión de tiempo para que se enterarán de mis avances en la búsqueda del oro. Estar en la monarquía representaba estar en un campo lleno de buitres esperando al asecho.
Luego de ver al investigador marcharse revisé mi correo, mucho papeleo que siempre me aburria, Clarisa dejo de enviar cartas, lo cual me alegró, era mejor que se buscará a alguien al que pudiera tener. Trataba de tener las imágenes de la casa de Atira en mi mente, algo tenía que habérsele escapado, sin embargo, la única imagen que me parecía inquietante era la de mi supuesto hermano, llegando minutos después a la escena, y ponerse nervioso con cada cosa en el interior.
Después de un rato dándole vueltas al asunto fui a su habitación.
—Abre la puerta Jacob —vociferé al llevar bastante tiempo llamando.
Cinco minutos después el que se decía ser mi hermano asomo las narices algo nervioso.
—¿Qué pasa? —preguntó saliendo por completo.
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RUMBO A LA SALVACIÓN DE UNA MONARQUÍA.
RomansKeyla odia la monarquía. Keyla no piensa las cosas antes de actuar. Keyla odia el desinterés del rey. Keyla detesta a todo el mundo. Keyla odia la guerra. Keyla no quiere saber de nadie que no sea su familia. Pero...entonces ¿qué hace...