—Mi decisión sigue siendo la misma —respondí más calmada.
El rey seguía viéndome con tranquilidad, como si no estuviera dándole una de las peores noticas de su monarquía.
—Es de madrugada —comentó.
—Sí ya vi —respondí sarcásticamente.
—Y tu abuela, Cler e Itkan siguen afuera —relató recordándome con su acento que venía de la nobleza.
Avancé a la ventana de la que era nuestra casa improvisada y los vi, la abuela miraba al cielo con una sonrisa y Cler e Itkan estaban en un momento comprometido que me traumó.
—Me acabo de traumar para toda la vida —dije con asco.
—¿Por ver el mar? —se mofó.
—Por ver a tu hermano y a mi primo muy cariñosos —ironicé.
Dentro de aquella habitación sentí como se me cortaba la respiración en cuanto noté la sonrisa del rey.
—Atira —me llamó.
Mi cuerpo punzó ante la mención de mi segundo nombre, el cansancio me estaba jugando una mala jugada.
—¿Qué? —respondí de mala manera.
—Te prometo no atacar a tu familia mientras pase la noche, solo si tu prometes no escapar —propuso tranquilo.
—No sé si puedo confiar en ti —admití.
—Hagámoslo por ellos. —dijo señalado la ventana.
—¿Por...
—Amas a tu primo de la misma forma en que yo amo a Itkan, son felices juntos y jamás haría algo para dañar a mi hermano, y supongo que tú tampoco a tu primo.
—Valla hasta que coincidimos en algo.
—¿Trato? —preguntó dándome le mano.
Asentí sin aceptar su mano pues aún recordaba las idioteces que me había dicho el día que me largué del palacio, a él no pareció importarle, y salimos de la casa, le grité a la abuela y los dos tortolitos del fondo tambien acudieron.
—Nos vamos —le ordenó el rey a mi amigo.
—¿Qué? Pero... no yo me quedo —dijo con repentina valentía.
—Bien —accedió el rey.
—¿Tú donde dormirás? —le preguntó Itkan al rey.
—Buscaré algún hotel
—¿Por qué no se quedan aquí toda esta noche? —intervino la abuela.
Inmediatamente la vi acusándola con la mirada, valla traidora.
—No hay muebles en la casa —apuntó el rey.
—Su majestad estoy segura de que no encontrara ningún hotel que lo reciba a estas horas, es dormir en el suelo o no dormir —habló mi abuela nuevamente ignorando mi reprocho.
—Agradezco sus intenciones, pero...
—Se queda —interrumpió Itkan.
—Itkan —advirtió el rey.
—No estaré tranquilo si te vas, este lugar es peligroso.
—Venga le mostraré donde quedarse —ofreció la abuela.
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RUMBO A LA SALVACIÓN DE UNA MONARQUÍA.
RomansKeyla odia la monarquía. Keyla no piensa las cosas antes de actuar. Keyla odia el desinterés del rey. Keyla detesta a todo el mundo. Keyla odia la guerra. Keyla no quiere saber de nadie que no sea su familia. Pero...entonces ¿qué hace...