En cuanto llegamos de la cabaña al palacio la diversión se acabó Hades tuvo que atender todos sus pendientes ausentándose del palacio por días y cuando estaba en el siempre tenía juntas y cosas que hacer en su despacho. Sin embargo, el rey había hecho todo lo posible por verme, se había mudado a la habitación antigua del rey la cual estaba a un lado de la suya y ordenó que me cambiara a la suya, había veces en que nos encontrábamos en el pasillo y las otras esperaba escucharlo salir siempre a su balcón para salir yo, se convirtió en una rutina —aunque muy cursi para mi gusto— era la única manera de poder verlo.
Si me hubieran dicho que me asomaría a un balcón todas las noches para ver a alguien no lo hubiera creído, y si me hubieran dicho que era al molesto rey de mi nación me hubiera reído en la cara de la escritora de mi vida, pero ahí estaba yo anhelando que llegara la noche, para verlo.
—Cundo usas tu traje real te ves como el principe Erik —le hablé saliendo al balcón.
—¿Quién es ese? —preguntó girándose.
Lo contemplé mejor era como un dios cansado de la vida de los humanos, sin embargo, sus ojos se iluminaron al verme y su sonrisa se ensanchó. La emoción se instaló en mi estomago al verlo sonreírme como a nadie más.
—El principe de Ariel —obvié.
—¿Quién es Ariel?
—La princesa del mar
—¿Qué mar? ¿Atira te sientes bien?
—No me digas que nunca has visto la película de la sirenita
Negó detallando mis ojos.
—Es una película infantil y de hecho...no me gusta demasiado, pero he de admitir que serias el principe Erick en la vida real, aunque gruñón y desinteresado por la gente, pero si serías él.
—Déjame adivinar, salva a la princesa y eso no te gustó.
—Es que no es eso, solo la reconoce por la voz y la confunde y casi se casa con otra y...Ahg, es algo idiota.
—Suena a que sí.
—¿Por qué no te lo quitaste esta vez?
—¿Qué?
—El traje Hades. —hablé sacudiendo las manos
—Me tardaría más.
—¿Vas a algún lado?
—Iba.
—¿A dónde?
—Aquí.
Una parte de mi se alegró al saber que no solo era yo quien esperaba todo el día para que llegará la noche.
—¿Estas bien? —pregunté.
—¿Por qué lo preguntas?
—Te vez como zombi.
—Gracias —ironizó.
—No lo digo por insultarte, solo lo digo porque te ves muy cansado.
—Aún no se terminan los pendientes —explicó.
—Pero hay algo más.
Me dirigió una mirada curiosa acercándose a mi lado del balcón.
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RUMBO A LA SALVACIÓN DE UNA MONARQUÍA.
RomanceKeyla odia la monarquía. Keyla no piensa las cosas antes de actuar. Keyla odia el desinterés del rey. Keyla detesta a todo el mundo. Keyla odia la guerra. Keyla no quiere saber de nadie que no sea su familia. Pero...entonces ¿qué hace...