Me dolía el corazón cuando desperté a la mañana siguiente, no volví a ver ni a Meredith ni a mi madre, pero las imágenes de ellas dos desnudas saliendo de la habitación de Jacob no me dejaron en ningún momento. Ese día comenzaría la búsqueda del oro, tendría que ir por Cler y a despedirme de la abuela, por lo que era muy posible que me encontrar a mi hermana, así que debía tomar las fuerzas necesarias.
Me levanté con poca actitud al escuchar que llamaban a la puerta, portaba el pijama que me habían dejado en la habitación una noche anterior —que era muy cómoda— así que pensé en ponerme mi ropa, pero el llamado fue muy insistente.
—Buenos días alegría, buenos días señor sol —recitó Itkan entrando a mi habitación seguido de varios guardias los cuales transportaban ropa
—¿Hola?
Al ver que los hombres dejaban todo en la habitación les dijo salieran
—Hades me comentó lo que pasó ayer —admitió con delicadeza.
—¿Lo sabías?
—¿El qué?
—Lo de Meredith y Jacob.
—Solo tenía la sospecha...yo...no quería alarmarte.
—Hubiera preferido mil veces alarmarme.
Bajé la cabeza al sentir mis ojos cristalizarse, jamás había sido muy cercana a mamá, pero desde que tenía cinco años me gustaba Jacob y ella lo sabía, nunca pude entender cómo y porque se metió justo con él.
—No llores fresita. —dijo el príncipe. Luego de envolverme en sus brazos.
Negué con la cabeza antes de separarme y enjuagarme las lágrimas con el torso de mi mano.
—¿Qué hay que hacer hoy? —pregunté como si de pronto se me hubiera borrado la tristeza.
—Bueno pues todo lo que ves a tu alrededor es tuyo, platiqué con mi hermano y dijo que no había problema con lo que usaras, si la señorita pidió no solo vestidos, no solo vestidos tendrá.
Le eché un vistazo a la ropa que me rodeaba, me tranquilizó saber que no era llamativa y el único color que resaltaba era el rojo.
—Gracias —me sinceré.
—No agradezcas linda, mejor vístete que el rey te espera en su oficina.
—¿Para qué?
—No lo sé, solo me dijo que fueras.
—Gracias —dije nuevamente al ver la ropa.
—No hagas esperar a mi hermano le molesta la impuntualidad.
—A tu hermano todo le molesta.
—Un punto para ti.
Luego de vestirme con lo menos elegante que encontré salí de la habitación, y como lo pidió él acudí a su oficina cuando estuve frente la oficina del rey los guardias me indicaron que pasara, al entrar encontré la figura de Jacob desparramado en uno de los sillones, al encontrarse sus ojos y los míos confirmé lo que había visto aquella noche, ya no era mi amigo.
—Keyla. —susurró levantándose.
No respondí, solo busqué en todas partes de la oficina a la persona que se suponía me estaba esperando.
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RUMBO A LA SALVACIÓN DE UNA MONARQUÍA.
RomanceKeyla odia la monarquía. Keyla no piensa las cosas antes de actuar. Keyla odia el desinterés del rey. Keyla detesta a todo el mundo. Keyla odia la guerra. Keyla no quiere saber de nadie que no sea su familia. Pero...entonces ¿qué hace...