Capítulo 20

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         Lo que más odiaba del rey Hades era su maldita indiferencia con todo y con todos, la semana en que empezó todo le rogué plantear otra estrategia y omitir lo de decir que era prometida de Jacob y su respuesta simplemente fue >>No me interesa lo que quieras señorita>> nunca podía entender como a las personas no les interesaba el mundo y se enfrascaban en sí mismos. En algún momento pensé en pedirle ayuda a Itkan, pero el mismo día que llegue tuvo que salir de emergencia a Camer; un estado del reino en el que había revuelta por las vidas perdidas, así que estuve sola con mi primo, la reina que no me quería ver para nada, Jacob quien se limitaba a dirigirme una mirada de recelo y el tedioso rey de mi nación quien me pedía un informe al terminar el día.

—Keyla.

—¿Qué?

Mi primo frunció el ceño al escucharme.

—Uy, relájate, llevas toda la semana con un genio de los mil demonios.

—No quiero ser la prometida de Jacob —espeté de mal humor.

—Tampoco es como si estuviera en tus manos, mejor relájate, y ayúdame a buscar el destinatario de esta carta que me parece sospechosa.

—Lo odio —me abrumé.

—¿A quién?

—Al rey y a Jacob a todos en este castillo, menos a Itkan y a ti por supuesto.

—Probablemente nadie se dará cuenta de que estamos aquí, así que por enésima vez ¡relájate ¡.

Puse los ojos en blanco al recordar la expresión del rey mientras me escuchaba explicarle que era mejor opción decir que era la jardinera.

—¿Hablaste con Mike?

—Le envié una carta, pero aún no responde.

—Pues espero y lo haga pronto, si alguien tiene el poder de calmarte es él.

Cler movía sus ojos obscuros mientras leía la misteriosa carta en la que se había enfrascado desde el día uno en que revisamos el archivo de pistas que nos entregó el rey sobre el motín.

—¿Por qué es tan indiferente al mundo? Es decir ¿no le preocupa nada? —pregunté indignada.

—¿De quién hablamos?

—Cler —protesté.

—Keyla deja de pensar en el rey y su extraño comportamiento, y céntrate.

—Pero...

—Nada, me gusta esto de ser detective y tu eres muy buena cuando te lo propones, así que deja de pensar en el re...

—Que no estoy pensando en él —lo interrumpí.

Levantó la vista con cierta impaciencia en los ojos.

—Si quieres que esto termine nos apuramos y ya está.

—Sí, pero...

—Quejarte una vez de tus problemas se llama desahogo, sin embargo, hacerlo varias veces no los arreglará.

Claro que mi primo tenía la razón, pero seguía sin entender a qué grado de egoísmo puede llegar la gente.

—¿En qué nos quedamos? —pregunté aceptando la derrota.

—Recapitulemos —propuso.

Asentí trayendo de nuevo las carpetas que ya habíamos revisado.

RUMBO A LA SALVACIÓN DE UNA MONARQUÍA.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora