Capítulo 9

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Mike


—Sargento, lo buscan —anunció la voz de uno de los soldados.

Levanté la vista del cuadernillo que tenía entre manos; las cosas no iban bien y lo sabíamos, el recién nombrado rey lo sabía era por eso por lo que había tomado decisiones criticadas por muchos, pero a decir verdad a mí me gustaban las estrategias —las cuales leía en ese momento—eran sorprendentemente buenas.

—Señor —me recordó el soldado que se posaba frente a mi.

—¿Quién? —pregunté.

—La Sargento Neri.

Y volví a mi mundo real, donde la mujer que amaba parecía detestarme después de confesárselo, aun así, yo parecía quererla más cada segundo.

— Hágala pasar— pedí en un tono nervioso que se camuflajeaba muy bien con el serio.

Las cortinas de la pequeña habitación improvisada que había en la carpa se abrieron muy lentamente, cuando por fin lo hicieron por completo dejaron notar la silueta que se cruzaba a diario en mis pensamientos.

—Buenas noches sargento. —me ofreció un saludo militar.

Nada pudo joderme más que verla tan ajena a mí, pero las cosas ya estaban hechas, no la obligaría a quererme y respetaría su postura. Imité saludo y esperé a la información que tendría por darme.

—¿Terminó de leer la estrategia del rey? —preguntó.

—Aún me falta una página, ¿tiene alguna duda?

—Yo...

A pesar de que su voz titubeó ella estaba totalmente seria, como si esto le fuera irrelevante.

Mientras por mi cabeza solo podía pasar un recuerdo:

—No puedo —protesté aun tumbado en la cama.

—Solo. Es. Follar. Mike ¿Qué más quieres? —preguntó ella a punto de perder la paciencia.

—Que me quieras —admití cabizbajo.

Pareció haber recibido la peor información del mundo, se paró de golpe sin volver a levantar la mirada.

—No puedo. —admitió. Luego de vestirse de nuevo.

—¿Por qué?

—Deja de cuestionarme Mike, solo no quiero quererte.

—¿Quieres a alguien más? —pregunté.

Pareció pensarlo y tal vez sea mi locura, pero apostaría lo que fuera que en ese momento los ojos parecieron cristalizarse por un segundo.

—Sí —admitió

Sentí caer cada pedazo de mí, las manos ya no me trasudaban, también dejé de sentir la adrenalina, simplemente me vi caer.


—La verdad es que quería hablar contigo.

Neri me sacó de mi ensoñación que causaba un poco más de dolor cada vez que la recordaba.

—Dígame sargento.

—Yo...

Pasaban muchas cosas por su enorme cerebrito, pude verlo, y joder quería saberlo todo, pero me recordaba a mí mismo que no podía y tal vez estaba mejor sin saberlo.

RUMBO A LA SALVACIÓN DE UNA MONARQUÍA.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora