Salvo el velorio de mi padre y las primeras noches en que Mike se fue de la casa nunca me había pasado la noche en vela, mi hermano decía que ni aunque un tren me pasara encima yo despertaría de una siesta o privarme de una de ellas, esa noche estaba muy inquieta y aún no decido si era por mi acompañante o por la angustia que sentía por mi hermano.
—¿Cómo esta él? —me atreví a preguntar con el estómago dándome vueltas.
El rey me miró por unos segundos, sin embargo, no respondido.
—Su alteza, le ruego me ayude —intenté de nuevo.
Su cara al verme no era otra más que de hastío, permanecía con la cabeza recargada en el respaldo del asiento, no había cambiado de atuendo pese a que me imaginé que lo haría.
—Yo no sé el estado de todos los miembros de la guardia señorita. —dijo desviando la mirada
—Pero si sabía que me pidió un buscar una caja ¿por qué?
—No es de su incumbencia.
—Tiene razón, lo único que si es de mi suma incumbencia es el estado de mi hermano.
Me brindó la última mirada luego de rascarse la nuca con ansiedad.
—Está bien, eso es lo único que debe saber —espetó con tono agrio.
No era lo único que quería saber, pero no era tonta como para no saber que si no me comportaba me dejaría varada en la nada, no era que lo conociera perfectamente como para saber sus movimientos, pero tenía una cara que me decía que si le volvía a hablar definitivamente me dejaría ahí.
Lo único lindo de tal viaje fue el amanecer que resplandeció unas horas antes de llegar a nuestro destino; como si yo no estuviera el rey de mi nación bajó de la limosina sin darme indicaciones, así que me dispuse a seguirlo por detrás, en ese momento pude notar la diferencia de tamaño, aunque yo no solía ser baja —más bien era de las altas de mi clase—, estaba en evidencia que si tratara de arremeter contra él yo perdería sin ningún esfuerzo por su parte.
Mientras todos se inclinaban ante su rey yo corría tras de él, nuestro destino fue una base militar —al menos eso leí en la placa de la puerta— las personas que había ahí dentro tenían distintos uniformes.
—Fuera —grito el rey.
Torcí los ojos cuando me di cuenta de que hasta sus gritos sonaban monótonos, me pregunté si no sería aburrida su vida, todo tan gris, yo no era de mil colores, pero sin sentimientos no era.
—Entra —me ordenó. Luego de señalar a una habitación.
Obedecí esperando obtener las respuestas que había ido a conseguir, sin embargo, no me adentraba bien a la habitación cuando lo sentí tomarme de la muñeca. De inmediato sentí mi cuerpo erizarse por completo, su tacto era extremadamente suabe a tal grado que apenas y sentía su mano, pero eso bastó para poner a mi corazón latir afanoso contra mi pecho.
—La información —ordenó con su voz monótona.
No respondí al darme cuenta de que estábamos más cercas de lo que alguna vez había imaginado, pero esa vez mí atención no fue a su tacto ni a su cercanía, fue a sus ojos azules, que parecían tener rayos blancos en ellos.
—¿Te has quedado sin capacidades para en habla? —preguntó.
—No... yo...considero que primero debo ver a mi hermano.
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RUMBO A LA SALVACIÓN DE UNA MONARQUÍA.
RomanceKeyla odia la monarquía. Keyla no piensa las cosas antes de actuar. Keyla odia el desinterés del rey. Keyla detesta a todo el mundo. Keyla odia la guerra. Keyla no quiere saber de nadie que no sea su familia. Pero...entonces ¿qué hace...