Capítulo 8

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—Mike Roger Lecon't —la voz de un guardia retumbó al fondo sacándome de mis cavilaciones.

Mi cuerpo quiso quedarse estático, la sangre parecía querer abandonarme, comencé a caminar a hacia la voz que nombraba a mi hermano.

—Ultima llamada Mike Royer Lecon't

—Aquí. —respondí. Luego de levantar la mano.

El guardia me localizó de inmediato y esperó a que llegara frente a él, jamás en la vida había sentido tal desesperación por una noticia, estaba segura de que mi cara reflejaba lo contrario, pero por dentro sentía que mi vida dependía de lo que me entregara  aquel hombre, su mirada ante mí era la sorpresa total, me revisaba de arriba abajo.

—¿Terminaste de verme? —pregunté más tensa de lo que hubiera preferido.

—Disculpe señorita, pero permítame decir que es igual a su hermano —respondió él sonrojado.

La sorpresa me inundó de pies a cabeza, pero no se lo hice saber.

—Gracias, ¿podrías entregarme lo que sea que necesito?

El guardia retrocedió a una de las cajas que tenían y sacó dos sobres cremas, sentí que el alma me volvía a l cuerpo en cuanto me las entrego.

—Permítame decirle algo de parte de su hermano —pidió.

Asentí de inmediato.

—Él nos suplicó que a cualquiera que estuviera aquí le dijera lo siguiente: "estaré bien princesita" —relató el hombre en un susurro.

—No trabajas para platicar —le gritó la reina al guardia. haciéndonos sobresaltarnos.

Él de inmediato tomó la postura correcta y fingió no haber hecho lo anterior.

—Pero si para cubrirles el culo —susurré sin pensar.  

—¿Perdón? —preguntó la reina ofendida.

De todos los momentos en los que me he arrepentido de abrir la boca ese fue uno de los más grandes, y no fue por el hecho de haberlo dicho más bien fue por el hecho de a quién se lo dije. Casi pude sentirme en la horca.

—Repite lo que dijiste —ordenó la reina en tono burlón.

Estaba consiente de dos cosas, la primera es que no estaba diciendo una mentira y la segunda es que tal vez no llegaría a casa esa vez, sin embargo, yo no era de mentir así que tenía que afrontarlo.

—Creo que fui lo suficiente clara su majestad.

—Llévensela —ordenó con la rabia desprendiendo por sus poros ante mi desfachatez.

Los guardias duraron y eso la llevó al colapso.

—¿No están escuchando? —gritó furiosa.

Los guardias se aproximaron en eso momento, pero fueron detenidos por un aplauso del príncipe.

—Laura, tienes visita, atiéndelas —ordenó él sin cordialidad.

La reina no pudo ocultar su expresión de sorpresa y horror ante el príncipe, ordenó algo a uno de los guardias y de inmediato salió de la habitación.

El príncipe se aproximó a mí con una sonrisa de burla en la cara.

—Me permite. —me ofreció su brazo.

RUMBO A LA SALVACIÓN DE UNA MONARQUÍA.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora