Capítulo 45

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Hades.

El aferramiento de Atira a la daga, sus pecas siendo cubiertas por la sangre salpicada y a pesar de la armadura de hierro que siempre llevaba encima el horror que vi a en sus ojos al haber matado a ese hombre, no podían salir de mi cabeza, la preocupación y aberración con la que buscó a su hermano y revisó que yo estuviera bien después de la explosión, el brillo de sus ojos opacado al ver los cuerpos yaciendo en el suelo, la desolación que trasmitía al disponerse a ayudar a las personas afectadas me causaban un extraño calor e impotencia en el pecho.

—Solo tres bajas su alteza —me informó el sargento Roger.

—Bien hecho —lo felicité.

—¿Habrá contrataque?

—No.

—¿Qué haremos con los cuerpos de los soldados?

—¿Dónde está el duque? —pregunté ignorando la primera pregunta.

—En los refugios de siempre —informó con un tono de impotencia en su voz.

Así era el hombre al que tenía como tío, mandaba a todos a la guerra mientras él se regocijaba en las mejores comodidades, era lo contrario a mi padre, por ese motivo su padre lo desheredo y puso a mi padre al mando del reino.

—Llama a Atira —le pedí.

No era iluso, sabía por quién había recibido Atira esa información, así que solo les seguía la corriente, si lo hacía me ayudaría a avanzar en la guerra. La aludida estuvo unos minutos después parada justo a un lado de su hermano, su cabello se mezclaba con el naranja del amanecer y justo ahí parados los dos me di cuenta de que Atira era una mini replica de su hermano en versión mujer.

—Junta los cuerpos y mándalos a la frontera, ve a la zona de carga en donde dejaste a tu hermana, hay un tipo que tiene una herida de daga, debió atravesarle los pulmones, es a él quien mandarás en una caja de madera, asegúrate de no borrar las huellas de quien lo ataco.

—Me condenaras a la muerte idiota —saltó Atira al comprender lo que decía.

—Key —la riñó su hermano con cansancio.

—No Atira, solo les estamos avisando que son ellos los condenados.

—Oh claro, dirán a mira Keyla lo atacó que miedo —ironizó.

—Eres un arma letal, solo lo sabrán —dije con calma.

—Haga lo que le venga en gana —ironizó cansada.

—Planeaba hacerlo.

—Ordena todo y vallan a descansar —le ordené a su hermano.

—¿Y tú? —preguntó ella.

—Un rey vela por sus soldados no se esconde tras de ellos.

Su hermano se la llevó a descansar pese que ella dijo que se quedaría a ayudar a los demás, mientras veía a mi gente ordenar los desastres causados por los soldados de Odneltter mandé a traer a traes a la elite justo a quienes había ido a ver.

—Buenos días —saludé a todos una vez estuvimos sentados.

—Hace tiempo que no teníamos aquí al pequeño Hades —comento Sander.

—He estado aquí, solo no quería verlos.

Los dos hombres sentados frente mío sonrieron mientras la única mujer que había se mantuvo seria.

RUMBO A LA SALVACIÓN DE UNA MONARQUÍA.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora