Capítulo 7

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—Hola —saludó Jacob asomando la cabeza por la puerta de mi habitación.

—Hola —respondí incorporándome.

Habían pasado semanas ya del toque de queda y Jacob no salía de su habitación, me preocupaba demasiado pero también quería darle su espacio, no sabia como actuar frente a él.

—¿Todo está bien? —pregunté al verlo sentarse en mi cama.

—Es lo mismo que me pregunto, el toque de queda termino ayer, pero tú no has salido de tu habitación.

—Quería descansar, mañana empieza mi jornada laboral y no sé qué es lo que me espera.

Mi amigo me observó titubeante antes mientras el ambiente se tornaba pesado,  me quedé callada esperando  que  hablara de nuevo. 

—¿Tienes noticias de Mike?

—No, ya marqué unas mil veces a la casa de la guardia y no tienen noticias —le informé con la preocupación abordándome las venas. 

En Frizroyen cuando los jovenes se alistaban a la guardia  no teníamos muchas noticias de ellos, podíamos hacer llamadas de vez en cuando y  en ocaciones de reclutamiento estricto  podíamos comunicarnos a la casa de reclutamiento, ellos seguro tenían noticias.

—Frizroyen está en colapso, los daños a la frontera fueron demasiado fuerte, debes entender.

—¿Sabes lo que no entiendo? Te apuesto mi salario de todo un mes a que ellos están comiendo en su grandioso palacio mientras uno ni siquiera pude dormir al no saber respuestas sobre sus familiares.

—No la agarres contra ellos, seguro que hacen lo posible.

—Claro —espeté molesta.

Jacob puso su mano sobre la mía en señal de apoyo, pero yo la retiré de inmediato sintiendo un escalofrío, me gustaba y aunque  sabía que esos  son los tipos de actos que tendrían simples amigos mi corazón no dejaba de ilusionarse y eso me lo reprochaba mil veces.

—Keyla —me llamó con cautela.

Lo observé por completo, sus ojos obscuros relucían con la luz de la luna que se colaba por la ventana.

—¿Podemos seguir así? —preguntó con temor.

—¿Así?

—Como amigos, apoyándonos los unos a los otros.

Pese a que sentí mi ilusión desvanecerse le sonreí con paciencia, después de todo si había imaginado escenarios en donde me rechazaba.

—Pues claro, si no quien te recordará lo inútil que eres —me burlé ocultando que mi corazón se rompía.

Él no se enojó por mi comentario, al contrario, me arropó entre sus brazos demostrándome cuanto nos faltaba ese abrazo a los dos, al separarnos me tomó de las mejillas dándome un beso en la frente el cual me recordó que estaba en casa.

—Vamos a cenar —pidió.

Accedí de inmediato y me puse de pie; al llegar a la cocina encontré a mi abuela sirviendo un vaso de leche.

—¿Tienes noticias de tu hermano?

Negué con la cabeza mientras ella soltaba un suspiro. Sabía que mi abuela podría saber algo que no me diría, pero si le preguntaba seguro no me respondía.

RUMBO A LA SALVACIÓN DE UNA MONARQUÍA.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora