Capítulo 27

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—Venga cariño, solo una cuadra más —me alentó Cler al ver que paraba nuevamente.

Llevábamos más de una hora caminando, él cargando las cosas de mi padre y yo haciendo mi mayor intento por no desfallecer.

—Cler —lo llamé.

—¿Estás bien?

—Sí... ¿qué pasó con Itkan?

— Sentí amarlo hasta que lo conocí en verdad, no fue capaz de enfrentar sus miedos por mí.

No lo tenía claro pero fingí que sí.

—Dale tiempo, solo llevan meses.

—Y aun así me niega.

Los ojos de mi primo se cristalizaron a medida que me explicaba lo ocurrido con Itkan, hice un gran esfuerzo por escucharlo y caminar al mismo tiempo pero estaba segura que si me descuidaba en cualquier momento podría caer, al llegar a casa la abuela ya nos esperaba como siempre que teníamos algún problema.

—Mis niños — saludó ayudándonos a entra.

El temblor en mi pecho agudizo cuando entramos a la casa, la abuela nos veía con comprensión, pero ¿Cómo podría ser así? Ni siquiera yo sabía cómo me sentía.

—¿Qué paso? —preguntó con cautela.

Fui yo la primera que habló y le relaté a la abuela lo ocurrido, ella me escuchaba con atención, mientras las lágrimas de rencor salían por mis ojos, me reprochaba el haber metido a mi primo en eso, no solo fui yo quien recibió los comentarios expectantes, me reprochaba no cumplir lo que le dije a mi hermano y me jodía haber dejado que me trataran de la forma en que les pareciera desde un principio.

—¿Por qué dejaste que te trataren así? —me preguntó la abuela.

—Tenía que acabar con la guerra abuela.

—Pero sin terminar contigo en el camino, estoy segura que a tu padre le hubiera encantado terminar con la guerra, pero le hubiera dañado ver a su hija siendo tratada de esa manera.

Sus palabras hicieron hueco en mi cabeza, y con la última lágrima que me quedaba respondí.

—Lo siento.

—¿Qué sientes Keyla?

—No darme mi lugar.

La abuela me abrazó mientras le preguntaba a Cler que pasaba con él, le relató la misma historia que a mí en el transcurso, el dolor era palpable en cada palabra de mi primo, me sentí mal por él y por Itkan, según yo podrían ser el amor que alguna vez todos soñamos.

—¿Qué esperabas de él? —le preguntó la abuela.

—Que me amara como yo lo amo. —soltó mi primo con rencor.

—No todos podemos ofrecer el amor de la misma manera Cler.

—Entonces, ¿su amor es negarme?

La abuela negó con paciencia mientras Cler hipaba por el llanto, era curiosa la escena que tenía delante; recordé las veces en que en sus múltiples visitas a mi casa, terminábamos peleando, yo lloraba de enojo y Cler de sentimiento hasta que la abuela intervenía, una escena como la de ese momento.

—Todos tenemos miedo a lo nuevo y desconocido.

Cler guardo silencio pensando en lo que la abuela le dijo, mis lagrimas cesaron, pero aun sentía el dolor en el pecho y en todo el cuerpo.

RUMBO A LA SALVACIÓN DE UNA MONARQUÍA.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora