—¿Dónde estaban? —pregunté al ver a Cler, Itkan y Hades aparecer.
—Ay...no te dejamos sola...solo salimos un momento —intervino Cler preocupado.
—Ah bueno —ironicé.
—Es que Cler se ofreció a darnos un tur por la ciudad —explicó Itkan.
Los observé con mirada acusatoria mientras mis manos seguían temblando.
—¿Estas bien? —preguntó el rey.
Ignoré sus caras de confusión y la de culpabilidad de mi primo y subí de nuevo en a la habitación.
—Perdón no sabía que no había nadie en la casa. —se adelantó Cler tapándome el camino.
Asentí sin poder mirarlo a la cara, sintiendo mi respiración siempre.
—Enserio lo siento —repitió.
—Fresita no te pongas así solo salimos un rato, te prometo que estaremos contigo la próxima —se acercó Itkan.
El silbido volvió a aparecer en mi cabeza y de pronto fue lo único que escuché, respiraba hondo tratando de no dejar escapar mi oxígeno, el temblor de mis manos se extendía por varias partes de mi cuerpo.
—Keyla —Cler me saco de mis cavilaciones—. Cariño mantente aquí
Mi primo intentó tomarme de las manos al notar lo que pasaba, pero brinqué ante su tacto rechazándolo.
—No tienes que cuidarme siempre —espeté de malas maneras
Él retrocedió unos pasos antes de observarme con lastima. Me giré abrupta en la desesperación que sentía y subí a mi habitación, respiré limpiando mis lágrimas y de un momento volví a estar en ese lugar, yo sola, todo se hacía enorme a mi alrededor convirtiéndome diminuta.
—No —dije a lo alto.
Respiré con más tranquilidad, cerré los ojos olvidándome de esa escena, y como siempre comencé a susurrar una canción, la susurré hasta el cansancio hasta que yo sola logre controlarme, me duche con agua fría y salí más tarde al balcón, o al menos lo intente antes que tocaran a mi puerta.
—Ya ábreme —ordenó Hades al ver que no respondía.
Esperé a que se fuera, pero eso no sucedió.
—Si no lo haces ahora entraré y sería un lujo que estuvieras desnuda.
Sonreí sin responder, después de unos segundos lo vi entrara por el umbral con su elegancia característica, su camisa ajustada y su cabello negro perfectamente desordenado.
—¿Estás mejor? —preguntó sentándose junto a mí.
—Siempre lo he estado.
—Ya.
—¿A que venias?
—Cler y Itkan me están hostigando con sus cursilerías.
—Pobrecito —me mofé.
—Lo sé, es difícil.
—¿Se enojó?
—¿Cler?
—No genio el sillón, pues claro que Cler.
—Madre mía linda ya regresaste —se burló.
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RUMBO A LA SALVACIÓN DE UNA MONARQUÍA.
RomantikKeyla odia la monarquía. Keyla no piensa las cosas antes de actuar. Keyla odia el desinterés del rey. Keyla detesta a todo el mundo. Keyla odia la guerra. Keyla no quiere saber de nadie que no sea su familia. Pero...entonces ¿qué hace...